En la primavera de 1932, cientos de miles de campesinos ucranianos comenzaron a pasar hambre. Nadie sabía qué estaba ocurriendo exactamente en la región de la «tierra negra», la que el historiador griego Herodoto elogió en la Antigüedad como «la hierba más exuberante del mundo». Los más valientes, y tal vez también los más ingenuos, preguntaron directamente al Honorable Camarada Stalin: «¿Hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre?». No sospechaban aún que no se trataba de una ley fallida o de un error del Kremlin, sino de un plan concebido por uno de los psicópatas más aplaudidos del siglo XX. Así lo reseñó ABC.
«Ucrania, granero de Rusia, sufre hambre espantosa, y sus habitantes acuden a Moscú mendigando un trozo de pan.
La superficie sembrada disminuye, sea por desidia, sea por carencia de semillas. Los almacenes de las capitales pasan semanas enteras sin recibir artículos alimenticios», recogía ABC el 12 de junio de 1932 sobre el oscuro panorama en el imperio comunista.
El intento de Stalin de borrar a la nación ucraniana de la faz de la tierra a base de represión, muerte y, sobre todo, hambre nació con la excusa de reordenar los planes agrícolas, pero evolucionó hacia algo más siniestro contra una región de la URSS que seguía manteniendo cierta autonomía y resulta crucial para la economía de este imperio. Casi cinco millones de personas, cuatro de ellos ucranianos, perecieron del año 1931 al 1934, a consecuencia de la colectivización forzosa puesta en marcha por el dictador comunista. Esta medida obligó al campesinado a convertirse en proletario y provocó una fuga masiva del país. «Han llegado nuevos contingentes de ucranianos, que hacen relatos macabros de la situación creada por la opresión de las autoridades comunistas y el hambre espantosa que azota toda la región. Dicen los emigrados que el movimiento anticomunista se extiende por todo el territorio de Ucrania», contaba ya en julio de 1932 las informaciones internacionales del diario ABC.
Los destacamentos de la Dirección Política del Estado (GPU) requisaron de forma abusiva el grano y el trigo ucranianos, dejando las tierras sin las semillas necesarias para que pudieran germinar, ni tampoco dar tiempo suficiente a la tierra para que se pudiera volver a plantar. «Noticias llegadas de Rusia dicen que en Ucrania numerosos habitantes abandonan los campos, donde reina el hambre. Muchas tierras están sin labrar y las semillas han servido para la alimentación. Parece también que se han registrado actos de bandidismo en Odesa y otras ciudades», describía con bastante precisión ABC en abril de 1933
El Holodomor
Lo que los exiliados calificaron como «Holodomor», un término derivado de las palabras ucranianas «hólod» («hambre») y «mor» («exterminio»), desbordó al cabo de los años a la izquierda europea, que hasta después de la Guerra Fría restó importancia a la muerte de cinco millones de personas. En las páginas de ABC (abril de 1933), Álvaro Alcalá Galiano denunciaba el silencio cómplice de los medios de comunicación con todos estos crímenes: «Tengo la certeza de que aquí la Prensa (en general no le concedió la importancia que se le ha dado en el extranjero. Tampoco debe sorprendernos el silencio, acaso intencionado, de nuestros órganos revolucionarios, ya que el propio Trotsky ha dicho, con irónico desdén: “En España no necesitamos hacer propaganda comunista en la Prensa, porque allí nos la hacen gratis los periódicos burgueses y capitalistas”».
Clic AQUÍ para seguir leyendo.