La pasión por la gastronomía, un jurado implacable y los platillos más deliciosos son algunos de los ingredientes que conforman la receta del afamado programa culinario español MasterChef. La edición 11 estuvo dotada de numerosos contrastes, pues por primera vez un sacerdote cautivó la atención entre los concursantes y su participación en el reality fue toda una hazaña. Su nombre es Marcos Julio García Sánchez y es venezolano.
El dominico se enfrentó a la difícil prueba de expulsión donde tuvo que despedirse de la gala. Las emociones eran visibles en el set, así como la polémica entre los competidores que aún causa revuelo. La Patilla descubrió la verdadera razón por la que el criollo no usó el popular “pin de la inmunidad” y revelará la trama detrás de cámaras. Prepárate para la escena más interesante protagonizada por un devoto admirable que hizo historia con su entusiasmo, inagotable fe y buena sazón.
Su camino hacia el convento comenzó desde muy joven, gracias a la influencia de las dominicas venezolanas de Santa Rosa de Lima. Fue allí donde sintió por primera vez el llamado a la vida religiosa, con asombro por la alegría y espontaneidad de estas hermanas.
“Quería ser como ellas, porque además del hábito que portaba la madre Georgina Febres Cordero, me gustaba su comportamiento, la hermandad”, reveló Fray Marcos mientras evocaba su infancia. No obstante, la pasión por la comunicación también le cautivó, y tras ingresar a la vida religiosa y tener sus votos temporales como fraile a los 19 años, decidió explorar esa fascinación. “Me enamoré del periodismo como si fuera una persona“, expresó con entusiasmo. Tras obtener su título en Comunicación Social, trabajó en televisión y radio en Mérida antes de regresar al convento.
La vida religiosa parecía ser su destino, pero la pasión por el periodismo aún ardía en su interior. Su experiencia en el canal de noticias internacional NTN24 y el apoyo de su destacada jefa, Idania Chirinos, lo motivaron a seguir sus sueños. Sin embargo, la serendipia jugó un papel fundamental en su travesía hacia el sacerdocio.
“Me sentía indigno de ordenarme sacerdote, pero cuando llegué a España en enero del 2020, que me cambiaron para acá, me mandaron a una ciudad muy linda donde nació la gran santa y doctora de la Iglesia, que es Santa Teresa de Jesús. En plena pandemia me puse a ver la serie de Santa Teresa de Jesús por YouTube. Vi todos los capítulos y me conmovió tanto que sentí que Dios a través de esa película me hacía un llamado un poco más profundo, más de cerca y era ser sacerdote”, admitió.
En ese momento, dos jóvenes frailes le instaron a ordenarse y, en un acto de fe, dio un giro definitivo a su vida. Fue el 24 de mayo de 2021 cuando Fray Marcos García se convirtió en sacerdote.
Fray Marcos también halló en la cocina otro refugio, siendo aún un niño. “A los 11 años descubrí que tenía vocación de cocinero porque me gustaba mucho cocinar, el olor“. Recordó con nostalgia esos sábados en su casa, donde el tocadiscos llenaba el ambiente con música a todo volumen, mientras el aroma de la limpieza y los guisos inundaba cada rincón. “Ese olor me sugiere mucho a hogar, a familia“, expresó.
Aún así, no le permitían desenvolver sus habilidades culinarias, debido a la mentalidad conservadora de sus abuelas andinas. Pero eso no detuvo a Fray Marcos, quien encontró en su vecina Fátima un espacio para explorar su pasión. “Yo iba a cocinar, era muy jovencito y a ella no le gustaba cocinar”, relató. Su “conejillo de indias” era el esposo de la vecina, quien disfrutaba de los platos improvisados de Fray Marcos tras sus partidos de fútbol y de algunas “frías en la cabeza”.
“Él fue el que soportó todo”, aseguró entre risas. La gratitud y el amor que recibía por sus creaciones gastronómicas eran el combustible que alimentaba el ánimo de Fray Marcos. “Además descubres que te motiva porque lo haces con el corazón”. Para él, la cocina va más allá de la mera técnica y los ingredientes; es un acto de dedicación y expresión personal. “El cocinero siempre entrega lo que es”, enfatizó. La comida que prepara es el reflejo de su ser, de su esencia.
La cocina, según Fray Marcos, trasciende los límites físicos y se convierte en un arte espiritual. Citando a Santa Teresa de Jesús, nos develó: “‘En los cuchillos también está Dios’, es decir, en las ollas, en la hornilla, ahí también está Dios”. Para él, cada ingrediente, cada preparación es un acto místico que conecta con lo divino. Y es en las casas humildes de Venezuela, donde la despensa no está repleta pero la comida es sublime, donde se encuentra la verdadera magia culinaria.
“Doy gracias a Dios, porque no tengo dinero, pero sí tengo amigos que me invitan y he ido a restaurantes de cinco estrellas Michelin, de tres estrellas, aunque sea de una estrella o restaurantes reconocidos, que son exquisitos, y a lo mejor no te dan de lo que por ejemplo las hermanas dominicas en Mérida cocinan, que con una pechuga hace una comida para 22 personas, y queda riquísimo el arroz, con sabor”, admitió.
Pero todo lo que sabe el sacerdote merideño sobre comida lo ha cultivado con la mera experiencia al observar a otros realizar platillos excelsos. “La mayoría lo he aprendido de manera empírica, de amigos que cocinan, de gente que cocina muy rico”.
La cocina, para él, es como la música, algo que se absorbe a través de la visión y la práctica. Ha escudriñado en la mesa y cocinas de otros, y ha dejado que ese conocimiento se filtre en sus creaciones.
Fray Marcos es un cocinero por excelencia y pareciera que después de Dios, la gastronomía representa lo más especial para él. “A veces digo que tengo más ganas de cocinar que de vivir”, confesó. A donde va, siempre tiene el anhelo de preparar los más exquisitos platillos con total dedicación y crear sabores es un privilegio que disfruta. Rememoró que, en diciembre del año pasado, se encontraba reunido en una velada increíble y le pidieron que hiciera unas reinas pepiadas. En esa oportunidad ideó un auténtico arroz con pollo al vino blanco que fascinó a todos y sirvió a la mesa una inesperada propuesta.
Aunque, reconoció que la producción no sabía que era sacerdote. En ese instante aún lo invadía la indecisión de participar. “Le dije a mi entrenador: ‘¿Cómo hago para sacármelos de encima? Es que tengo que pedir muchos permisos y la verdad que no me apetece, y con hernias lumbares y cervicales’”. Fue entonces cuando pensó que lo mejor era contarles, con la idea de que desistieran, pero el interés en él fue mayor. “Aquí en España hay una aversión en contra de lo que sea Iglesia, curas y tal, pero resultó peor, porque al ser fraile dominico, se le abren más las expectativas y el apetito de que un fraile esté participando con ellos”.
Explicó que fueron hasta el convento para llegar a un convenio. Aseguró que quería que lo escogieran por sus conocimientos en las artes culinarias y su deseo de demostrarlos, más no por el hecho de ser fraile. Paralelamente, afirmó que el siguiente paso fue comunicarle a su superior. “Le dije poquito a poquito, porque a los frailes hay que darles las cosas como por gotero y todo, poquito a poquito la información. Y mi superior me dijo: ‘perfecto, cuánto tiempo será’”. Finalmente, le brindaron el apoyo que necesitaba y se siente plenamente agradecido.
“Todo partió de que Fray Pedro fue muy condescendiente, para ser un hombre de 69 años, entendió que quería hacer promoción vocacional, que mi pasión es la cocina y entonces me dejó ir, lo que no se esperaba era que fuera tanto tiempo”. Manifestó que uno de los desafíos más grandes que enfrentó fue que lo aislaron al punto de impedirle celebrar la eucaristía. “Una de las cosas que más me torturaba emocional, psicológica y espiritualmente. Soy de eucaristía diaria y también a ver a los frailes. Ya era bastante con tener a mi mamá y a mi familia lejos, en una Venezuela como la que está para también alejarme de mis frailes”,
Le concedieron la oportunidad de asistir los domingos a la misa y regresar. Explicó que había muchas reglas que seguir, así como una privacidad que debía cuidar, las cuales respetó hasta el último momento. “Estábamos internos, nos quitaron los celulares, las computadoras, no teníamos contacto con el mundo externo, a no ser para ir a grabar en exteriores. No nos dejaban hablar ni saludar a nadie en las estaciones de metro. Fue parte de una disciplina para poder lograr lo que tenemos con MasterChef que no se han hecho spoilers”.
Su primer encuentro con los expertos culinarios fue todo un festín para los sentidos. Presentó unas mollejitas de pollo en coco, un plato típico de su tierra natal, el Sur del Lago de Venezuela, acompañado de arroz con ají dulce venezolano y arepas de plátano con queso crema y aguacate a la vinagreta. Este manjar exótico nunca antes probado en el Viejo Continente despertó la curiosidad y deleitó los paladares de los especialistas, aunque sus rostros inexpresivos no dejara entrever su aprobación. Sin embargo, uno de ellos sucumbió ante la magia de la descripción de Fray Marcos y se dejó llevar por la imaginación de sabores y aromas.
Con una sonrisa y la cuchara en mano que le daba el acceso al programa, el fraile dominico reveló el nombre de su creación culinaria: “¡Qué molleja e’ bueno!“. Este juego de palabras, cargado de picardía y arraigo zuliano, capturó la esencia de su plato y desató risas en los presentes. Fray Marcos no solo ha dejado en claro su talento para la cocina, sino también su habilidad para contagiar alegría y compartir su cultura a través de los fogones.
De allí en adelante, Fray Marcos siempre tuvo una convicción inquebrantable de avanzar en el programa y dejar su huella. “Tenía una seguridad enorme, en que lo podría día a día hacer bien“, mencionó con confianza. “Mis platos estaban buenos y yo les estaba brindando un sabor diferente, caribeño, un plato con sabor, porque a la vida hay que ponerle sabor, como decimos en el programa“.
Su determinación y fe en sí mismo fueron pilares fundamentales para su éxito, en medio de la sencillez y humildad que lo caracteriza. A pesar de los desafíos y el desgaste físico y emocional que implicaba la convivencia con otros concursantes tan diversos en pensamiento y religión, Fray Marcos encontró la forma de compaginar con cada uno de ellos.
“Cómo un fraile puede ser amigo de un DJ de discotecas de ambiente gay, cómo un fraile puede ser amigo de un hombre que ha sido tan mujeriego como Francesc y que ha vivido la vida aquí y allá, que tiene cuatro hijos de tres mujeres diferentes, una cosa así que es como que uno deconstruye, uno va deconstruyendo ese personaje y Francesc se lo toma con mucho humor y es un tipo desenfadado, sincero. Debajo de unos pendientes y de un tatuaje y debajo de un hábito hay dos seres humanos que se entendieron, que se supieron entender como hijos de Dios, que se supieron respetar frente a Dios”.
Añadió que “la convivencia se hacía a veces difícil por la intransigencia de algunos, pero a veces muy fácil cuando me sentaba y me iba para mi habitación”, admitió el religioso. “Soy mi psicólogo, eso es lo que pasa y me digo: ‘¿Cómo tengo que actuar aquí?’. Trato de ponerme en el pellejo de los demás, de escuchar además de esa herida humana, histórica. No solamente la palabra verbal, lo que sale de nuestra boca, sino la gesticulación, la voz”.
Fray Marcos ratificó que tomó la decisión correcta al no usar el pin de la inmunidad por diversos motivos y es que en sus propias palabras “el corazón tiene razones que la razón no entiende” y dejó claro que ama su estilo de vida sacerdotal. Cuando su instinto le anticipa que sus prioridades y tranquilidad están en peligro, prefiere retirarse del juego. “Tenía mucha dependencia emocional, y también la tenían algunos conmigo. No me gustaba, estaba también prestándome para el show y fui solo a cocinar. Pero más que eso, también fue por ser solidario con mis compañeros”, agregó.
El cansancio lo acechaba cada vez más, las hernias comenzaban a causarle mucho dolor, además se sentía agotado espiritualmente, tenía el anhelo de reunirse nuevamente con su comunidad y ocuparse de las labores que dejó pendiente antes de grabar en el programa. “No me quería aferrar al pin y por eso dije: ‘No vengo a aferrarme aquí a nada ni a nadie, vengo a cocinar y eso es lo que quiero’, por eso, para ser solidario con mis compañeros y a la gente que quería, entregué el pin y ya, pasó lo que pasó”, reveló.
La participación de Fray Marcos en MasterChef España también ha tenido un impacto significativo en la percepción de la Iglesia católica y la fe en la sociedad hispana, especialmente en este momento que experimentan una renovación.
“Me quedo perplejo de recibir tantos mensajes, pero tantos, no tienes idea”, contó. “Gente de la comunidad LGTB, de aceptación, de ‘gracias por acercarme a Dios’, o ‘Padre era ateo y estoy acercándome un poquito más a la fe de la razón, como usted lo explico allí’ (…) Dios va haciendo a través de quienes nos disponemos para que Él obre en los demás”.
El sacerdote se muestra consciente de los cambios que atraviesa la Iglesia y del dolor que a veces puede implicar el crecimiento y la transformación. Sin embargo, consideró que esta transición es necesaria y tiene un propósito mayor.
“Tenemos que aceptar que la Iglesia ya no es la misma de hace unos 50 años atrás aquí en España, pero eso no quiere decir que vaya para peor“, enfatizó con optimismo. “Los jóvenes están muchísimo más comprometidos que yo, que soy religioso. Hay una necesidad de formación, ¿sabes por qué? Porque tenemos mucha información. Pero tenemos muy poca formación“.
El fraile dominico se muestra esperanzado ante el futuro de la Iglesia y cree que las nuevas generaciones están liderando este proceso de cambio. Su participación en MasterChef España ha sido un catalizador para acercar a creyentes y no creyentes a la fe y la Iglesia, al demostrar que el amor por la cocina y hacia Dios no están reñidos.
“Hay una avalancha que nos permite decir sí, estamos viviendo en este momento y está doliendo, pero es que la luz entra por las heridas, o sea, las heridas me van a dejar una cicatriz que me van a hacer recordar lo que fui, lo que quiero ser y lo que soy ahora. Pero si eso no lo tenemos claro y no vemos a la historia y al futuro de la Iglesia como voz de esperanza, óyeme luego lo primero que vamos a salir muy mal, somos lo que supuestamente creemos”, acotó.
Para Fray Marcos, esta experiencia marcó un antes y un después en su vida. Aunque no busca la fama ni la notoriedad, reconoció que su participación en MasterChef ha abierto nuevas puertas y oportunidades. Aspira difundir la palabra de Dios, fomentar la educación y los buenos modales en una sociedad que pareciera haber olvidado su importancia. “Hablemos de Dios sin pronunciar su nombre”, así resaltó el valor de transmitir mensajes positivos a través de gestos cotidianos, como una sonrisa o un saludo amable.
Por otro lado, el camino hacia el éxito no ha sido fácil para Fray Marcos. Acostumbrado a pasar desapercibido, ahora se enfrenta a multitudes que le reconocen y le piden autógrafos en cada esquina. A pesar de ello, mantiene la humildad y se apoya en la oración para mantenerse enfocado en su misión vocacional. Admitió que el programa ha despertado el interés en su proyecto “Predicocinando”, donde fusiona su pasión por la cocina con la predicación. Mediante la paciencia y el equilibrio, busca entregar un plato lleno de bendición a todos los que le siguen.
“A nadie le interesaba, ahora que Fray Marcos, el fraile que sale en MasterChef, que tanta gente me quiere gracias a Dios, escucha ‘Predicocinando’ ya la gente se vuelve como loca“.
Su personalidad pintoresca y positiva le permitió caer en gracia ante el jurado del programa culinario. Después de su expulsión, instaron al sacerdote a que siga adelante, especialmente con el proyecto “Predicocinando”. Sin titubeo, no hubo más que expresiones de gratitud hacia Samanta, Jordi y Pepe. “Me doy el lujo de que tienen mi número, y quedamos como amigos. Me dicen cosas muy muy motivadoras. Son unos tipazos de verdad y les tengo muchísimo cariño (…) me caen muy bien y han ayudado a muchísima gente”.
Ante la pregunta sobre sus planes futuros, Fray Marcos reveló su deseo de descansar y pasar tiempo con su madre en La Palma, un viaje que ganó cuando obtuvo el pin de inmunidad. Sin embargo, “Predicocinando” es su horizonte, un proyecto que está en constante demanda por parte de sus seguidores.
Asimismo, no planea detenerse en su labor de captar vocaciones religiosas, espera navegar hacia aguas más profundas para lanzar las redes y encontrar a aquellos que deseen seguir su camino. A pesar de los compromisos con MasterChef, que continúan tras su eliminación, el fraile mantiene su respeto hacia el equipo humano y técnico que hace posible el reality.
“La verdad es que a donde vaya lo diré, son un equipazo y gracias a ellos, las pantallas en muchos lugares del mundo se llenan con imágenes de MasterChef“.
Para el fraile dominico, la tierra venezolana es un banquete de sabores y recuerdos. Desde las comidas tradicionales preparadas por su madre hasta los cultivos en su hogar, donde el maíz, el plátano, la yuca y los ajíes dulces y picantes crecen exuberantes.
Con un corazón cargado de añoranzas, manifestó: “Extraño cada rincón de Venezuela que pude conocer, con el sueño y la ilusión de volver algún día”.
Con todo, más allá de los manjares culinarios, es el espíritu venezolano lo que realmente añora. Desde la jocosidad de la gente que, incluso en medio del desespero, encuentra motivos para soltar una carcajada, hasta la calidez y la belleza de las playas y montañas. “La extraño toda porque la llevo entre el pecho y la espalda, ahí está guardadita”.
Con una bendición hacia su amado país, Fray Marcos exhortó a sus coterráneos a cocinar una receta de vida equilibrada. Inspirado por las familias venezolanas que, con creatividad y amor, transforman simples ingredientes en platos cinco estrellas, nos insta a ser amables, cariñosos, sencillos y humildes. “Recordemos que la vida es una receta y depende de nosotros que sea buena”, añadió con sabiduría.
Así, con sus palabras llenas de esperanza, Fray Marcos García se ha convertido en un verdadero chef de historias exitosas que inspira a crear nuestra propia fórmula de vida con pasión y equilibrio.