No necesariamente los jóvenes sin afinidad con alguna corriente son indiferentes a la crisis política. Creo que muchos sí son opositores en el sentido literal del término
Cada vez que uso las palabras “jóvenes” o “juventud”, me siento viejo. No sé por qué. En un mes cumpliré 30 años. Ya no me sentiré tan ridículo cuando intente racionalizar este raro efecto dialéctico. Sobre todo cuando hable de adolescentes y de adultos que rondan las dos décadas de vida. Qué bueno, porque entonces me será mucho menos incómodo redactar artículos como este, que tiene por foco el grupo etario del cual Cronos, el Padre Tiempo, está a punto de expulsarme para siempre.
Recientemente dediqué esta columna a la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida. Hoy haré lo mismo con otro estudio estadístico de la Universidad Católica Andrés Bello: la Encuesta Nacional de Juventud (Enjuve). Además de la categoría temática repetiré la modalidad. Es decir, tomaré algunos datos llamativos de la encuesta para intentar darles contexto de manera relevante para nuestra situación nacional.
Comencemos. Con una muestra de individuos entre 15 y 29 años de edad, la encuesta halló que 44 % de los consultados dice que no se iría del país en este momento. Este fue el primer cálculo que me llamó la atención, pues no esperaba que fuera tan alto.
No es por fortalecer la narrativa de que «Venezuela se arregló», pero resalta que la permanencia confirmada sea una respuesta considerablemente más frecuente que «no dudaría en irme» (28 %). Tal vez la estabilización en el foso redujo la ansiedad sobre el futuro y el incentivo a emigrar. Cada vez más personas se dan cuenta de que en términos económicos ha habido un cambio en Venezuela y que el presente, aunque a años luz de lo ideal o siquiera de lo normal, es menos angustiante que el pasado de tres o cuatro años.
Pasemos ahora a algo que alarmó a muchos lectores de la encuesta: la identificación política. De los entrevistados, 37,0 % se manifestó afín a la oposición; 31,1%, afín al chavismo; y 31,9%, sin afinidad con alguna corriente
He visto a personas preocupadas porque los bloques no se diferencian mucho en tamaño. Creo que el detalle está en el término «oposición”. Una metonimia confusa. Probablemente, los consultados lo leen y no piensan en el acto de oponerse al régimen en sí mismo, sino en la dirigencia opositora. Lógico que pocos se identifiquen con ella. Así pasa en todas las edades, pues hay una crisis de representatividad, precisamente porque el liderazgo ha sido incapaz de lograr el objetivo opositor por antonomasia: el cambio político.
Entonces, no necesariamente los chamos sin afinidad con alguna corriente son indiferentes a la crisis política. Creo que muchos sí son opositores en el sentido literal del término. Solo que se oponen al régimen sin simpatizar con Juan Guaidó, Henrique Capriles, María Corina Machado, etc.
En cuanto a los jóvenes identificados con el chavismo, tampoco necesariamente apoyan todos al régimen hoy. Aunque nos cueste entenderlo, lo cierto es que hay personas que apoyaron a Hugo Chávez hasta el final, se consideran chavistas, pero retiraron su apoyo a Nicolás Maduro debido a una catástrofe humanitaria que ellas también padecen. Son los que creen, sincera pero erróneamente, que Maduro se desvió del camino de Chávez para desgracia del país.
Yo no me preocuparía tanto, entonces, por las identidades políticas. Mucho más inquietante es esto: 50 % de los consultados por la Enjuve dice que la democracia es el sistema político preferible. En 2013 ese porcentaje fue de 68,8 %. En cambio, 22,1 % dice que un régimen autoritario es mejor, cifra que en 2013 estuvo en 8,3 %.
¿Cómo pudo ocurrir esto? Quizá las generaciones más jóvenes, al no haber conocido nunca la democracia, ignoran que casi siempre es más eficaz estimulando una calidad de vida alta.
También las decepciones con una dirigencia opositora que se identifica como «democrática» pudieron contribuir. Muchachos que creen que la única solución al daño que hizo el chavismo es otra dictadura. La orfandad de liderazgo suele favorecer las tendencias autoritarias. Esto es cónsono con el surgimiento de comunidades, sobre todo digitales, de admiradores de autócratas como Marcos Pérez Jiménez, Francisco Franco o Augusto Pinochet. Quien las haya visto seguro habrá notado un alto componente de adolescentes y adultos muy jóvenes.
No creo que este problema se solucione si no se vuelve a entusiasmar a las masas por una política nacional que resalte los valores cívicos, cosa a su vez difícil mientras el chavismo gobierne y la oposición se quede estancada. Supongo entonces que nos toca a los ciudadanos comunes hacer un esfuerzo por mantener vivas las virtudes republicanas y democráticas, de manera que estén listas para florecer en un hipotético poschavismo. Eso sí se puede.
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