Un universo lúdico abre las puertas al conocimiento de la ciencia, la tecnología y las artes en Caracas. Se trata del Museo de Los Niños, inaugurado en 1982, con el objetivo de reforzar conceptos que se imparten en la escuela.
Concebido como “un aula sin muros que calma la ansiedad de los niños por saber”, en sus instalaciones todo se puede tocar, pues es esta una de las estrategias para enseñar desde teoremas matemáticos, leyes de la física, funcionamiento del cuerpo humano hasta cómo poner en movimiento un auto.
“Es un espacio mágico, aquí se aprende, se disfruta, todo es interactivo”, cuenta Saira Useche, quien recorre los espacios junto a su hija de 9 años.
Como ella, otros adultos evocan los recuerdos vividos – décadas atrás- en este lugar, cuando de pequeños intentaban comprender cómo funcionaba el mundo presionando botones y dejándose guiar por luces de colores.
“De mi infancia, acá fue uno de los mejores lugares que puede visitar, sobre todo, por esa curiosidad de nosotros los seres humanos en esas edades, de querer saber más en menos tiempo y, sobre todo, cuando no se tiene posibilidad de viajar”, relata Nancy Ramírez, quien ha traído a su hijo de 8 años, desde el occidental estado Táchira, a 800 kilómetros de Caracas.
El Museo de los Niños estuvo cerrado desde 2020 por pandemia y por no tener suficientes recursos para mantenerse, pero gracias a donaciones privadas, reabrió a comienzos de este año.
“Acá los niños pueden aprender de una manera más sencilla, por el hecho de que no están sentados en un pupitre explicándole un tema complicado, con ejemplos que ellos puedan entender fácilmente” , explica Samuel Salas, guía del museo.
La exprimera dama de Estados Unidos, Hillary Clinton estuvo en este museo, en 1997, durante una visita oficial del entonces presidente Bill Clinton a Caracas.
Aunque hoy algunos de sus módulos siguen cerrados y otros no se han actualizado con nuevas tecnologías, cientos de infantes y adultos continúan haciendo un viaje por el Museo de los Niños y – como dice su eslogan- por la maravillosa realidad.