El próximo 30 de octubre se definirá en la segunda vuelta electoral quién gobernará Brasil por los próximos cuatro años: Lula o Bolsonaro. Si fuera por las encuestas que se hicieron antes de la primera vuelta del último domingo, hoy el presidente electo sería el candidato de izquierda, quien era amplio favorito en los sondeos pero que finalmente no logró los votos que necesitaba para volver al cargo que ejerció entre 2003 y 2010.
La sorpresiva votación que logró el actual presidente, Jair Bolsonaro, extendió la incertidumbre que rodea al país más decisivo para la región, que hoy no tiene claro cuál será su futuro inmediato: si la continuidad del actual mandatario, conservador, militarista y aliado de las oligarquías regionales, o el regreso del exsindicalista que estuvo preso acusado de corrupción durante su gobierno, reivindicado por el sector social más desfavorecido de los brasileños.
A tres semanas de la votación, nada está dicho. Lo único claro en Brasil hoy es la polarización, tal como analiza en el Tenemos Que Hablar de esta semana nuestra editora Fabiola Chambi.
En el país más poblado y rico de América Latina se repite un fenómeno que ya ocurrió antes en Perú y Ecuador, y después en Chile y Colombia: a la hora de elegir presidentes, las sociedades han terminado divididas en dos partes bien diferenciadas e irreconciliables, ubicadas en los extremos ideológicos. Con un problema extra: más allá de quién resulte ganador, la que puede perder es la institucionalidad, porque sin diálogo entre las partes no hay democracia que se sostenga.