Controlar las finanzas personales es crucial para cualquier persona, pero mucho más para las mujeres. En el caso venezolano la crisis humanitaria, los trabajos precarizados y la disminución de las mujeres en el mercado laboral formal se ha convertido en una combinación peligrosa porque se traduce en dependencia y limitaciones. Encuestas e investigaciones muestran que a medida que las mujeres tienen menores y peores ingresos, disminuye sustancialmente la autonomía sobre su vida y desarrollo, lo que se convierte en la diferencia entre alcanzar una meta o conformarse con un rebusque
El estado financiero no es un asunto de entidades bancarias. Comprender y controlar las finanzas personales es crucial para cualquier persona, pero mucho más para las mujeres porque a mayor control de sus finanzas se traduce en un símbolo de independencia que les brinda autonomía para decidir sobre sus vidas y su desarrollo.
Pero en Venezuela la combinación de una sostenida crisis humanitaria, trabajos precarizados y la significativa disminución de las mujeres del mercado laboral formal han configurado un escenario que se muestra en las cifras: mientras empeoran los ingresos, las mujeres son más dependientes y están limitadas a tomar decisiones sobre sus propias vidas. Esto hace la diferencia entre alcanzar una meta o conformarse con el rebusque diario.
Quienes se definían como trabajadoras por cuenta propia se convertían en el segundo grupo: más de 25% aseguraba que no tenía autonomía en sus decisiones.
El tercer grupo que se señalaba con menos capacidad para poder tomar decisiones en aspectos relacionados a su desarrollo personal eran las trabajadoras del sector público, un número que supera el 18% de las entrevistadas.
Otro dato destacado que revela el estudio realizado por la encuestadora es que a pesar de que 64,8% de las mujeres consultadas señalaban que tenían alguna ocupación o actividad que les generaba algún tipo de ingreso, la proporción ante la pregunta de si tenían autonomía para decidir sobre aspectos esenciales de su vida, 50% respondió que NO, es decir que resultó prácticamente igual que aquellas mujeres que no estaban generando ingresos (49%).
A esto se suma, lo que se conoce como brecha salarial de género, la diferencia -muchas veces ni siquiera conocida- que existe entre los ingresos que perciben los hombres en comparación con las mujeres y esto ocurre cuando incluso hacen el mismo trabajo y ocupan los mismos cargos: en Venezuela esta brecha supera el 21%, según un estudio hecho por el Banco Interamericano de Desarrollo durante 2022.
Y no solo ganan menos por hacer el mismo o más trabajo que los hombres sino que en el caso de las venezolanas se han convertido en las que tienen la participación femenina más baja de Latinoamérica en el mercado laboral formal: pasó de 51% en el año 2013 a 37% para finales de 2021.
En la práctica, la respuesta reiterativa de las mujeres es que «todo lo que gano se va en los gastos de la casa», como responde Erlinda Mijares, de 52 años, quien tiene una bodega en La Vega y está a cargo de dos nietos adolescentes.
Mujeres de diversas zonas, ocupaciones y edades tienen en común un historial de sacrificios, esfuerzos y maromas para mantener a flote sus economías personales porque se termina mimetizando con la de sus hogares. La respuesta frecuente es que administran el dinero siempre priorizando el entorno familiar y ellas quedan fuera de la lista.
Al consultarles: ¿En qué gastan sus ingresos las mujeres? la mayoría coincide en que se va en comida, la gestión del hogar y la manutención de los hijos.
«Mis ingresos se van en mis tres hijos y sus gastos de escuela, meriendas y uniformes para el colegio. También compro comida y algunas cosas para la casa”, dice Yelis Arias, experta en oficios y habitante del sector Mirador, en Petare.
«Mis ingresos los gasto en cosas que necesito para la casa, en comprar comida y en lo que necesitan mis hijos. Con la otra parte le hago mantenimiento a mis lavadoras, pago a los motorizados y ahorro, si me da chance», comenta Nakary Torrealba, propietaria de un alquiler de lavadoras en el oeste de Caracas.
“Mis gastos hormiga son las tortas, los dulces, las galletas. También compro comida y cosas para la casa, gasto en mi hija, sus estudios y en los pasajes”, agrega María Salgado, experta en oficios y habitante de La Dolorita.