Armando Alberto Benedetti Villaneda (Barranquilla, 29 de agosto de 1967) es un peligroso felino desatado: “Yo soy un tigre que, sin salida, de pronto me tiro encima de las personas”, cuenta el mismo en los audios en los que se escucha dolido y furioso.
“No siempre es así”, dice un congresista que lo conoce desde cuando debutó en política el 1.° de enero de 1998 como concejal de Bogotá.
Atrás quedaba su carrera como periodista, la cual inició precozmente y saltó a la vida política en la que ha enfrentado investigaciones por parte de la Corte de Suprema de Justicia por enriquecimiento ilícito, entre otros.
No se había graduado aún de comunicador social cuando ya mostraba orgulloso su trabajo de coordinador de Telecaribe. Pasó por la redacción de Deportes de EL TIEMPO y entre diciembre de 1990 y abril de 1991 fue reportero del Noticiero QAP.
Tanto en la política como en el periodismo alternaba sus diálogos con graciosas ocurrencias. “Es un tipo divertidísimo”, dice un congresista. Además de conversar, echar chistes, le encanta el buen trago y las mujeres. “Es increíble la facilidad que tiene para levantar”, cuenta una periodista que compartió con él en su paso por la televisión.
Y también cuando se pone serio deja huella. En el cabildo distrital fue firme en el control político a la gestión de la administración del alcalde Enrique Peñalosa. Desde su curul denunció los sobrecostos en la construcción de los bolardos, el puente de la calle 92 y los puentes peatonales.
Aunque era irreverente, se convirtió en un implacable defensor del presidente Álvaro Uribe Vélez, quien en 2002 asumió el poder para imponer la mano firme ante el avance de las Farc, desde su curul en la Cámara de Representantes, a la que llegó también ese año con 31.855 votos.
Pregonaba que el jefe del Estado era el mejor mandatario de la historia por lo que el país debía reelegirlo. Era, por eso, un frecuente compañero de viajes de Uribe en los consejos comunitarios. En ese entonces, militaba en el Partido Liberal. Aprovechó la ventana de transfuguismo que abrió la reforma política del 2003 para salir del liberalismo. Como haría luego para saltar al uribismo. Su campaña para llegar al Senado fue ”100 % con Uribe”.
Para las elecciones de 2006 dejó esta colectividad y se fue para el Partido de la “U”. Así llegó al Senado, en donde se mostró como un auténtico político de pensamiento liberal: radicó el proyecto que permite la aplicación de la eutanasia, apoyó el proyecto que brinda seguridad social y derechos patrimoniales para las parejas gay y realizó el debate sobre el tratamiento a las víctimas en el proceso de Justicia y Paz y al ministro de Defensa sobre ‘falsos positivos’ y hundió la iniciativa del Gobierno que pretendía penalizar el consumo de dosis mínima en lugares públicos.
Para 2010 ya era fiel a Juan Manuel Santos. Fue uno de sus más entusiastas senadores en la elección de él como mandatario. Así, el hijo de Armando Benedetti Jimeno, ministro de Comunicaciones durante la administración de Ernesto Samper, volvía a arroparse con las banderas más liberales.
“Ha sido un año de un presidente excepcional, de un estadista, de un estratega como pocos se han visto. Pareciera que no se ha equivocado en nada”, decía Benedetti de Santos.
Sin embargo, hacia el final de este mandato comenzó a expresar opiniones contrarias al entonces presidente y comenzó a coquetear con Germán Vargas Lleras, que era aspirante presidencial en 2018.
La estruendosa derrota del líder de Cambio Radical llevó a Armando Benedetti a la oposición en 2018. Nuevamente fue elegido como senador por ‘la U’ en dicho año. No obstante, esta vez se alejó a la posición mayoritaria de apoyar la administración de Iván Duque.
La divergencia de posturas hizo que en 2020 fuera expulsado de la colectividad en la que estuvo desde que fue fundada en 2003. Su oposición a Duque y al uribismo vino acompañada de un paulatino acercamiento con Gustavo Petro. Esto fue notorio en la discusión del Código Electoral en 2020.
En esa ida y vuelta, Benedetti se ha mostrado progresistas en sus propuestas políticas.
Así, por ejemplo, conmovido por la muerte de niños en accidentes en las piscinas, sacó adelante la ley que reglamenta la seguridad de las piscinas en Colombia. Y salió en defensa de las mujeres explotadas, por lo que impulsó la ley contra el turismo sexual.
“Él es como ‘El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde’ porque esta misma persona muestra evidentes rasgos de misoginia en su trato a Laura Sarabia”, dice Daniela Garzón, analista política de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares).
“En lo único que tienes razón, pero tu cabecita chiquitica, como tú eres chiquitica, no entiende, es que es verdad, yo no tuve nada que ver, tú no eres cuota mía, yo a ti no te recomendé, tampoco te escogió Petro, te escogió Verónica, y ya sabes por qué”, dice en los audios sobre la mujer con la que trabajó siete años en su UTL y casi diez meses en el alto gobierno.
Enclaustrados por la pandemia del covid, hizo una promesa con la que buscaba ponerle solución a un problema que no lo dejaba en paz: la adicción al alcohol. Confesó los fantasmas que lo perseguían: “Nunca vives bien. Te da paranoia, ansiedad y hay muchas tentaciones”.
Aunque, sin embargo, reconoció que no fue un propósito individual sino de su esposa, Adelina Covo Guerrero, quien le exigió: “Ya no más. O el trago o yo”.
En este proceso, tomó el toro por los cuernos y aceptó que no era una simple cana al aire sino algo más trascendental: una enfermedad. “Esto es fundamental porque para combatir esta enfermedad primero se debe reconocer como tal”, dijo.
Era la segunda ocasión que se fijaba tan ambiciosa meta: dejar de tomar. Años atrás, en 1995, también lo intentó. Duró trece años sin consumir. Del 2008 a la pandemia recayó. Luego se levantó, pero volvió a caer. “Está tomando mucho. Es una lástima”, dice un congresista de la oposición.
En el Congreso cuentan que a Benedetti no le importan las maneras. Ni protocolarias ni diplomáticas. Fue pública su ruptura sentimental con su esposa para sostener una fugaz relación con la representante a la Cámara por Córdoba Saray Elena Robayo Bechara, como lo divulgaron los propios protagonistas en sus redes sociales.
Para algunos se trata de un asunto de su vida privada. Otros exponen que con ella estuvo de viaje en Estados Unidos ya como embajador en Venezuela y sin el permiso de la Cancillería de Colombia.
En la argumentación que se ha conocido ahora para el retiro de la visa a Estados Unidos se cuenta que en parte fue el mal uso de su pasaporte diplomático que debe ser para labores estrictamente profesionales.
Ahora, tras la divulgación de los audios, habló con la periodista Vicky Dávila. De ahí salió a la luz otro tema: “Según usted, Laura Sarabia le ofreció la Cancillería, el ministerio del Interior, manejar temas de paz y hasta ser el coordinador de las elecciones”.
“Después de todo, ella me dice: “No, es que hay un problema de cocaína, no sé qué vaina”. Y yo le dije: ah qué bien…”, en referencia a por qué Laura Sarabia se interpuso para que dejara la embajada de Venezuela, como era su deseo, para venir a Bogotá a ocupar otro cargo en el gabinete.
Ha trascendido que quería la Cancillería, el Ministerio de Defensa o el Ministerio del Interior.
Con los audios revelados, sin embargo, queda en evidencia que pese a haber tocado el cielo en menos de una semana pasó al desempleo.
“¿Cómo se siente?”, le preguntaron en una entrevista que se conoció este domingo en la mañana Cambio: “Desprotegido”, respondió. “A mí me dan ganas de llorar. Por lo que yo había trabajado en la campaña se iba a dar, no lo que yo quería, pero sí una posición. Mi estado de hoy es desprotegido, solo y con cierto miedo de las descalificaciones que quieran hacer de mí. Yo nunca había estado tan solo”, dice.
En la noche, cuando Semana reveló los audios, como el doctor Jekyll y Míster Hyde muestra su otra cara: “Yo soy tigre que, sin salida, de pronto me tiro encima de las personas”.