Los cimientos institucionales pueden degradarse por efecto de la mediocridad política
La transición entre sistemas políticos enfrentados, como democracia y dictadura, es un debate que calificados politólogos protagonizan no solo apelando a los conflictos que de ella derivan, sino también a las causas de tan aterradora transformación. Discutir tan seria complicación en la brevedad de este espacio no solo es un reto, es igualmente un compromiso con quienes podrían interesarse en tener alguna claridad teórica sobre la magnitud de tan fatídica alteración.
El ensayo De la dictadura a la democracia (1993), del profesor Gene Sharp, docente de Ciencias Políticas en la Universidad de Massachusetts, es un importante referente al respecto. La revisión de la crisis política que arreció en Venezuela desde finales del siglo XX es un indicativo de cómo una realidad política puede corromperse. Al extremo de que sus cimientos institucionales son capaces de degradarse por efecto de la mediocridad política.
El rancio populismo practicado como “convite político”, dirigido a apoyar los procesos electorales que se dieron en Venezuela desde mediados del siglo XX, incitaron actitudes devenidas en hábitos que luego se fundieron en el pensamiento político del venezolano.
Incluso, el mismo nacimiento de la república, presumida como fundamento de la Venezuela “heroica” que muchos alabaron, tuvo serias desviaciones. Descarríos por prácticas políticas que terminaron en fatídicos eventos. De los mismos está atiborrada la historia política del siglo decimonónico venezolano.
Es imposible dudar que Venezuela creció entre querellas, contradicciones y rivalidades surgidas del poder que se arrogaban militares y politiqueros de baja calaña.
Pero que el solo hecho de que estuvieran ejerciendo la política desde cargos de dirección hacía que sus decisiones se impusieran por encima de lo que se esperaba de la justicia, la libertad y la igualdad. A pesar de que dichos valores eran del uso propio del lenguaje político que servía de atractivo de las masas analfabetas.
Cabe afirmar que el siglo XX fue epicentro de los problemas que gangrenaron al sistema político venezolano que, fundamentalmente, vino construyéndose desde la década de los cuarenta. No fue fácil por cuanto Venezuela vivió cruentos momentos que llevaron a pique muchos esfuerzos democratizadores.
La política venezolana de mediados del siglo XX
La política venezolana se batió entre dictaduras y precarias democracias cuyas lecciones poco fueron aprendidas. Otra vez los cuadros populistas que infectaron el ejercicio de la política daban cuenta de sus intenciones.
Entre trancazos y zancadillas, el país logró presumir de un sistema político algo definido según el concepto de democracia emergido del pensamiento griego. El llamado Pacto de puntofijo (octubre 1958) no contó con la fuerza necesaria para sentar las bases sólidas de la institucionalidad que pregonaba.
La época que siguió fue suficiente para que comenzara a bombardearse dicho acuerdo. Ya con la Revolución cubana en la palestra, el país fue instigado por el socialismo. Sus efectos consiguieron, en una parte importante de la intelectualidad venezolana, el laboratorio necesario que luego enmarañó el pensamiento y la cultura política. Surgió la saña contra el proyecto democrático.
¿Por qué se estancó la democracia?
A finales de la década de los sesenta, Venezuela fue campo fértil para que el populismo hiciera de las suyas. La confusión barrió con el sentido de libertad y justicia que pregonaban los dirigentes de los partidos protagonistas del Pacto de puntofijo.
Total, que el país se volvió un desconcierto político con problemas por doquier. El gobierno pareció no haber comprendido su papel de organizador, planificador y administrador del país bajo su responsabilidad. Mucho menos pareció entender lo que implicaba conducir el Estado.
Se exageró el ejercicio de la política confundiéndose con el populismo, bajo el cual se magnificó el proselitismo como criterio de gobierno. Surgió la antipolítica como razón para cuestionar la labor política realizada por facciones partidistas.
El siglo XXI en la política venezolana
Entrado el siglo XXI, fueron creándose las bases de una forjada legalidad mediante la cual comenzaba a actuarse en perjuicio de libertades y derechos humanos. Así sucedía sin que dichas disposiciones pudieran ir ajustándose a lo que tipifica el concepto de “Estado democrático y social de derecho y de justicia”. Tal como lo aduce la Constitución de la república (1999) en el artículo segundo, cuando declara la ruta sobre la cual transitaría el devenir político y jurídico de la nación. Pero ello fue mera “letra muerta”.
Esto permitió que gradualmente fuera fundamentándose la arbitrariedad y la mediocridad, que sirvieron al régimen de trinchera para establecer el sistema contrapuesto a la democracia.
En consecuencia, el régimen alcanzó un nefasto ventajismo articulado sobre causales como la desinformación, la improvisación, el triunfalismo, la hegemonía, la arbitrariedad, el maniqueo, el cinismo, entre otras determinaciones, para cruzar la brecha que históricamente se ha tenido con base en modelos políticos, sociales y económicos contrapuestos. Entre un modelo de libertades y otro de privaciones.
En breves términos, todo esto ha llevado a que el país haya venido experimentando y padeciendo el impúdico brinco que ha hecho girar las realidades nacionales de la democracia a la dictadura.
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