Que alguien se robara una estatua que pesa más de 100 kilos era una escena casi imposible de imaginar. Y, mucho menos, que esa pieza iba a viajar desde Huila hacia Europa y terminaría oculta en el sótano de la mansión de un millonario.
Pero sucedió y una valiosa obra precolombina, de San Agustín, estuvo perdida durante casi 20 años y apareció por una coincidencia.
En un operativo contra un presunto evasor de impuestos, el 9 de enero de 2006 la Policía de Dinamarca ingresó a una mansión en la ciudad de Kongens Lyngby.
Las autoridades registraron todo el lugar y en un sótano encontraron escondidos cientos de bienes arqueológicos precolombinos. Para determinar el origen de estas piezas, que en total eran 656, la Policía encargó a la arqueóloga Inge Schjellerup, del Museo Nacional de Copenhague.
Era un procedimiento de rutina y un tema local. Y aunque las autoridades sabían que podría tratarse de tráfico ilegal, era difícil comprobarlo.
Pero por una casualidad se conoció el origen de las piezas y Colombia estaba involucrada en el asunto.