La recaptura del mayor general Hugo Carvajal representa un importante paso para comprender la relación, no siempre armónica, entre los regímenes de Chávez y Maduro y grupos al margen de la ley
La recaptura del exdirector de Contrainteligencia Militar Hugo Carvajal era tan solo una cuestión de tiempo.
No se trata solamente de que la unidad de inteligencia internacional de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) había precisado su paradero en Madrid, hace por lo menos tres meses. Desde este espacio, siempre advertimos que las opciones del mayor general eran muy limitadas.
El cobijo que le dieron sus amigos de la inteligencia española tenía los días contados, tal y como lo advirtió el expresidente de la Conacuid, Carlos Tablante. Además, la recompensa de 10 millones de dólares ofrecida por Washington contribuyó a cerrar mucho más el círculo, dejándolo yermo de lealtades.
Algo de esto se deslizó también en el primer mensaje emitido por la Policía Nacional del país ibérico, la noche del 9 de septiembre, una vez confirmada la identidad de quien fuera conocido como el Pollo en medios militares venezolanos. El cuerpo que llevó a cabo la limpia operación afirmó que el exzar de la inteligencia de Chávez y Maduro estuvo “siempre protegido por personas de confianza”, en España.
Tal parece que los buenos anfitriones dieron la espalda a Carvajal, luego de casi dos años teniéndolo a hurtadillas.
Para la agencia antidrogas estadounidense, este mayor general era un objetivo prioritario. Por una parte, Carvajal llegó a ser uno de los elementos más importantes del régimen de Chávez en las relaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ahora conocidas como Nueva Marquetalia. De allí que fuese incorporado como pieza fundamental del esquema de tráfico de drogas conocido como Cartel de los Soles. Un expediente que se ventila en cortes de Nueva York y que ya tiene un primer detenido: el mayor general retirado Clíver Alcalá Cordones.
En este caso, hay un hito fundamental, que fue el decomiso de 5,6 toneladas de cocaína en un jet que despegó de Maiquetía y llegó dando tumbos al aeropuerto de Ciudad del Carmen, México.
Por este alijo fue responsabilizada la organización guerrillera actualmente comandada por alias Iván Márquez y Jesús Santrich. En su destino, la droga sería manejada por el cartel de Sinaloa, la confederación criminal encabezada entonces por Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, y Juan José Esparragoza, el Azul. Entre unos y otros, según el expediente del caso, estaba Walid Makled, haciendo las veces de bróker. Cuando el Turco fue capturado en Colombia, y los venezolanos disputaban su extradición a EE. UU., en 2010, él afirmó en una entrevista que había tenido que comprar a prácticamente todas las autoridades militares. Esto lógicamente incluía al Pollo, quien estaba en la cima del poder por aquellos tiempos.
Traición en Mérida
Pero existe otra acusación penal contra Carvajal. Se ventila en las cortes de Florida, y es el producto de una averiguación sobre la estadía en Venezuela de un traficante de drogas que tenía signo diametralmente opuesto al de los subversivos. Se trataba de Wilber Alirio Varela, alias Jabón, quien decía ser un sargento egresado de la policía colombiana.
Varela huyó a Venezuela en 2004, no solo para eludir la persecución de las autoridades neogranadinas. De hecho, su mayor preocupación era que lo alcanzaran las balas de sus competidores del cartel del Norte del Valle, una alianza muy inestable de exparamilitares dedicados al tráfico de drogas. Según la acusación, Carvajal no solo protegía a Jabón, sino que eventualmente llegaría a facilitar el paso de la droga de su facción por el territorio nacional, en una especie de trabajo particular, que también beneficiaba a otros militares, especialmente de la Guardia Nacional.
Varela fue ejecutado en 2008, en circunstancias nunca aclaradas del todo. Su cadáver apareció en una posada de Mérida. Este asesinato fue atribuido a uno de sus pupilos, Javier Calle Serna, uno de los llamados Hermanos Comba, junto con Diego Pérez Henao, Diego Rastrojo. En 2013, quien fuera la pareja del traficante, Emilia Polo, declaró a la periodista Renata Cabrales que Jabón “quería como a su hijo” a Calle Serna.
Polo acompañó a Jabón en varias temporadas mientras él supuestamente se escondía en Venezuela. En realidad, viajaba tranquilo entre Caracas y Valencia: “Si nos paraban en la carretera, nos hacían seguir”.
En enero de 2008, el santo se le volteó a Varela. Bastaron siete disparos. Pronto, otros operadores del Norte del Valle ocuparon su espacio en el territorio nacional, y mientras tanto negociaban con la DEA para que les perdonaran parte de las fortunas que habían amasado, tal y como lo relató Andrés López en la saga El cartel de los sapos.
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El Pollo, por lo tanto, tiene mucho que contar. Él lo sabe. Según fuentes enteradas de su caso en EE. UU., hubo dos factores que lo llevaron a evadirse de su arresto domiciliario en noviembre de 2019. Por una parte, la Audiencia Nacional española había dado luz verde para su extradición. Por la otra, había fracasado un primer intento de negociar su entrega con las autoridades estadounidenses.
El oficial de 61 años de edad ofrecía toneladas de data sobre la presunta relación de los regímenes de Chávez y Maduro con organizaciones de traficantes de drogas y del terrorismo.
Pero era muy poco lo que realmente entregaba. A cambio, indican las fuentes, exigía total inmunidad, así como visas estadounidenses para todo su círculo familiar, que sumaba unas doce personas.
Carvajal estaba con el ego insuflado desde 2014, cuando un portavoz de operaciones internacionales de la DEA lo calificó como “la joya de la corona”. Si se partía de esta premisa, para él bien valía la pena un regateo con los norteamericanos.
Ahora, Carvajal también huye del régimen venezolano. En esta dinámica de traiciones y delaciones, solo le queda abrir un lugar en el mismo cartel de los Hermanos Comba.
Hay quienes ven alguna orquestación entre los procesos seguidos contra el exzar de la inteligencia venezolana y el empresario colombiano Álex Saab. Ambos van contrarreloj. Pero lo más probable es que los españoles prevendrán una nueva vergüenza, y cuanto antes montarán al mayor general en un jet hacia Nueva York, una vez dirimido el tema del asilo. Ya en el contencioso de la extradición, en 2019, el exjefe de la Dgcim se jugó la carta de que su juicio en EE. UU. tenía motivos políticos. Ese argumento fue descartado.
A Saab, en cambio, todavía le restan algunas salvas.
Breves
√ Avanzan las investigaciones sobre el asalto a dos camionetas que trasladaban una remesa de dólares y euros desde el Banco Central de Venezuela hasta el Banco Occidental de Descuento, en La Castellana. Las pesquisas adelantadas por agentes de la División contra Robos de la policía judicial han posibilitado la detención del escolta bancario Dixon Daniel Fernández (47); Lismar Rodríguez, una comerciante del ramo de telefonía, de 40 años; el oficial de la Policía Nacional Richard Rafael Rodríguez (31), y de Roger Rafael González Bracho, alias Godines, de 31 años de edad, quien con el grado de supervisor jefe comandaba la base de la Fuerza de Acciones Especiales del 23 de Enero. Este dato no es menor.
El 23 de enero es la parroquia en la que FAES se conjuga con los colectivos armados, desde mucho antes de la operación en la que mataron al grupo del inspector jefe Oscar Pérez.
Según Cicpc, otros efectivos de la FAES involucrados en este asalto fueron José Miguel Cruz Hidalgo, alias Chavo, y John Cruz Hidalgo, Coco. También Gelitza Gómez, conocida como la Comando. De otros agentes de la PNB implicados solo se conocen los apodos: Yemagua, Sonero, Chino y Gordo. Las averiguaciones indican que el escolta Dixon Fernández fue amenazado de muerte para que diera los datos sobre el traslado de la remesa. Las líneas utilizadas por los perpetradores supuestamente fueron entregadas por Lismar Rodríguez a su hermano, el oficial de la PNB Richard Rodríguez. Para el momento en que esta nota fue redactada, se manejaban los nombres de otros seis agentes FAES como involucrados en el hecho, uno de ellos mujer.
√ La postulación sobrevenida del colombiano Alex Naín Saab como integrante del régimen venezolano para la mesa de negociación en México plantea un escollo difícil de superar para la oposición. El anuncio correspondiente, hecho el martes en la tarde por el presidente de la Asamblea Nacional electa el 6D, Jorge Rodríguez, ocasionó estupor e incredulidad. Parecía otra broma del Chigüire Bipolar, hasta que la información fue corroborada por las agencias noticiosas.
Da la impresión de que todavía no ha sido ponderada a cabalidad la importancia que el empresario barranquillero tiene para Maduro y su entorno. Hasta un punto tal que no les importaría levantarse del proceso en México si continúa avanzando el juicio de extradición en Cabo Verde. Los representantes del régimen siguen en la misma línea avanzada por la Cancillería rusa, e introducen de improviso el caso Saab. Algo que no estaba en agenda, y sobre lo cual los opositores tienen poco qué decir, pues la decisión al respecto corresponde a Estados Unidos. Si los representantes gubernamentales venezolanos colocan este punto como una condición sine qua non, entonces todo dependería de que Washington desista de su solicitud de extradición. Es una carta agónica, una última posibilidad a la que apuesta Maduro: que EE. UU. no envíe el jet al archipiélago africano, y Saab quede en libertad, una vez transcurrido el lapso máximo para ejecutar el traslado a Nueva York, donde tiene un juicio pendiente por lavado de dinero y sobornos a funcionarios venezolanos en la importación de alimentos y la construcción de viviendas. El comunicado opositor, conocido el propio martes, recuerda con tino que la solicitud de Maduro tiene un precedente en las negociaciones entre las FARC y el gobierno colombiano, cuando los guerrilleros exigieron incorporar a la mesa a quien fuera su jefe de finanzas, Ricardo Palmera, alias Simón Trinidad.
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