Sobraba el tiempo para que don Juan Crisóstomo aprovechara la incompetencia de los centralistas, al parecer más grande que la que a él le atribuían
Estamos en abril de 1860. Después de la batalla de Coplé, que fue un descalabro para la causa federal, los líderes de la revolución llegaron al acuerdo de buscar una reorganización a mediano plazo, siempre bajo la jefatura de Falcón. Con la anuencia del estado mayor, el jefe dividió las fuerzas para que probaran suerte en diversos territorios bajo la dirección de quienes más destacaran en el conocimiento de las regiones, mientras él procuraba recursos en la vecina Nueva Granada. Los datos de la época señalan que alrededor de 400 guerreros, entre oficiales y gente de la tropa, marcharon a probar suerte pasando la frontera.
Ahora veremos los datos esenciales de una irrelevante emigración que todavía espera estudio atento.
Animados por la revolución liberal que entonces encabezaba el general Tomás Cipriano de Mosquera contra el gobierno de Mariano Ospina, algunos generales como Luis Level de Goda y Lope Landaeta se enrolaron en sus filas para participar en acciones de guerra. Los acompañaba un centenar de soldados. Mosquera había anunciado su interés por la reconstrucción de la unión colombiana, y recibió con entusiasmo la presencia de los dos oficiales venezolanos. Falcón prefirió establecerse en Bogotá, para ver qué encontraba de apoyo en los círculos políticos y financieros, mientras era acogido con generosidad por los anfitriones que encontró a su paso. Según Guzmán Blanco, quien marchaba en el séquito, “no supimos por cuenta de quién viajábamos, porque todo estaba pagado: posadas casas de habitación, bestias de alquiler, asistencia personal”.
En Bogotá, Falcón publicó un manifiesto para explicar la situación venezolana y para hablar de sus acciones en el campo de batalla, con fines propagandísticos. Pero no fue más lo que pudo hacer, debido a las complicaciones de la guerra civil que allí se llevaba a cabo. El presidente Ospina no vio con buenos ojos la publicación, debido a que provenía de pluma liberal, y el alzado general Mosquera no tenía tiempo para leer lo que publicó el emigrado venezolano. El grupo de asesores que lo acompañaba sugirió a don Juan Crisóstomo la necesidad de buscar una ubicación más propicia en las islas del Caribe, donde se había establecido un importante núcleo de liberales que podían aglutinarse bajo su jefatura para reiniciar la guerra en Venezuela. Con limitados recursos en Bogotá, pese a las cortesías que pudieron abrumarlo, don Juan Crisóstomo hizo maletas con los bolsillos vacíos.
Solo en 1863 tuvo resonancia la política venezolana en el vecino país, pero solo en la parcela de la retórica. En discurso pronunciado en 27 de abril, el liberal Antonio Leocadio Guzmán propuso ante la Convención de Río Negro la refundación de Colombia, mediante una nueva unión de la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela. La propuesta no solo fue aclamada por los presentes y circuló en la prensa con abundante lectoría, sino que también contó con el respaldo de numerosos diputados que pidieron a la convención que la tomara como propuesta de la mayoría. La propuesta no se concretó, por supuesto, como tampoco el auxilio de los neogranadinos a los federales de aquí, a quienes no les soplaba buen viento cuando Falcón pretendió su ayuda. Por razones obvias, solo les interesaban entonces los aprietos domésticos.
Volviendo a lo que pasaba en 1860, al marchar de Bogotá Falcón trató de reponer fuerzas y sumar apoyos en San Thomas y Curazao, pero los exiliados venezolanos lo recibieron con caras destempladas. Después de acusarlo de inhabilidad en el manejo de la batalla de Coplé y de incapacidad para la coordinación de las tropas en los movimientos inmediatamente posteriores, se negaron a aceptar su comando, o propusieron condiciones que rechazó porque le parecieron abusivas. A hacer el equipaje de nuevo sin nada en su interior, por lo tanto, esta vez para Haití. De la crónica que ya termina llama la atención cómo el gobierno constitucional no aprovechó para liquidar a los federales que ahora no tenían cabeza, ni recursos para proseguir los combates.
Faltaba mucho de Guerra Federal, por lo tanto. Sobraba el tiempo para que don Juan Crisóstomo aprovechara la incompetencia de los centralistas, al parecer más grande que la que a él le atribuían.