Bolívar no da consejos porque los obtuvo de los textos bélicos que se leían en la época, los saca de examinar cómo se han movido los ejércitos realistas
La guerra de Independencia no es dirigida por oficiales de escuela, formados en academias, sino por capitanes que aprenden su oficio mientras se enfrentan al enemigo. Es así en la mayoría de los casos. El hecho no significa que los sucesos dependan entonces del azar, porque los líderes tratan de evitar su influencia cuando la necesidad los obliga y no solo llegan a imponerse frente a las circunstancias porque las pronostican y las dominan, sino también porque las preparan de antemano. De esa pedagogía nacida de los desafíos cotidianos provienen las lecciones que remite Bolívar al general José Francisco Bermúdez, en correspondencia fechada en 3 de junio de 1819, que veremos de seguidas.
Bolívar ha designado a Bermúdez como general en jefe del Ejército de Oriente, pero debe marcharse de Venezuela para hacer la guerra en la Nueva Granada. Decide entonces enviarle unas instrucciones, de las cuales se verán ahora tres en las cuales insiste.
Veamos la primera de esas instrucciones:
En primer lugar, debe usía tener presente que los enemigos confían más en su disciplina que en su valor; que más confían en las sorpresas que en los ataques regulares; y que ellos nos suponen incapaces de obrar según los principios de la táctica. Piensan que no sabemos movernos, porque no sabemos evoluciones. Es preciso, pues, que vean en el ejército de Oriente lo que en el de Occidente: valor, táctica y disciplina. El enemigo ataca siempre en columnas cerradas, porque anteriormente se les recibía siempre en batalla. Luego que lo recibamos en columnas también cerradas, es probable que despliegue en batalla y que cambie de frente para sorprendernos y aprovecharse de nuestra perplejidad.
Esta es la segunda:
Regla general: si no hay obstáculos invencibles en el campo de batalla, o si nosotros no ocupamos posiciones ventajosísimas, debemos observarlo constantemente, y desde muy lejos, para atacarlo en la misma formación en que venga marchando; mas siempre prontos a seguir sus movimientos con la última celeridad, procurando muy cuidadosamente oponerle un frente igual, o poco mayor, aunque nuestro fondo sea un poco que el del enemigo. Un ala sobresaliente tiene mucho adelantado para flanquear al enemigo. Usía hará que las primeras compañías sean de hombres selectos, para ponerlas siempre al frente, porque las tres primeras filas deciden regularmente de la suerte de la columna y aun de la victoria. El resto de la columna sigue el impulso de la cabeza.
Y, por último:
El enemigo no aleja jamás sus cuerpos avanzados de la masa de su ejército, lo que nos da una gran facilidad para observarlo de cerca y obrar según las circunstancias. Si usía observa diligentemente las tropas españolas, puede lograr destruirlas sin aventurar una batalla que pueda ser ruinosa.
Aparte de ofrecer al lector detalles que seguramente desconocía, el texto de hoy permite que observemos la guerra de independencia como lo que realmente fue: una proeza nacida de la nada, desde el punto de vista militar, o de unos rudimentos que no garantizaban éxitos si no se volvían algo más concreto y confiable, sino se transformaban en una herramienta no solo capaz de garantizar la supervivencia, sino también la victoria.
La contienda produjo una pedagogía sobre la marcha, una enseñanza impuesta por la necesidad, lo cual significa que la formación de los ejércitos republicanos no provino de manuales inexistentes en las cercanías, ni de aulas que todavía no se habían levantado, sino de las lecciones ofrecidas por la realidad después de 1811. Bolívar no da consejos porque los obtuvo de los textos bélicos que se leían en la época, los saca de examinar cómo se han movido los ejércitos realistas.
Y se convierte en maestro de ese curioso colegio, debido a que la observación del entorno le aconsejó crear un aula trasmitida a través del correo para enseñar a un oficial de importancia lo que la experiencia le acababa de comunicar. Así comprobamos aquí. Pero también a otros, según se conoce a través de diversas fuentes. Y ahora funcionó el ensayo docente, no en balde sabemos que el educando entró con sobradas credenciales en el cuadro de honor de las batallas. Aunque también se formó como autodidacta, desde luego.