Para Qué pasa en Venezuela
Por Martha Escalona Zerpa
Sin duda alguna «Top Gun: Maverick« es un logrado retorno del cine prototípico norteamericano, en el que el patriotismo, la propaganda militar, la presencia (explícita e implícita) de la CIA, son sus verdaderos protagonistas. Tom Cruise como Pete Maverick es el vehículo que corporiza a la perfección los ideales militares y los valores culturales e ideológicos de los EEUU.
Las estadísticas actuales de venta de «Top Gun: Maverick« arrojan una cifras impresionantes. Más de 1.000 millones de entradas de cine han sido vendidas para ver esta secuela de Top Gun luego de su pomposo y heróico estreno en el Festival de Cine de Cannes, el pasado mayo 2022.
Inmersos de sopetón en la guerra de la Rusia de Putin contra Ucrania desde el pasado febrero de 2022 y con ello el retorno de una nueva «Guerra Fría» y de una nueva «Guerra Económica y Energética» de Rusia contra Estados Unidos y los países europeos, “el mundo libre y democrático“ requiere una respuesta no solamente de la OTAN sino de los Estados Unidos como gran potencia militar y armamentista del mundo.
El mejor medio audiovisual de masas para esparcir un discurso propagandístico, es el cine y no el cine visto en casa vía streaming con Netflix o Amazon Prime, sino en las salas de cine a nivel global. Y Tom Cruise, resistente a envejecer, es el perfecto personaje para la propaganda de las más eficientes armas y cohetes de combate aéreo.
36 años después de la primera película (1986) aparece la continuación de «Top Gun: Maverick«. Imposible creer que ha sido solo una «coincidencia», aunque la película se haya concluído antes del estallido de la pandemia del covid19.
Según algunas fuentes, Top Gun de 1986 fue un directo desencadenante del 500% en el reclutamiento para pilotos de la Marina estadounidense. Se espera que la actual «Top Gun: Maverick» va a impulsar el reclutamiento de mujeres y hombres, en primera línea, norteamericanos para prepararse para tiempos en los cuales una «Tercera Guerra Mundial» es cada vez más factible.
La reaparición de Pete Maverick, como el estereotipo de hombre valiente y «correcto», representante del individualismo y del unilateralismo de la política norteamericana, no puede ser sino el paso lógico en la política exterior y de «superioridad militar» de Norteamérica.
Pete Maverick es escogido para una acción top secret y patriota, que tan sólo él es capaz de realizar exitosamente ante un peligro inminente que «amenaza la paz y la seguridad» de los estadounidenses y del mundo occidental.
Su función es la formación de una nueva generación de jóvenes pilotos de combate (hombres e incluso mujeres) frente a un enemigo no identificado, pero tecnológicamente amenazador. El denominador común es la valentía para luchar contra «las fuerzas del mal», que podrían ser países como Irán, Corea del Norte o en un futuro Rusia.
La expresión Top Gun se refiere a una academia de capacitación para pilotos de élite establecida a partir de 1969 por la Marina estadounidense en respuesta a las fallas que se dieron en los combates aéreos durante la Guerra de Vietnam. La película de 1986 ayudó a rehabilitar la imagen del ejército estadounidense en la cultura popular después de la derrota en Vietnam.
Tal como en la primera película, la producción contó con el apoyo del Ministerio de Defensa, el Ejército y las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, quienes alquilaron sus aviones de combate F-18, por más de 11 mil dólares la hora, y sus pilotos para las grabaciones. Los costos de producción alcanzaron unos 152 millones de dólares.
Tom Cruise, no solo actor sino también productor, se aseguró que él y el reparto hicieran un prolongado campamento de entrenamiento para manejar a los aviones y así no vomitar en la cámara o desmayarse durante las grabaciones.
Con pocas imágenes generadas por computadora (Computer Generated Imagery: CGI), «realismo» y detalles sobre equipamiento militar en primeros planos, vale la pena agregar que las autoridades militares norteamericanas se aseguraron de inspeccionar el guión de la película antes de contribuir a su realización.
Las contradicciones del sistema armamentístico estadounidense tienen ahora un punto de convergencia. La misma industria militar estadounidense, que propone el uso de drones y su manejo remoto por operadores humanos o mediante sistemas de inteligencia artificial aplicada al ámbito militar, es la misma industria que provee al gobierno estadounidense de la infraestructura de servicios a los más de 5 mil 700 aviones caza, aviones polivalentes y otros, que se mantienen en servicio y que demandan pilotos a la vieja usanza.
Siendo el déficit de pilotos una realidad, es evidente que los procesos de propaganda y relaciones públicas para aumentar los reclutamientos son necesarios. Más todavía en el complejo industrial-militar más costoso del mundo.
Tan sólo en este año, el presidente Biden pidió 753 mil millones de dólares de gasto global en defensa y seguridad nacional para el año fiscal 2022, pero finalmente se aumentó a 782 mil millones, sin referir al monto total que propiciará la «ayuda militar» a Ucrania en lo que queda de año.
La hegemonía militar estadounidense es una realidad, pero su épica triunfal y la supuesta rectitud de sus motivos es una farsa. Hay que entender esas dimensiones de manera diferenciada, de acuerdo a la magnitud de los actuales conflictos bélicos, y no solo en Ucrania, aunque éste tiene una fundamental relevancia geopolítica para toda Europa, los Estados Unidos, Canadá y Japón.