Lapatilla
La escasez de agua en la Península de Paraguaná, estado Falcón, es un problema que data desde hace muchos años, y aunque se han aprobado recursos para proyectos como el Acueducto Bolivariano, la segunda obra hidráulica de mayor envergadura en los últimos 20 años, con un costo de 450 millones de dólares y que beneficiaría a 600.000 habitantes, los tres municipios de la península siguen padeciendo las penurias de una perenne sequía.
Corresponsalía lapatilla.com
En la Península de Paraguaná existen zonas que en silencio han aguantado hasta 10 años sin agua, que se abastecen con lluvia o pozos salobres. Aquellos que se sienten de alguna manera “privilegiados”, reciben el servicio cada 30 o 40 días, un suministro que sigue siendo insuficiente. Esta irregularidad obliga a los paraguaneros a ingeniárselas para abastecerse del líquido.
Lo más común es acudir a tomas clandestinas que la misma gente ha efectuado a lo largo de la intercomunal Alí Primera. Cada quien llega allí como puede y llevan mangueras para conectarse y llenar sus recipientes. Ante la carencia, reina la empatía para ayudar al sediento: quien no tenga el recurso, llegará otro que sí lo tiene y apoya.
En estas tomas clandestinas lo que sí abunda son las historias: personas de todos los sectores de Paraguaná llegan allí. Tal es el caso de Yorki Viloria, quien vive en el sector Las Colonias de El Cardón, justo en la entrada de Punto Fijo, donde creció la Zona Libre de Paraguaná.
En su comunidad no había servicios públicos. Entre ellos mismos instalaron postes de alumbrado público. Sus calles son de caliche y acumulan una década sin agua, porque no existen tuberías. Aunque han presentado un proyecto en la alcaldía de Carirubana y también en la gobernación, lo único que han conseguido es que los ignoren.
Viloria maneja un camión y con ayuda de los vecinos, lo abastece de gasolina. Cada dos días transporta, al menos, 10 pipas llenas de agua proveniente de las tomas clandestinas para que las 40 familias que cohabitan en Las Colonias, puedan tener agua.
“Cuando llega en El Cardón, algunos vecinos nos pasan mangueras, pero no es suficiente. A juro tenemos que salir a buscar agua, porque nadie gana 10 dólares para abastecerse cada tres días de 1.000 litros de agua. Afortunadamente, tengo el camión y con eso ayudo a la comunidad, pero no es fácil este proceso”, dijo.
Hace dos viajes cada dos o tres días, todo depende de las condiciones mecánicas del camión y de que consiga gasolina. “Los gobernantes han ido antes de las elecciones, pero eso es prometer y prometer, y nadie cumple”, lamentó.
“Nos estamos acabando”
La misma situación vive Juan Revilla, un adulto de la tercera edad, jubilado del Complejo Refinador de Paraguaná (CRP), es habitante de Guanadito, municipio Los Taques, donde el agua llega cada mes o mes y medio. Posee un carro viejito del que ancló otro que fabricó con material de provecho para poder cargar agua para él, sus vecinos y familiares que viven en otras comunidades y no tienen la posibilidad de buscar agua.
“El carro lo construí a punta de soldadura ante la necesidad de agua. Utilicé una columna que tenía en la casa sin uso. Busqué en los montes recortes de lata y todo lo que me pudiera servir. Con eso le llevo agua a mi hermana que tiene su esposo en cama, lo dializan y como no puede salir, yo la ayudo llevándole el agua. También le llevo a mi papá que está encamado y llevo para mi casa. A veces los vecinos me piden, y uno cómo se niega si todos estamos pasando por la misma situación”, explicó.
Revilla aprovechó la oportunidad para pedir a Hidrofalcón que busque la manera de que el agua llegue a los hogares, así sea cada dos semanas. “Así sea cada 15 días, uno se acomoda, pero cada mes o mes y medio, nadie lo aguanta. Mire cómo estamos, nos estamos acabando”, lamentó.
Vender agua para sobrevivir
Mario Lugo tiene 25 años y es habitante de Nuevo Pueblo, municipio Carirubana. Desde hace tres años se dedica a la venta de agua en las comunidades, adonde llega con un carro que construyó con material de reciclaje y que empuja con su propio peso por las calles de los sectores Caja de Agua, Menca de Leoni, Antiguo Aeropuerto y Nuevo Pueblo.
Lugo era pescador, pero ante la falta de trabajo, decidió incursionar en la venta de agua. Con material de provecho y mucha soldadura, logró construir su carro, que lo llena de pipas. Acude a las tomas clandestinas de la intercomunal Alí Primera para llenarlas y luego caminar a las comunidades y ofrecer el agua en dos y tres dólares por pipa de 200 litros.
El joven contó que por la necesidad de sustentar su hogar, donde vive con sus abuelos y otros primos, decidió incursionar en este negocio. En días productivos, logra reunir hasta 25 dólares, pero hay otros en que sus clientes solo tienen comida para cambiar por agua.
“Los mejores días son los fines de semana, porque la gente se pone a lavar y limpiar, y sin agua es imposible. Esos días hago hasta seis viajes. En el día no como nada ni bebo agua, porque me siento más cansado. Lo más fuerte es cuando llega la noche, es un dolor en todo el cuerpo y hay días en los que no salgo, porque la insolación me tumba. No todo es malo, con este trabajo me he comprado unas botas, unas cotizas y unas franelas. Además, llevo comida para la casa, lo indispensable es hacer 10 dólares diarios para la comida, es lo mínimo que se gasta”, dijo.
Una actividad riesgosa
En los últimos tres años, los medios regionales de Falcón han registrado cuatro personas que han fallecido arrolladas mientras buscaban agua en las tomas clandestinas. En febrero de 2020, Ramón Antonio Carrasquero, de 63 años, murió un lunes de Carnaval arrollado por una camioneta Toyota que se dio a la fuga.
El 13 de marzo de 2021, Jhonny José Álvarez Colina, de 58 años de edad, fue atropellado y su cuerpo quedó a orillas de la intercomunal Alí Primera junto a una carrucha que empujaba con varios bidones llenos de agua. El hombre vendía agua en las comunidades aledañas y trabajaba hasta altas horas de la noche.
En agosto de 2021, también murió arrollado Benito Antonio Morales, de 54 años. El vehículo involucrado se dio a fuga. El 12 de septiembre de 2022, el occiso fue César Gustavo Paz Zavala, de 61 años de edad, quien fue embestido por una gandola. Vivía en el callejo Sucre del sector Juan Crisóstomo Falcón de Santa Elena, una comunidad cercana donde ocurrió el hecho.