Lapatilla
Los editores y librerías en Venezuela están tratando de sobrevivir a la larga crisis económica del país y a la altísima inflación vendiendo textos usados y un puñado de libros nuevos de escritores venezolanos, dijeron libreros.
Por Johnny Carvajal / Vivian Sequera / reuters.com
Traducción libre lapatilla.com
Hace más de una década comenzó una reducción drástica en el número de editoriales, imprentas y librerías, cuando el gobierno implementó controles cambiarios, reglas sobre la distribución de libros de texto escolares y restricciones a las importaciones.
Aunque la actividad económica disfrutó de una ligera recuperación en 2021 y 2022 cuando el gobierno alivió los controles cambiarios, lo que llevó a muchos a usar dólares en lugar del bolívar enormemente devaluado, el respiro fue breve, y la inflación alcanzó el 398% interanual en julio.
Hace una década el gremio de libreros y editores del país contaba con 110 afiliados, dijo su presidente Julio Mazparrote. Ese número se ha reducido a 25.
Muchas librerías en la capital, Caracas, ahora tienen ofertas limitadas, en su mayoría de segunda mano, y el número de clientes es bajo.
“El poco dinero que tiene la gente se destina a la comida“, dijo Mazparrote, de 54 años, quien heredó de su padre una pequeña editorial de libros de texto, que dirige desde una casa de dos pisos en el oeste de Caracas. “El quid de la cuestión es que no hay dinero“.
La inflación renaciente está devorando los ingresos de muchos venezolanos, haciendo que productos básicos como alimentos y medicinas sean prohibitivamente caros incluso para aquellos con acceso a dólares.
Las editoriales de libros de texto como Mazparrote estuvieron entre las primeras en sufrir un duro golpe, cuando en 2011 el Ministerio de Educación limitó el uso de libros de texto de editoriales privadas en las escuelas públicas, que habían representado alrededor del 80% de su negocio. El gobierno no ha impreso libros de texto desde 2018.
De las 25 editoriales de libros de texto que existían hace 13 años, sólo quedan ocho, afirmó Mazparrote.
Los ministerios de Educación y Comunicaciones no respondieron a las solicitudes de comentarios.
La migración de unos 7,3 millones de venezolanos ha ayudado a paliar la escasez de libros, ya que quienes emigran buscan regalar o vender textos.
“El éxodo de personas que han abandonado el país… significa que hay oferta de libros“, dijo Rómulo Castellanos, de 50 años, que dirige la librería Gran Pulpería de Libros Venezolanos en el norte de la capital. Vende libros usados por entre 1 y 3 dólares.
El salario mínimo mensual equivale a unos 5 dólares.
Aunque las ventas han disminuido, “gracias a Dios hemos podido sobrevivir y surfear la ola”, dijo Castellanos.
Los bibliófilos sin fondos tienen esperanza gracias a un hombre: Francisco Suárez, de 60 años, que dirige una pequeña tienda en el centro de Caracas.
“Si necesito regalarlo, no hay problema“, dijo Suárez, quien suele dejar libros en el polideportivo de su localidad y en plazas cercanas y reparte textos de Miguel de Cervantes o del poeta Miguel Hernández en el autobús.
“Si alguien dice que no tiene el dinero, se lo daré“, dijo. “Los libros son mágicos“.