Cristina Salazar tomó los documentos más importantes y las cenizas de su esposo y las colocó en un “lugar seguro”; luego subió las mesas de noche encima del colchón y se quedó prácticamente sin espacio para dormir. Así queda más tranquila: no quiere que una inundación la tome desprevenida.
Un río pasa por detrás de su casa, a pocos kilómetros del sector El Castaño, golpeado el lunes por un aluvión en Maracay, Venezuela. Las redes sociales explotaron con advertencias sobre la crecida del río, localidades fueron evacuadas.
“Mejor no estar con corredera, así duermo tranquila”, dijo por teléfono a la Voz de América esta ama de casa de 66 años.
Algunos de sus vecinos pasaron el día protegiendo sus objetos de valor. Otros optaron por hacer maletas e irse lejos de los ríos que puedan desbordarse.
Tres personas murieron un día antes en el deslave que golpeó este sector montañoso de Maracay, en el que se mezclan urbanizaciones muy acomodadas y algunos barrios rurales.
“El río vino arrastrando piedras, arrastrando carros”, relató a la VOA María Elena Rodríguez, de 55 años, mientras sacaba lodo de una panadería donde trabaja en El Castaño.
“Aquí en la panadería todo navegó, todo se llenó de barro, lodo, gracias a Dios nada más fue eso”.
En efecto, todo estaba lleno de barro. Desde el piso hasta las vidrieras con panes.
Este incidente siguió al mayor desastre natural de las últimas décadas: un aluvión que arrasó hace 11 días con el pueblo de Las Tejerías, en el estado Aragua (norte-centro), del que Maracay es capital, donde 54 personas murieron y ocho continúan desaparecidas, según el último saldo de las autoridades.
Venezuela experimenta lluvias atípicas que han ocasionado daños en varios estados.
“Este año ha sido muy difícil el tema de las lluvias para todo el país”, dijo el lunes el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien dice haber visto en 2022 los peores desastres naturales en sus nueve años y medio de gestión.
“No se espera la formación de ciclones tropicales en los próximos cinco días”, aclaró en Twitter el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología, que desmintió un reporte “extemporáneo”, de junio pasado, sobre la llegada de un ciclón el miércoles.
Pero Cristina no confía y prefiere prepararse.
En El Castaño la imagen se repite: adultos, jóvenes e incluso niños, sacando escombros de sus hogares, ayudándose con palos para ganarle a la corriente que aún era fuerte el martes.
Otros trataban de levantar lo que quedaba de sus hogares, con techos y puertas caídas. En el camino muchos quedan clavados en el pantano.
Maquinarias del gobierno participaban en la remoción de gigantescas piedras, árboles, vehículos y barro que quedaron obstaculizando la carretera.
También se organizaron jornadas de vacunación.
“Ayuda por favor estamos inundados de lodo”, indicaba un cartel pegado en una casa en que viven unas siete familias de bajos recursos.
Ahí estaba Alejandro Hidalgo, de 47 años. “No hay electricidad, no tenemos agua, no tenemos alimentos, porque todos los negocios están cerrados a raíz de esto”.
“Tuvimos que hacer un cartel porque no aparecen, no nos prestan ayuda”.