Cecilia, una venezolana de 55 años, solía manejar decenas de kilómetros alguna noche en Navidades pasadas para contemplar junto a su familia las decoraciones decembrinas de las viviendas de los campos de la industria petrolera y volver a su hogar, en Maracaibo.
Por falta de gasolina, de su gente y hasta de aquellos adornados, ya no puede volverlo a hacer.
El ambiente de decenas de casas encendidas con luces de Navidad en los sitios petroleros de urbes aledañas, como Tía Juana, Ciudad Ojeda y Cabimas, era “un espectáculo maravilloso” que ya no existe, dijo a la Voz de América.
“Me recreaba. Me fascinaba ver esas decoraciones. Aquí, en Maracaibo, la gente también comenzó a decorar. Era maravilloso, pero hoy no puedes hacer nada de eso. Es muy diferente. Lo recuerdo y me entristezco”, cuenta Cecilia, quien pide reservar su apellido por temor a represalias políticas del gobierno nacional.
La crisis económica, la falla de los servicios públicos, la migración, las dificultades para conseguir o comprar combustible y la pandemia han cambiado en los últimos años a su ciudad, en el occidente de Venezuela, dice.
Maracaibo era considerada una de las principales ciudades del país y de las más pobladas, junto a Caracas, con una demografía calculada en dos millones de personas, hasta la ola migratoria de 2014. Capital del estado occidental de Zulia, fue durante décadas epicentro de los negocios petroleros de la región.
El brillo de Navidades de años anteriores, cuenta Cecilia, ha mutado bajo signos de crisis. “Veo a Maracaibo destruida. La ciudad está muy mal”, dice.
Los diciembres marabinos eran notorios, incluso en el extranjero, desde finales del siglo pasado, gracias al decorado de avenidas enteras, como la de Bella Vista. La municipalidad la adornaba con motivos y luces navideñas desde noviembre, cuando se celebra la feria de la devoción religiosa de la Virgen de Chiquinquirá.
Eran cinco kilómetros de avenida ataviados con centenares de extensiones de luces coloridas, tendidas sobre árboles, postes eléctricos, paradas de autobuses, con San Nicolases, estrellas, duendes, vírgenes María, ángeles y arbolitos navideños por doquier. Las familias solían recorrerla de noche, a pie, en carro.
La tradición se había extendido a otras calles y avenidas con los años, pero las autoridades locales la limitaron progresivamente desde 2010, a medida que se agravaba la crisis eléctrica nacional.
Maracaibo es la ciudad con más apagones de Venezuela, según el Comité de Víctimas de Apagones, una asociación civil que monitorea las interrupciones del servicio de electricidad en el país.
Solo en diciembre de 2017, la ciudad y al menos una docena de poblados zulianos más pasaron Nochebuena a oscuras debido a un apagón de ocho horas.
La Navidad en la que es apodada Tierra del Sol Amada, antes caracterizada por su luminosidad, ya no es igual.
Maracaibo era considerada una de las principales ciudades del país y de las más pobladas, junto a Caracas. / Foto: Gustavo Ocando. – VOA.
Festividad menguada
La dinámica decembrina de la Maracaibo de los años 40, 50 y 60 del siglo XX giraba en torno a su zona central, cerca de Bella Vista, donde están su puerto, el mercado popular y su Basílica, explica el historiador Ángel Lombardi padre.
“Era un tiempo festivo que lo marcaba la festividad religiosa de la Bajada de la Virgen, en octubre. Era una época de reuniones familiares, de vecinos, una atmósfera donde dominaba la gaita —música típica zuliana— y la iluminación de las casas”, explica el exrector de la Universidad del Zulia.
Esas costumbres, afirma, coincidieron años luego con una Venezuela próspera, donde la clase media marabina estuvo además influenciada por las tradiciones de Estados Unidos y de países europeos, como el Espíritu de la Navidad.
Lombardi da fe de cómo la familia marabina y los turistas de la ciudad hacían “un periplo” por lo que llama “hitos de luz”, como la Bella Vista decorada, las urbanizaciones que competían entre ellas para tener el mejor decorado decembrino o el Ángel de Amparo, una figura de 120 metros de altura encendida con miles de bombillos, instalada en la empresa eléctrica local.
“Ese sentido festivo ha menguado en Maracaibo, pero no se ha perdido. La ciudad ha sido golpeada muy duramente durante los últimos 20 años, particularmente en los últimos siete, por la destrucción económica”, dijo.
Los centros comerciales de la ciudad promueven esta Navidad actividades con San Nicolás, música en vivo y un decorado modesto. Algunas de sus plazas, como la República, La Marina, El Buen Maestro y El Ángel, están engalanadas con ornatos navideños, siempre con mayor sencillez que en el pasado.
La primera ciudad de Venezuela
Maracaibo tuvo un eslogan hace 15 años donde se postulaba como la primera ciudad de Venezuela. Hoy, parece estar lejos de disputarse ese título, según varios de sus habitantes, como Daniel Herrera, especialista en computación.
“Veo una ciudad muy sola. No hay esa algarabía que había en diciembre, con chistes por acá y por allá”, indica el joven de 37 años. En su hogar, donde antes confluían hasta 40 familiares en Nochebuena, solo comparten seis.
Al menos seis millones de venezolanos migraron al extranjero en los últimos años por razones políticas y económicas, según las Naciones Unidas.
Los primos, tíos, familiares varios y amigos de Herrera se mudaron de Maracaibo a naciones como Estados Unidos, Colombia, España y Chile. Su celebración en estas festividades, tanto por distancia como por pandemia del COVID-19, será telefónica, acota. “El plan será WhatsApp”, dijo.
Cecilia vive algo similar. Hace años, cada Navidad, debían alquilar mesas y sillas para que cupiera toda la familia en su casa. “Hoy, sobran sillas”, dijo.
Aún si las avenidas de Maracaibo estuvieran decoradas, no tendría cómo movilizarse a verlas. Su carro, con el que antes viajaba a otras ciudades, está parqueado “como matero” en su hogar. No tiene dinero para repararlo, dice.
Herrera, por su lado, vivió dos años en Estados Unidos, pero cada diciembre, precisa, tomaba un avión para celebrar en su Maracaibo. “Éramos un grupo familiar muy grande, siempre dado a las fiestas”, dijo, melancólico.
En aquella avenida Bella Vista que recorría felizmente en carro en diciembres anteriores, dice solo haber observado este año una casa de dos pisos decorada con luces de Navidad: es la sede de la alcaldía de Maracaibo, Villa Carmen.
“Esto no tiene comparación con años y décadas anteriores. Es muy triste”, aseveró.
El historiador Lombardi coincide en que Maracaibo muestra rasgos de una ciudad “abandonada y destruida”, pero se rehúsa a hablar de tristeza, porque, opina, “el maracucho trata de divertirse cuando pueda, contra viento y marea”.
VOA.
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