Evidencias de brazos espirales fósiles en el disco exterior de la Vía Láctea fueron descubiertas en un análisis de datos de la misión espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
En la investigación liderada por el Institute of Cosmos Sciences de la Universidad de Barcelona, el mapa resultante reveló la existencia de muchas estructuras filamentosas giratorias previamente desconocidas en el borde del disco galáctico. También brindó una visión general más nítida de estructuras previamente conocidas. Las simulaciones numéricas predicen que tales estructuras filamentosas se formarán en el disco exterior a partir de interacciones pasadas de satélites, pero la gran cantidad de subestructura revelada por este mapa no se esperaba y sigue siendo un misterio.
¿Cuáles podrían ser estas estructuras? Una posibilidad es que sean los restos de los brazos de marea del disco de la Vía Láctea que fueron excitados en diferentes momentos por varias galaxias satélites. Nuestra galaxia está ahora rodeada por 50 de estos satélites y engulleció muchas otras galaxias en su pasado. En la actualidad, se cree que la Vía Láctea está siendo perturbada por la galaxia enana de Sagitario, pero en su pasado más distante interactuó con otro intruso, la Salchicha de Gaia, que ahora ha dispersado sus escombros en las afueras de nuestra galaxia.
En un estudio anterior, el mismo equipo mostró que una de las estructuras filamentosas en el disco exterior, el Anticenter Stream, tenía estrellas que tenían predominantemente más de 8.000 millones de años. Esto hace que sea potencialmente demasiado viejo para haber sido emocionado solo por Sagitario y, en cambio, apunta a la Salchicha Gaia.
Otra posibilidad es que no todas estas estructuras sean verdaderos brazos espirales fósiles, sino que formen las crestas de distorsiones verticales a gran escala en el disco de la Vía Láctea. “Creemos que los discos responden a los impactos de los satélites que crean ondas verticales que se propagan como ondas en un estanque”, dice Chervin Laporte, investigador principal del trabajo, publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society: Letters.
Programa de seguimiento
Para tratar de distinguir entre las dos explicaciones, el equipo ahora aseguró un programa de seguimiento dedicado con el Telescopio William Herschel en las Islas Canarias con el fin de estudiar las propiedades de las poblaciones estelares en cada subestructura. Los estudios futuros ayudarán a arrojar luz sobre la naturaleza y el origen de estas estructuras celestiales tenues.
Laporte comenta sobre sus hallazgos: “Típicamente, esta región de la Vía Láctea ha permanecido mal explorada debido al polvo intermedio que oscurece severamente la mayor parte del plano medio galáctico”. Y añade en un comunicado: “Si bien el polvo afecta la luminosidad de una estrella, su movimiento no se ve afectado. ¡Ciertamente estábamos muy emocionados de ver que los datos de los movimientos de Gaia nos ayudaron a descubrir estas estructuras filamentosas! Ahora el desafío sigue siendo averiguar qué son exactamente estas cosas, cómo llegaron a ser, por qué en cantidades tan grandes y qué pueden decirnos sobre la Vía Láctea, su formación y evolución”.
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