El exorcista: creyentes, el film que continúa la historia de aquel año 1973, donde dos jóvenes estudiantes, se pierden en un bosque y reviven el pasado, pero por partida doble.
Redacción: Alejandro Córdova
A 50 años de aquel clásico -para muchos la mejor película de terror de la historia-, llega una nueva trilogía que arranca con El exorcista: Creyentes y continuará poco tiempo después con The Exorcist: Deceiver.
Tras un prólogo ambientado en Haití en el que Victor Fielding (Leslie Odom Jr.) pierde a su esposa en medio de un terremoto (la mujer estaba a punto de dar a luz y en el hospital logran salvar la vida de la criatura pero no la de ella), nos encontramos 13 años más tarde en el pueblo de Percy, Georgia, con ese padre muy responsable y pendiente de la crianza de la ya preadolescente Angela (Lidya Jewett).
Lo más asombroso de la película, es como en está ocasión unen la fuerza de diferentes dogmas religiosos para combatir al demonio, puede traer un poco de consecuencia social, debido al alto impacto que posee la iglesia católica para los ritos en este tipo de sucesos paranormales.
La película consigue sus momentos de tensión, tiene buenos intérpretes secundarios, como la vecina con experiencia en cuestiones demoníacas que interpreta Ann Dowd (la Tía Lydia de El cuento de la criada) o la mencionada reaparición de la mítica Burstyn, pero Gordon Green apela a un despliegue ampuloso, subrayado y recargado de efectos digitales y música grandilocuente a la hora de resolver las escenas principales.
Una película que paralizó a medio mundo, en el año 1973, las expectativas son muy altas, debido al gran avance que pueda tener las filmaciones en este 2023, David Gordon Green emociona con una película muy profesional, cuidada, con sus bienvenidos guiños, homenajes y aspectos emotivos (como el regreso de la ya nonagenaria Ellen Burstyn con el personaje de Chris MacNeil), pero con muchos esquemas y recursos muy similares a los de cualquier producción convencional e impersonal de esas que llegan cada jueves a la cartelera con el adjetivo demoníaco, infernal, diabólico, maligno o satánico en el título.