Estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) muestran que desde el año 2000 el suicidio aumenta en países de América, mientras disminuye en el resto del mundo. En Venezuela, el Estado dejó de publicar el Anuario de Mortalidad en 2014. Siete años después, en 2021, publicó el de 2016, que es el más reciente. Esta opacidad informativa impide calcular tasas precisas de suicidio en el país.
Matías Irarrázaval, asesor regional en salud mental de la OPS, aseguró a DW este año que “no existe una causa única que pueda explicar las tasas crecientes, sino que, más bien, existe una combinación de factores individuales, sociales y culturales”. Dentro de los factores socioeconómicos señaló el desempleo, la pobreza y la falta de acceso a atención médica.
Además de la pérdida o falta de trabajo, la escasez de recursos económicos y la poca o nula atención médica, la OPS suma como factores de riesgo el ser víctima de algún tipo de abuso, vivir experiencias traumáticas, padecer trastornos mentales y/o consumir estupefacientes.
Aunado a dichos factores, la pandemia de COVID-19 impactó en el aumento de suicidios en el mundo al alterar el funcionamiento de los servicios esenciales de salud mental, situación que incrementó la prevalencia de enfermedades mentales. “Otras emergencias humanitarias, incluida la migración, agravada por la crisis climática global, también representan una amenaza importante para la salud mental”, precisa la organización.