Sarah Ransome cuenta en primera persona su calvario. Revela cómo la reclutaron, detalla cómo la manipulaban, la violencia y el papel clave de la socialité británica en la macabra red pedófila del financista.
Por infobae.com
Temblando de terror, la joven bajó arrastrándose por la playa hacia el océano. Durante tres días había sido violada repetidamente por el multimillonario Jeffrey Epstein en Paedo Island, su refugio privado en el Caribe. A miles de kilómetros de su casa en Gran Bretaña, Sarah Ransome había sufrido abusos y hambre, y estaba prisionera. Pero estaba dispuesta a arriesgarlo todo para escapar.
“Sabía que había tiburones en el agua, pero tenía que escapar”, cuenta en una entrevista con el Daily Mail. Pero en ese momento, las bestias eran una alternativa bienvenida al infierno por el que había pasado. “En ese momento, la muerte era preferible a una violación más”, asegura.
Cuando estaba a punto de sumergirse en las aguas azules, un cuatriciclo interrumpió su plan. A bordo, viajaba una de las últimas personas que Ransome deseaba ver: Ghislaine Maxwell, la compañera íntima de Epstein. “Me puso la mano en la espalda y me dijo: ‘Está bien, cariño. Ven conmigo’. Y volví con ella a la guarida del monstruo”, reveló en su primer testimonio público del calvario que sufrió.
El escalofriante testimonio de Ransome, que ahora tiene 37 años, se conoce luego de que la Fiscalía estadounidense terminara de presentar su caso en el juicio por tráfico sexual contra Ghislaine Maxwell. El fiscal buscó mostrar a Maxwell, ex pareja y amiga de Epstein, como su cómplice en la captación de menores para satisfacción sexual del magnate, quien se suicidó hace dos años mientras aguardaba juicio en la cárcel por los mismos hechos.
Según cuenta al Daily Mail, su historia es atípica. La mayoría de las menores de las que se aprovechó Epstein procedían de entornos pobres. Ella, en cambio, procede de un entorno bien educado. Nació en una familia aristocrática escocesa: su abuelo materno era Lord Gordon Macpherson, segundo barón de Drumochter.
En 2006, cuando tenía 22 años, decidió romper con todo y marcharse a Nueva York. “Era joven e ingenua. No conocía a nadie. No tenía ni idea del nido de víboras en el que me estaba metiendo”, dice.
Dos semanas después de aterrizar en la ciudad, estaba en un club nocturno de Manhattan llamado Quo cuando se le acercó una hermosa joven llamada Natalya. “Tenía mi edad y estaba muy emocionada por encontrar una amiga”, dice Ransome. “Me preguntó por mi familia y por lo que hacía en Nueva York”.
“Le conté todo, cómo estaba sola, mis sueños de estudiar moda. Me pidió mi número y se lo di. Me pareció lo más natural del mundo”.
A los pocos días, Natalya la llamó para decirle: “Conozco a un tipo estupendo que es increíblemente rico. Es filántropo y ayuda a muchas chicas a cumplir sus sueños. Quiere conocerte”.
Esa misma semana, se encontró sentada junto a Epstein en un cine. Había diez chicas con él, todas jóvenes y guapas, dice. “Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que fui elegida por mi vulnerabilidad. Estaba sola en la gran ciudad. Ya había admitido que era un alma perdida. Jeffrey era carismático, encantador. Parecía realmente interesado en mí”.
“En mi ingenuidad, me sentí agradecida por haber caído de pie al conocer a estos nuevos amigos. No tenía ni idea de que me estaban preparando para entrar en el infierno”, agrega.
A la semana siguiente, Sarah recibió una llamada de Natalya.
Le dijo que un grupo de chicas iba a pasar un fin de semana en la isla privada de Jeffrey en el Caribe y la invitó. “El avión privado salía al día siguiente y no tenía que llevar nada porque todo lo que necesitaba estaba en la isla. ¿Qué joven de 22 años habría dicho que no? Pensé que me había tocado la lotería”, recuerda
Voló a la isla en el jet 727 privado de Epstein, ahora apodado “el Lolita Express”.
Revela que sintió la primera señal de alarma en el vuelo. Se quedó sorprendida cuando Epstein pidió a una de las chicas un masaje en los pies. Revela que durante el vuelo se quedó dormida y se despertó con fuertes gemidos procedentes de una cama situada en la parte trasera del avión. “Epstein estaba teniendo sexo con una de las chicas. No intentaron esconderse. Estaba horrorizada, nunca había visto algo así”.
Cuando llegó a la isla, le quitaron el pasaporte y el teléfono móvil.
Al día siguiente, su amiga del club nocturno se acercó y le dijo: “Jeffrey quiere verte”.
La condujeron al dormitorio de Epstein en la casa principal, donde él abrió la puerta vistiendo sólo una bata blanca. “Esa fue la noche en que me violó por primera vez. Me dijo que me quitara el vestido y que me tumbara en la mesa de masaje. Me dijo: Esta noche te voy a enseñar a ser una mujer. Yo gritaba para que se detuviera”, recuerda aún conmocionada.
Ransome sufría abusos sexuales todos los días en la isla, dos o tres veces al día.
La promesa de una plaza en una prestigiosa escuela de moda, combinada con las amenazas de muerte de Epstein contra ella y su familia, la hicieron entrar en una espiral emocional que, según ella, le permitió quedar atrapada en una red de abusos.
“Jeffrey me dijo que me mataría y mataría a mi familia si se lo contaba a alguien. Me convertí en una persona dependiente económicamente de él. Seguía creyendo que me ayudaría a ir a la escuela de moda”, dice.
Cuenta también que conoció a Maxwell en la isla. “Jeffrey me dijo que tenía que hacer todo lo que ella dijera”. Y dispara: “Él era el monstruo pero ella facilitó la tela de araña a su alrededor”.
Denuncia que fue ella la que ejerció torutua psicológica: “Podía ser mala en un momento y amable al siguiente”.
Las chicas que “satisfacían” los antojos depravados de Epstein recibían bolsos de diseño, sesiones de USD700 en la peluquería… En el caso de ella, Maxwell y Epstein le prometieron que le pagarían el prestigioso Instituto Tecnológico de la Moda de Nueva York.
“Ghislaine era una mujer que oscilaba entre la locura de la jefa y la figura materna”, afirma “Podía ser amable, sonriente, encantadora, lo que yo llamaba ‘Ghislaine la amable’. Ese era el lado de ella que veían los famosos. Pero también podía estar enfadada, ser cruel”.
Tras una serie de agresiones especialmente brutales por parte de Epstein, Sarah huyó a Inglaterra: “Fue en mayo de 2007. Simplemente huí. Estaba destrozada”. Llamó a su madre, que le compró el billete de avión de vuelta a Heathrow. Sarah vivió con miedo y se mudó 47 veces en los años siguientes.
“Espero que Maxwell sea declarada culpable.Ella permitió a Jeffrey hacer lo que hizo. Es malvada, una narcisista que piensa que no ha hecho nada malo. Para ella, no éramos nada. Espero que se haga justicia”, afirmó.