Nueva York, 18 dic (EFE) / Ruth E. Hernández Beltrán.- Las tradicionales «bodegas» o tiendas de barrio en Nueva York, motor económico y de la historia de la ciudad pero también un lugar de encuentro de la comunidad, están viendo peligrar su negocio por la llegada de una serie de compañías de entrega de alimentos que prometen sus entregas en cuestión de minutos.
Los bodegueros temen que esta competencia lleven a estos negocios, casi todos de carácter familiar, a cerrar definitivamente justo cuando se recuperaban del impacto de la crisis causada por la pandemia del coronavirus, según coinciden Francisco Marte, presidente de la Asociación de Bodegas y Pequeñas Empresas, y Radhamés Rodríguez, de la United Bodegas of America.
No es casualidad que ambos sean dominicanos: de las 12.000 bodegas que se estima que hay en Nueva York, casi todas fuera de la zona céntrica, la mayoría están en manos latinas, seguidos por árabes, y según los datos de Rodríguez, generan entre 60.000 y 70.000 empleos.
Las bodegas no son meros comercios -destacan-, sino un lugar de encuentro para la comunidad, «donde llegan, hablan, se desahogan, ha sido un refugio seguro para todos».
Y aunque tienen servicios de entrega «tradicionales», a pie o en bicicleta, no pueden competir con empresas como Buyk, Gorillas, Gopuff o Doordash- que prometen entregas en 15 minutos o menos, mediante aplicaciones a las que el público accede con facilidad a través de la web. El secreto del éxito es que esas aplicaciones trabajan en un radio de una milla (1,6 kilómetros).
En una ciudad como Nueva York donde el tiempo es oro, su éxito está siendo fulgurante.
Durante el cierre por el coronavirus, que obligó a los neoyorquinos a quedarse en casa, las compras de comestibles en línea se dispararon hasta un 230 % en comparación con los niveles previos a la pandemia, según Gorillas, una de las aplicaciones que opera en Europa y que ha entrado al mercado de Estados Unidos a través de Nueva York, donde cuenta ya con 13 ubicaciones en cuatro de los cinco condados de la ciudad.
Gracias a un vacío regulatorio, estas compañías han establecido minialmacenes -en Brooklyn, Queens o Harlem- donde guardan entre 1.500 y 5.000 artículos: no son comercios tradicionales porque no están abiertos a los clientes, y solo los repartidores acceden a ellos. Algunos las llaman «tiendas oscuras».
Un estudio de estos lugares en Manhattan encargado este mes por la presidencia del condado, encontró que de los 22 que operan en la zona que evaluaron, sólo 4 están en áreas designadas para ese tipo de negocio (de alimentos), ha dicho la presidenta del barrio, Gale Brewer, al diario patch.com.
Brewer escribió a varias agencias de la ciudad el mes pasado, presionándolas para regular los nuevos negocios, que se aprovechan del hecho de que al ser un nuevo tipo de negocio, no se mencionan en las regulaciones de zonificación y licencias.
Contra los negocios «de toda la vida»
La llegada de las aplicaciones ha sido «como robarnos un mercado al que hemos servido toda la vida», afirmó Marte.
Los bodegueros aseguran que el impacto será «fuerte» porque se van a perder ventas y habrá bodegas que no podrán sobrevivir a la pérdida de clientes y al pago de alquileres de no menos de 4.000 dólares mensuales, más la electricidad, impuestos, seguros y salarios.
«Nosotros necesitamos licencias para comprar y vender y a lo mejor ellos con una sola licencia lo pueden hacer, y no necesitan muchos empleados.»
«Las bodegas ya sufríamos el impacto de la llegada de grandes almacenes como Costco y BJ’S, y ahora también con las aplicaciones que han llegado y se están acercando a nuestros vecindarios», comentó además Rodríguez.
«Sabemos que la tecnología es lo que acapara atención de todo el mundo y que tenemos que ponernos en esa onda. Veo que el Gobierno ha prestado atención y dado dinero a grandes compañías pero se ha olvidado que quienes hemos salvado a los barrios a los que damos servicio, empleamos muchas personas, estamos en contacto directo con la comunidad, sentimos con ellos y no queremos que las bodegas desaparezcan», afirmó.
El año pasado, en medio de la pandemia, el dominicano José Bello creó la aplicación mybodega.online en colaboración con la Asociación de Bodegueros y Pequeños Negocios para que los clientes de estos negocios pudieran hacer su compra en línea.
Con la entrada de las aplicaciones, las organizaciones de bodegueros latinos y la Asociación de Comerciantes Yemeníes Americanos han lanzado la campaña «Bodegueros con Tecnología» para recaudar 37.000 dólares para financiar mybodega.online, en un intento por ponerse al día con la tecnología.
«No hay que competir, se puede colaborar y nuestra compañía está abierta a colaborar con estos almacenes siempre y cuando quieran ayudar a las bodegas», dijo Bello a Efe. EFE
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