El alma llanera o, mejor dicho, de los llaneros, pudiera estar cambiando. Y, con ello, indicando una vía a seguir para el resto de los venezolanos
Otro bongo remonta el Arauca… Es ahora el de la notable y particular conducta política y electoral de los estados llaneros de Venezuela. En efecto, el pasado 21 de noviembre, en el evento para elegir gobernadores y alcaldes, los estados Apure, Cojedes, Guárico y, en particular, Barinas revelaron una curiosa tendencia que podría explicar en mucho el devenir del futuro político venezolano. ¿Por qué? Síganos a los siguientes párrafos donde aventuraremos una hipótesis.
Venezuela es un país de numerosos ambientes naturales y geográficos. Tenemos Andes, pero no somos un país andino. Tenemos selvas, pero no somos un país amazónico. También tenemos llanos pero tampoco somos un país llanero. En realidad, somos un país caribe. El arquetipo del venezolano es definitivamente caribe. Con todo lo que ello implica: el mestizaje de los indígenas de esa tribu con el blanco peninsular y el negro venido de África. “Aquí el que no tira flecha, toca tambor”.
¿Entonces por qué “lo venezolano” ha sido relacionado con el llano? ¿Por qué nuestro segundo himno es el Alma llanera y nuestro baile nacional es el joropo?
La respuesta −temeraria, lo admito− tiene mucho que ver con la “antropología” política creada por Acción Democrática a comienzos de los años 40. Tuvo mucho que ver en ello Doña Bárbara y el liderazgo de Rómulo Gallegos. Aunque fue Rómulo Betancourt quien tuvo la habilidad de hacerse de la narrativa galleguiana para crear el modelo de Juan Bimba y hacer de lo llanero el arquetipo de lo venezolano, bebiendo de esa fabulosa historia en la que doña Bárbara, Santos Luzardo, Marisela, Mr. Danger, y el Mujiquita representaron un país que comenzaba su lucha de la civilización contra la barbarie.
En efecto, Acción Democrática fue el verdadero fundador de la sociedad civil venezolana. No de la que conocemos hoy, pletórica de organizaciones civiles que agrupan toda la diversidad de intereses que la cultura contemporánea ha creado; sino de la sociedad civil de las “masas populares”: la de los trabajadores con la CTV, la de los campesinos con la FCV y la de los maestros con la FVM. Con un relato fácil y comprensible, los adecos lograron llegar al alma venezolana. Así, el andino, el oriental y el habitante de las costas, quedaron engullidos en el prototipo del venezolano de los llanos. Un acierto de marketing político, sin duda alguna.
Como era natural, esta expresión del imaginario popular ancló con mayor fuerza en los estados llaneros, donde usaban el caballo y el bongo para recorrer sabanas y ríos para relacionarse. Estas entidades se convirtieron en plaza fuerte del partido blanco y (¡oh, sorpresa!) también del chavismo que reproducía, al calco, la influencia política adeca en estas regiones; ayudados, sin duda, de la épica de Maisanta, y del nacimiento del comandante en Sabaneta, estado Barinas.
Por ello, no deja de ser sugerente la idea de considerar este descenso de las fuerzas oficialistas en los estados llaneros como un signo auspicioso de los nuevos tiempos en el país.
En efecto, luego de lo acontecido en el estado llanero, Barinas tiene que ser analizado “fuera de la caja”. O, como dicen los estadísticos, como “un punto fuera de la curva”. La torpeza del régimen al desconocer la victoria de Freddy Superlano ha cambiado las variables de la ecuación que estuvieron planteadas el 21 de noviembre.
La primera consecuencia ha sido que el frente que apoyó a Superlano se ha nutrido de otras organizaciones que regional y nacionalmente participaron de otras opciones y ahora hacen causa con la candidatura de Garrido. Igualmente, las del oficialismo y las del colaboracionismo se han visto en la necesidad de salir del clóset y presentarse ante el país cumpliendo el verdadero rol que tienen. Este no es asunto menor.
Esto ha hecho que la elección de enero se haya convertido en un evento plebiscitario que ha tocado emocionalmente al opositor promedio, incluso al que no fue a votar el 21. Este es otro elemento importantísimo a considerar y que pone de manifiesto cómo un acontecimiento inesperado puede suscitar emociones que habían estado latentes. Se trata de un reto a la dirección política opositora que está en el deber de encauzar y no dejar languidecer.
La batalla de Barinas no será obviamente una batalla para ganar posiciones. Para la oposición, ganar la gobernación con Sergio Garrido es importante, pero también lo es el deterioro político, el desgaste y la desmoralización que puede lograr en las filas del oficialismo.
Se trata de una operación que puede asimilarse a los ataques de una columna guerrillera que solo busca hostigar y desmovilizar a su enemigo y a la que la conquista de territorio no les es necesariamente importante.
El alma llanera o, mejor dicho, de los llaneros pudiera estar cambiando y, con ello, indicando una vía a seguir para el resto de los venezolanos.
Se está poniendo bonito el caney. Hay que jugarse a Rosalinda. Vamos a ver si el 9 de enero los dados de la política nos devuelven los corotos.
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