La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) pide «políticas de Estado», por ejemplo sobre agua y agricultura, para solucionar la inseguridad alimentaria en Latinoamérica y el Caribe, donde 248 millones de personas la sufren de manera moderada o grave.
Así lo explicó a EFE el oficial del programa España-FAO para América Latina y el Caribe, Luis Lobo, quien agregó que en esa parte del mundo 46 millones de personas pasan hambre.
«La preocupación principalmente de todo lo que está pasando en América Latina y el Caribe es que vivimos un tiempo lleno de incertidumbres», puntualizó.
Consultado sobre las posibles soluciones para acabar con la inseguridad alimentaria, dijo que el desafío «es muy grande» y que la solución pasa por políticas de Estado.
«Son las políticas de Estado las que permiten una continuidad que no muchas veces permiten las políticas de Gobierno», comentó Lobo.
«Políticas de Estado vinculadas a la gestión integral del recurso agua, pero también políticas de Estado vinculadas con el tema de la agricultura familiar como un elemento importante para la producción de alimentos sanos y saludables. Políticas vinculadas con la pérdida y desperdicio de alimentos, políticas vinculadas con asegurar unas leyes marco de seguridad alimentaria», añadió.
Por su parte, el representante de la FAO en Uruguay, Gonzalo Kmaid, habló sobre los problemas vinculados al agua que existen en una región en la que, según destacó, hay «bajo estrés hídrico».
Ante los problemas, pidió «respuestas políticas de amplio espectro» con alianzas entre los Gobiernos, las empresas y la sociedad civil para que todas las partes tengan «responsabilidad» sobre el uso de los recursos.
«Hay marco jurídico que establece incentivos y penalizaciones, pero también tiene que haber proactividad de las empresas y de los ciudadanos y ciudadanas en hacer que cada gota de agua cuente», dijo Kmaid a EFE.
En marco del Día Mundial de la Alimentación, la FAO hizo un llamamiento a los países a cuidar el agua, un recurso necesario para la alimentación de todas las personas.
En una tribuna de opinión, su director general, QU Dongyu, subrayó que el 70% del agua dulce se destina a la agricultura y que la tarea más crucial es «cambiar la forma» en que se producen los alimentos, las fibras y otros productos agrícolas.
Y agregó: «Es también aquí donde la inacción tendrá las consecuencias más graves. El agua dulce no es infinita y tenemos que dejar de dar por supuesto que lo es. Pensemos que, en las dos últimas décadas, cada uno de los habitantes de la Tierra ha perdido aproximadamente una quinta parte del agua dulce de que disponía».
Asimismo, expresó: «Para algunos, la realidad es mucho peor. En algunas regiones, de hecho, se trata ya casi de un tercio».
«A menos que actuemos con urgencia, vamos camino de aumentar nuestro consumo de agua a escala mundial en más de un tercio para 2050, dada la creciente población de nuestro planeta. Esto significa que, colectivamente, corremos el riesgo de llegar a un punto sin retorno», alertó.
Además, el rápido crecimiento demográfico, la urbanización, la industrialización, el desarrollo económico y la crisis climática «han hecho mella en nuestros recursos hídricos». Todo ello, combinado con la contaminación del agua, la extracción excesiva y la falta de una gestión coordinada, ha creado «una compleja mezcla de retos superpuestos», indicó QU Dongyu.
Finalmente, aseveró: «El aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, la sequía y las inundaciones están ejerciendo presión sobre nuestros ecosistemas, con consecuencias nefastas para la seguridad alimentaria mundial. Los pequeños agricultores, en especial los pobres, las mujeres, los jóvenes, los pueblos indígenas, los migrantes y los refugiados, resultan los más vulnerables».
EFE
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