De acuerdo con las cifras de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la producción de Venezuela alcanzó a 527.000 barriles diarios en septiembre. De paso, Venezuela depende ahora de un crudo mezclado de 16 grados API, cuyo valor de mercado puede ser 50% inferior al precio de realización de los hidrocarburos convencionales.
Por bancaynegocios.com
Lo anterior significa que el impulso petrolero, como ya es sabido, desapareció, por lo que no está claro si el músculo del sector privado será suficiente para empujar una recuperación sostenida de la economía nacional.
El profesor Carlos Mendoza Potellá dijo que, aún si Estados Unidos decidiera levantar las sanciones a Venezuela de manera total y en un plazo perentorio, Venezuela no podría aumentar su producción de crudo en términos inmediatos.
Las cifras lo respaldan: la capacidad ociosa de los yacimientos de crudos livianos supera 70% y los proyectos de la Faja Petrolera del Orinoco están estancados en una extracción mínima, sobre cuya evolución no existen cifras oficiales.
La verdad es que el país depende de un acuerdo con Irán para obtener condensados para mezclar su producto pesado y también para tener suficiente gasolina, porque a pesar de los esfuerzos, el déficit del mercado interno se ubica en alrededor de 56%, según las estimaciones más recientes.
En esa situación hay que preguntarse seriamente cuál va a ser el papel del Estado petrolero en una posible etapa de recuperación económica. Nuestro país había dependido históricamente del petróleo. Desde 1945, el precio de los combustibles fue subsidiado casi al 100%. Luego de 1958, el discurso de los sucesivos gobiernos fue que no era necesario tener una política tributaria sustentable, porque el ingreso por exportaciones de hidrocarburos pagaba todas las facturas.
Desde la primera década de este siglo se vienen cometiendo errores que han dado al traste con nuestra riqueza petrolera. El saldo es que el país, con alrededor de 300.000 millones de barriles en reservas probadas, ha dejado de extraer 2.500.000 de barriles diarios en comparación con la producción que se tenía a final de la década de los 90.
Si, efectivamente, las sanciones estadounidenses han hecho daño, han producido un perjuicio financiero cuantioso que podría estimarse en pérdidas superiores a los 30.000 millones de dólares en factura petrolera; pero debe quedar claro que este proceso es, en buena medida, el remate de una situación de crisis que ya se venía gestando mucho antes, justo cuando se decidió que la prioridad era repartir la riqueza sin fijarse mucho en cómo producirla sosteniblemente.
Lo hemos dicho en informes anteriores: lo importante es la soberanía sobre la renta, y si la actividad petrolera no es capaz de producir la renta que debería, hay que comenzar a tomar las medidas necesarias para que lo haga. No hemos dejado de ser una nación petrolera y la transición energética global impone retos fundamentales a una industria que debe pensar, y en un corto tiempo, en una agresiva transformación.
El fondo de la cuestión es que el tiempo pasa y no se están tomando decisiones sensatas para levantar esta economía de manera sostenible. Se conoce que hay presiones políticas para que el status quo petrolero no cambie, hay resistencia para que se adopten medidas de mayor apertura económica, hay dificultades para tomar disposiciones lógicas para restituir la capacidad de financiamiento de la banca.
En resumen, estamos inmersos en un proceso confuso y contradictorio, en el cual la economía pierde capacidad para crecer. El petróleo es, sin duda, una herramienta muy relevante en el proceso de recuperación, pero ya no será suficiente. Eso debe estar claro para todos, especialmente para aquellos que creen que el mercado de los hidrocarburos nos retornará a los días de bonanza extrema de años pasados.
La situación de la industria petrolera preocupa. Es poco probable que la producción alcance el millón de barriles por día, incluso en 2022. Las condiciones estructurales del mercado y la realidad económica-financiera del país nos inducen a tener una expectativa de precio promedio para el crudo venezolano que no llega a 50 dólares por barril.
En el Informe Privado de Aristimuño Herrera & Asociados de esta semana, tenemos además una nota sobre estretagias de mercado que se deben implantar cuando la capacidad de compra de los clientes es muy baja o ha descendido aceleradamente. Igualmente, una nota que explica cuál es la situación de la propiedad intelectual en Venezuela y los riesgos que plantea para la inversión.
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