El año comenzó de la peor manera en Arauca, un departamento de los llanos orientales colombianos que limita con Venezuela. Esta zona, que ha sido históricamente manejada por las guerrillas, pero que desde el acuerdo de paz con las FARC parecía apaciguada, la pasada semana vivió la masacre de 27 personas.
En muchos pueblos de Arauca, las pintadas de la guerrilla del ELN se intercalan en la fachada con las de las FARC, en una exhibición histórica de las insurgencias para dejar claro que aún están ahí, que nunca se han marchado.
Mientras, el Estado solo es ausencia. Las carreteras son barrizales en las lluvias torrenciales, los centros de salud están desabastecidos y los niños tienen que recorrer kilómetros para ir a la escuela.
La desconfianza de la población araucana con las fuerzas de seguridad se fraguó durante tres décadas, cuando ante su reclamación de mejoras, entraron avasallando a los protestantes y, ante la petición de protección, la Policía y el Ejército se limitaron a atrincherarse en torno al yacimiento petrolífero de Caño Limón y el oleoducto que va hasta el Caribe, guardando los intereses de las petroleras extranjeras.
OLEADA DE ASESINATOS
El 2 de enero se empezaron a encontrar cuerpos sin vida en varias zonas rurales de los municipios de Tame, Fortul, Arauquita y Saravena. Al principio se habló de un enfrentamiento armado entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y una disidencia de las FARC, el Frente 10.
Se encontraron 27 cuerpos y la Fiscalía aseguró que los disparos que tenían fueron hechos a corta distancia, por lo que se trataría de ajusticiamientos, muy probablemente obra del ELN. «No hubo combates», asegura el fiscal general, Francisco Barbosa.
Se trataba de supuestos miembros de las disidencias o de las redes logísticas del Frente 10, dirigido por un antiguo mando medio de las FARC, Jorge Eliécer Jiménez Martínez, alias «Jerónimo» o «Arturo», y que se cree que está coordinado por las disidencias nacionales de alias «Gentil Duarte», o incluso familiares o vecinos. También hay dos menores.
UNA ZONA EN TENSA PAZ
«Eran personas que fueron obligadas a salir de sus viviendas por hombres armados, algunas llevadas a Venezuela, asesinadas, posteriormente trasladadas a territorio colombiano», relataba Barbosa, en declaraciones a Blu radio el pasado viernes. La Defensoría del Pueblo también denunció el desplazamiento forzado de 88 familias.
Arauca fue y sigue siendo el gran fortín del ELN en Colombia, y se considera que entre el 60 % y el 70 % de sus efectivos se encuentran ahí o en la parte venezolana; ahí libraron (y ganaron) hace unos 20 años una batalla contra los paramilitares, contra el Ejército y también contra las FARC por el control del territorio.
De esa guerra de guerrillas, entre 2004 y 2010, que dejó medio millar de civiles muertos, salió un «manual de convivencia» donde el ELN y las FARC aceptaron respetar sus territorios y que se siguió manteniendo firme tras la desmovilización de las FARC.
«Arauca, a diferencia de otros lugares donde se han desmovilizado las FARC, no había experimentado unas dinámicas de reconfiguración territorial violentas como en otras partes del país», explica a Efe el investigador de conflicto armado Andrés Aponte. Y una de las razones es justamente ese «manual de convivencia».
PROBLEMAS EN LA FRONTERA
Sin embargo, en los últimos meses se han juntado varios factores: las malas relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela han vuelto inexistentes los controles y patrullas fronterizas, lo que dejó a las fronteras aún más porosas y convirtió a Venezuela un refugio único para las bandas, y eso ha permitido al Frente 10 crecer.
Esa zona de frontera también servía de escondite a la Segunda Marquetalia, comandada por el negociador del acuerdo de paz alias «Iván Márquez», que ha sufrido bajas notables el último año como las de «Jesús Santrich», «Romaña» y «El Paisa».
«Eso le ha permitido (al Frente 10) no solamente rearmarse y reacomodarse en ese escenario (…), sino también ir desarrollando una serie de apuestas expansivas sobre zonas que antiguamente dominaba la extinta guerrilla», explica Aponte, coordinador del libro «¿Por qué es tan difícil negociar con el ELN?». Esa expansión ha resultado también en el asesinato de mandos medios del ELN.
«Sin duda alguna, pienso que todos estos acontecimientos obligaron a actuar al ELN en defensa de sus dominios territoriales para que ‘ese enano no se crezca'», continúa el investigador.
En comunicados del Frente 10 «Martín Villa» quisieron dejar claro que «no fueron las FARC-EP las que iniciaron esta confrontación», pero se mostraban «dispuestos a la confrontación».
La violencia parecía sofocada el 5 de enero, pero las disidencias avisaban: «Hemos ordenado a todas nuestras unidades, urbanas y combatientes que todo lo que simpatice, milite, dirigencia política, comunales, con el ELN serán objetivo militar (sic)».
«Sin duda alguna, se esperaran resarcimientos», pronostica Aponte, quien ve dos escenarios próximos: uno de «tensa calma», donde la población civil esté sometida a «amenazas o incluso asesinatos», y otro donde «el escenario se salga de madre» y haya una acción armada directa, lo que tampoco les interesa a ninguna de las dos guerrillas.
«Pero si se va a tener que definir o decantar un dominio se va a hacer por medio de la guerra», lamenta.
EFE