No se ayuda a la causa democrática venezolana en el exterior empaquetándola como un choque entre derecha e izquierda. Es un choque entre democracia y autoritarismo
En su exhorto a desmontar el interinato encabezado por Juan Guaidó, Julio Borges reprochó a la dirigencia opositora haberse enfocado mucho en actividades fuera de Venezuela, en detrimento de lo que sucede dentro del país. Sin intención de respaldar toda su perorata de la última semana, creo que en este punto específico el coordinador nacional de Primero Justicia tiene razón.
La oposición lleva año y medio prácticamente inerte en el interior de Venezuela.
Urge una estrategia en la que los ciudadanos puedan participar, más allá de votar en elecciones que siguen terriblemente viciadas.
Pero eso no quiere decir que la visión internacional de la disidencia deba ser apartada. Es un hecho indiscutible que los venezolanos no pueden enfrentar este horror solos. No se trata de mantener vivas las fantasías intervencionistas que, afortunadamente, ya solo siguen vigentes en unas pocas mentes alienadas de la realidad, sino de velar porque la mayor cantidad posible de gobiernos y demás actores internacionales se comprometan con la restauración de la democracia en Venezuela y actúen acorde.
Al no ser esta una tarea baladí, tampoco se debe proceder en ella a la ligera. Cada acción hay que meditarla con cuidado, sobre todo en un cosmos de realidades políticas que mutan rápido. Los cambios de gobierno en Estados que apoyaron a la oposición son especialmente delicados. La causa democrática venezolana ya perdió aliados importantes en México, Perú y Argentina. Debe hacer todo lo que esté a su alcance para evitar aun más pérdidas.
Lamentablemente dicho alcance es bastante reducido. La decisión la tienen los ciudadanos de los respectivos países, y lo que digan o dejen de decir al respecto extranjeros tiene un efecto poco o nulo. Ergo, lo más sensato que puede hacer la dirigencia opositora es procurar que, gane quien gane una elección, esa persona se mueva en atención a los intereses democráticos venezolanos. En otras palabras, que no se vuelva afín al chavismo, o neutral.
Algo que definitivamente no ayuda a lograr estos objetivos es el papel que desempeñó Leopoldo López durante su visita reciente a Chile, con solo dos semanas faltantes para el balotaje que determinará su próximo presidente. ¿José Antonio Kast o Gabriel Boric?
En caso de que no se hayan enterado, López se limitó a encontrarse con Kast, el ultraconservador que reivindica la dictadura de Pinochet. No solo eso, sino que participó en un acto de su campaña, en un claro gesto de respaldo ante Boric, un militante de izquierda que genera sospechas razonables por la presencia de elementos radicales, incluyendo al Partido Comunista de Chile, en la coalición que lo apoya.
Fue un mal abordaje. Francamente no veo ningún problema con que López se reúna con Kast para discutir asuntos relacionados estrictamente con la política chilena hacia el chavismo y con la migración de venezolanos a Chile. Pero no que haga proselitismo a su favor. Lo ideal hubiera sido que se reuniera con ambos candidatos y se mantuviera neutral para efectos de la campaña. Nos guste o no, Boric pudiera ser el próximo presidente de Chile. Negarse a tender puentes con él es necio. Alinearse explícitamente con su contrincante en una elección hiperpolitizada es peor.
Sobre todo porque, con Kast al mando, lo más probable es que el gobierno chileno siga siendo un aliado de la oposición venezolana, así sea solo porque a Kast le conviene para su propaganda ideológica y no porque sea un demócrata convencido (que no creo que lo sea). Esa certeza no existe con Boric, así que la dirigencia opositora venezolana debería redoblar esfuerzos con él.
No descarto, por supuesto, que López de hecho intentara concretar un encuentro con Boric pero que este lo rechazara. Después de todo, para la izquierda chilena más recalcitrante, que es parte de la base de apoyo a Boric, e incluyendo aquella que se distanció de Nicolás Maduro y compañía, la oposición venezolana es diabólica. Para muestra el ataque a López con huevos en una calle de Santiago. Pero el espaldarazo de López a Kast no apoya tal hipótesis.
Alguien pudiera invocar el pasado apoyo de Boric al chavismo como excusa para no tratar con él. Apoyo que fue manifiesto al menos hasta 2013. Pero hacerlo sin tener en cuenta sus críticas más recientes hacia el régimen venezolano, y sus pares en Cuba y Nicaragua, es cuanto menos manipulador. No digo que creamos ciegamente en el cambio de parecer de Boric. Pudiera ser falso. Un disimulo de campaña. Pero también existe la posibilidad de que sea sincero. A mi juicio, lo correcto sería aproximarse a él con cautela, pero aproximarse al fin. Si no se da el resultado esperado, por omisión no va a ser.
Espero que la dirigencia opositora aprenda la lección. Somos un país urgido de cuanto apoyo nos puedan dar. Las consideraciones ideológicas sobre quien lo ofrezca o pudiera ofrecerlo son secundarias. Solo se debe evitar tomarse de manos con dictaduras, o con gobiernos u organizaciones políticas irremediablemente alineadas con el chavismo (como Podemos en España).
La lección también debe ser para el público venezolano en general. No se ayuda a la causa democrática venezolana en el exterior empaquetándola como un choque entre derecha e izquierda. Es un choque entre democracia y autoritarismo, y así se le debe identificar.
Buscar el apoyo de izquierdistas no es pecado, ni debería ser determinante en decisiones de esta índole cuán a la derecha está un potencial aliado. Dudo mucho que López sea ideológicamente afín a Kast. Tal vez solo creyó que al reunirse exclusivamente con él ganaría puntos con un sector de la base opositora, muy activo en redes sociales, que equivocadamente cree que oponerse al chavismo es ser de derecha y que, ergo, entre más a la derecha, mejor. Craso error. Ser de derecha está bien, pero la derecha no tiene el monopolio sobre la disidencia venezolana.
Sacrificar los intereses del país por cálculos ideológicos internacionales es bastante egoísta. Por favor, no lo hagan.
PS: Le daré unas vacaciones decembrinas a esta columna. Este será su último artículo del año. Nos vemos en 2022. ¡Felices fiestas para todos!
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