“El tema de la desnutrición es el más grave de Venezuela y me preocupa que incluso agencias internacionales están diciendo que ya las etapas críticas de la emergencia humanitaria compleja se han superado. Estamos en una situación de empobrecimiento del gran porcentaje de la población, pero hay una burbuja económica que hace de cortina y se está excluyendo por vía de la desigualdad a un sector importantísimo: los niños de cero a cinco años que están creciendo con problemas cognitivos. Un daño irreparable para el desarrollo de una generación en el país“, así lo considera Alfredo Infante, sacerdote de la parroquia San Alberto Hurtado y José Gregorio Hernández en La Vega, en Caracas.
ANA UZCÁTEGUI // LA PRENSA DE LARA
En sus 25 años de vida sacerdotal, le ha tocado evangelizar en zonas marcadas por los conflictos armados. Sus inicios fueron como misionero en Angola durante la guerra, actualmente se encuentra en una de las parroquias más violentas de la capital, donde en enero de este año fueron asesinadas 23 personas en enfrentamientos entre policías y megabandas criminales. El intercambio de disparos se incrementó en junio cuando el régimen de Nicolás Maduro intentó capturar al pran más buscado del país, el “Koki”, y las bandas del “Vampi” y el “Garbis” aún evadidas de la justicia.
¿Cómo ha sido el reto de ejercer el sacerdocio desde La Vega, zona marcada por la violencia?
Este año, La Vega ha sido noticia por el tema de las bandas armadas y cuerpos de seguridad del Estado, y la población ha estado en medio del fuego cruzado, pero lo más importante de La Vega es que es una zona con una tradición cultural muy fuerte, es una zona con vínculos comunitarios muy consistentes. Lo importante es que esa violencia que ha hecho tanto escándalo y tanto daño no es ejercida por la mayoría de la gente de La Vega, porque la mayoría es trabajadora, pacífica, emprendedora.
¿Cómo ha podido usted brindar esperanza en una zona que en junio fue un campo de concentración?
Por supuesto que hubo una confrontación, por supuesto que hubo una banda, la denominada banda del “Koki” que tuvo una expansión y una penetración y generó desplazamientos, generó confinamiento, generó terror psicológico en la población, pero lo que es importante también remarcar, a veces sólo se ve eso. Lo que hay que remarcar es que aquí en La Vega, que hay aproximadamente unos 120 mil habitantes, y la parte alta de La Vega más o menos son unos 60 mil habitantes, la mayoría es gente emprendedora, gente buena golpeada por estas situaciones de violencia, pero también dispuesta a organizarse, exigir sus derechos y recuperar los espacios que la violencia les quitó.
¿Qué resultado dejaron los operativos de seguridad implementados por el chavismo contra el “Koki”, el “Garvis”, el “Vampi”? ¿Lograron pacificar La Vega o fue sólo propaganda política?
Hemos monitoreado que las políticas de seguridad del Estado se trata de políticas letales, represivas que han dejado profundas heridas con la comunidad, y esas heridas tienen que ver con desplazamientos de familias, de jóvenes, pero los jóvenes se encuentran muchas veces en medio de dos violencias.
¿A qué se refiere?
Me refiero a la violencia que generan los operativos de los cuerpos de seguridad del Estado y de la violencia de las megabandas. Porque un joven de barrio para la Policía es un delincuente hasta que no demuestre lo contrario, y eso es muy lamentable porque tendría que ser lo contrario. Y por otro lado, también están amenazados por las bandas criminales. Yo suelo hablar de que hay dos tipos de reclutamiento por parte de estas bandas: un reclutamiento que llamo forzado, que es cuando la banda a través de sus tácticas y estrategias recluta a los niños contra su voluntad, y hay otro reclutamiento que es forzoso, es cuando las condiciones de vida son tan precarias que te ponen en una situación de vulnerabilidad y algunos jóvenes deciden ese camino.
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