Los nuevos retos de la Casa Blanca, del palacio de Nariño y de la oposición venezolana.
Micro Análisis / @JesusSeguias
A estas alturas, en la oposición venezolana, en la Casa Blanca y en el Palacio de Nariño de Bogotá no debieran tener dilemas respecto a Venezuela. Hay varios asuntos que ya no resisten la más mínima discusión. Un cambio de estrategias es imprescindible, pues Venezuela ha llegado a un punto muerto que amerita un pronto desenlace.
Lo primero que debe estar claramente definido es que la ruta insurreccional y militar para expulsar a Nicolas Maduro del poder es inviable. Hoy todos los caminos conducen a un desenlace negociado y electoral a la crisis política de Venezuela ¿Alguien se atreve a discutirlo?
Asimismo, la realidad ha demostrado que las sanciones internacionales aplicadas con el propósito de provocar la expulsión de Maduro del poder fracasaron. Ahora hay que darle un nuevo propósito a las sanciones, y la Casa Blanca ya lo decidió.
Las sanciones a partir de ahora tienen como objetivo negociar una salida democrática a la crisis y teniendo a los venezolanos como los protagonistas principales de ese proceso. Este nuevo propósito implica nuevas estrategias, y donde la teoría de la confrontación radical se convierte en un grave obstáculo.
Y aquí, con estas realidades en la mano, comienza a armarse el nuevo algoritmo estratégico para resolver la crisis venezolana, cuyo desenlace democrático ya está claramente definido por toda, absolutamente toda la comunidad internacional ¿Alguien se atreve a discutirlo?
El desenlace electoral a la crisis política venezolana será en 2024, es decir, pasado mañana en términos pragmáticos. Este es un tiempo muy corto para los entuertos internos que debe corregir la oposición venezolana. Primarias, negociaciones, unidad y partidos son 4 ítems calientes. Cometen un grave error los opositores impacientes que están pidiendo el adelanto de las elecciones presidenciales.
Si la nueva ruta política en Venezuela es de carácter electoral, entre otras cosas porque todas las demás rutas están descartadas debido a su inviabilidad (¿o es que alguien se atreve a discutirlo?) entonces todas las estrategias deben estar alineadas con ese objetivo y debe haber un enfoque total por parte de los actores.
Tanto el foco estratégico como la alineación que debe existir entre la acción y los objetivos son principios básicos del liderazgo político. No hay peor desastre estratégico que proponerse como objetivo llegar a Alaska en el Polo Norte y terminar en las estepas de La Patagonia en el Polo Sur.
De manera que los venezolanos que quieren un cambio, y la comunidad internacional que decidió apoyarles, deben comprender que a partir de ahora los votos importan mucho. Y es en este punto donde el liderazgo opositor, la Casa Blanca y el Palacio de Nariño deben tener muy bien definidos sus próximos pasos. No pueden ni deben ir en contra vía del objetivo.LA DICTADURA DE LOS NÚMEROS
La más alta votación obtenida por la oposición venezolana en 22 años se logró en las elecciones parlamentarias de 2015. En ese entonces, 7.7 millones de electores votaron contra el gobierno. Esa población electoral ya no es la misma.
El éxodo produjo una merma significativa de la base electoral opositora. Se estima que en el exterior existen más de 3 millones de electores opositores (quizás 4 millones) que no están habilitados para votar en el exterior. Las condiciones migratorias irregulares de la mayoría de ellos impiden su derecho al sufragio. En las elecciones de 2021 las “dos oposiciones” que fueron a votar por separado no sumaron en su conjunto más de 4.5 millones de votos.
Esta cifra de votos es muy frágil para ganarle al chavismo. Y estoy partiendo de la premisa de que en 2024 habrá un sólo candidato opositor. Pero la hipótesis de un candidato único está muy comprometida por los altos niveles de desencuentros políticos, emocionales y personales que existe actualmente dentro de la oposición. El caos interno y la ausencia de reglas de juego democráticas al interior de sus partidos hacen más difícil la tarea unificadora.
Si continua el éxodo opositor, si continuan los desencuentros infantiles y a veces miserables entre los líderes opositores, si siguen implosionando sus partidos, si no se amplía significativamente la base electoral de 4,2 millones de votos lograda en 2021, a la oposición le será muy cuesta arriba ganarle al chavismo. Y estarán demás las excusas autocomplacientes.
Es útil recordar que después de la muerte de Chávez el chavismo tuvo una merma de 4.1 millones de votos. Esos chavistas que se fueron (y que aun residen y votan en Venezuela) quedaron en un limbo político pues la oposición venezolana (distraída en mirar su propio ombligo) fue incapaz de diseñar estrategias para seducirlos de manera orgánica.
Esa población electoral chavista (más no madurista) y ex-chavista es enemiga de los radicalismos, quieren la reconciliación del país, son ajenos al odio desatado hoy día, y conforman quizás la mitad (o un poco más) de ese 60% de venezolanos que no pertenecen al chavismo gobernante ni a la oposición. Ellos son una población electoral que puede hacer la diferencia en 2024 a favor del chavismo ¿Podrá Nicolás Maduro lograr el milagro de reunificar al chavismo? Ese será su reto.
Si en 2024 estos chavistas no maduristas y los ex chavistas no alineados tienen como opciones presidenciales a una oposición desarticulada, divida e imbuida en un deplorable torneo de insultos mutuos (tal como el que seguimos viendo hoy) es posible que volteen la mirada hacia sus antiguos camaradas.
Seguir subestimando a Nicolás Maduro es un pecado capital. Ha demostrado mucha mayor inteligencia política que el liderazgo opositor.
De manera que para la oposición venezolana, y por tanto para la Casa Blanca y el palacio de Nariño de hoy (no sabemos cómo será el Nariño de mayo en adelante), el retorno de la mayoría de los venezolanos opositores que están en la diáspora es de vital importancia estratégica. Y esto sólo se logrará con una mejora significativa de la economía y de la calidad de vida en Venezuela. El 82% se marchó por estas razones. Apenas el 6% se fue por razones políticas (Datincorp, Septiembre 2021).
Por tanto, es de perogrullo que la recuperación económica de Venezuela es una de las piezas clave de la victoria opositora en 2024. Los opositores debieran ser los más interesados en que mejore lo antes posible la calidad de vida de los venezolanos.
Además deben hacerlo por razones de principios políticos ante un pueblo muy empobrecido y lleno de sufrimientos. Es crueldad humana (y estupidez política a la vez) apostar al sufrimiento de la gente bajo el supuesto negado que eso acelerará un cambio de gobierno y dará buenos dividendos políticos a los apostadores.
Y es aquí donde tropezamos de nuevo con el algoritmo estratégico y el foco. El único objetivo consistente que le quedan a las sanciones económicas impulsadas por la comunidad internacional es el de propiciar negociaciones políticas y económicas. Enfocarse -tal como lo están haciendo ahora- en la crisis política, marginando a la crisis económica, es un error capital. Debido a ello, los venezolanos se sienten traicionados por sus políticos.
Hoy día la Casa Blanca de Biden, forzada por las realidades, está alineada con la estrategia que conduce a Alaska (y Trump hubiese hecho exactamente lo mismo). Pero algunos opositores venezolanos y algunos distinguidos senadores estadounidenses (a quienes se les agradece su intento por querer ayudar a los venezolanos) siguen confundidos y empeñados en ir a las estepas de La Patagonia.
Es hora de darle coherencia, alineación y foco a las estrategias. Dios quiera que en Bogotá no tengan la misma confusión.
Sin duda las sanciones económicas están perjudicando al gobierno, pero viéndolo en perspectiva harán más daño a la oposición y al país. En 2024, la diferencia entre la victoria y la derrota de la oposición puede radicar en los electores de la diáspora.