Si un heredero al trono de Países Bajos quiere ser jefe de Estado, debe casarse con una pareja que fuera de distinto sexo, pero el debate social planteó una pregunta clave: ¿Qué ocurre si, en pleno siglo XXI, la princesa Amalia quiere contraer matrimonio con una mujer? Será aceptada como reina, garantiza el Gobierno.
La pregunta la planteó un diputado del propio partido liberal (VVD) del primer ministro, Mark Rutte, que instó a aclarar si la princesa Amalia tendría que renunciar al trono en caso de querer casarse con alguien del mismo sexo, algo que el jefe de Gobierno zanjó diciendo que “no será un obstáculo” para el gabinete, sea quien sea el heredero al trono.
“El Gobierno cree que el heredero también puede casarse con una persona del mismo sexo y no ve un obstáculo legal permitir el matrimonio de un heredero con una persona del mismo sexo. Por lo tanto, el gabinete no considera que un heredero al trono o el rey deba abdicar si desea casarse con una pareja del mismo sexo”, detalló Rutte.
El problema, que no impedía a un heredero enamorarse de alguien del mismo sexo, sino que pudiera casarse con esa persona con el consentimiento oficial imprescindible del Ejecutivo y el Legislativo, plantea dudas sobre cómo lidiar con la sucesión al trono posterior: Rutte solo dice que debe quedar claro quiénes son los hijos en un matrimonio entre dos personas del mismo sexo y se deben hacer acuerdos al respecto si se diera el caso.
No queda claro si los niños adoptados o los concebidos, por ejemplo, a través de un donante de esperma o maternidad subrogada también serán elegibles al trono, algo que se tendrá que plantear al gabinete que gobierne en el momento en que realmente se dé ese escenario.
Aunque la Constitución neerlandesa se basa en la idea de la sucesión hereditaria, la forma en la que se organiza hoy en día el derecho de familia moderno no asume automáticamente como “hijos” solo a aquellos que descienden biológicamente de los padres que los conciben.
“El propósito de las disposiciones constitucionales sobre la sucesión es determinar sobre bases objetivas e inequívocas a quién pasará la monarquía y así lograr la certeza políticamente deseada con respecto a la sucesión”, agregó el primer ministro en funciones.
Sin embargo, añadió, es inevitable que exista “fundamentalmente una tensión con el sistema de sucesión” que recoge la Constitución neerlandesa, que precisamente apunta a determinar “sobre bases objetivas e inequívocas” quién será el rey o reina de Países Bajos, y quién lo o la sucede en el trono, es decir, se refiere a descendientes legales y a parentesco consanguíneo.
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Cuando la princesa Amalia, que aún tiene 17 años y no hay indicios siquiera de que quiera casarse con alguien en el corto plazo, decida contraer matrimonio, el Gobierno y las dos cámaras en Países Bajos tendrán que considerar la sucesión “a su debido tiempo” en caso de que haya hijos en la familia de la heredera que no sean descendientes legales de la misma.
En caso de debate en el futuro para alcanzar el consentimiento necesario sobre los herederos al trono, las dos cámaras “pueden, si es necesario, considerar la posición de la ley de paternidad de los niños nacidos del matrimonio” que sea relevante y aplicable en ese momento.
“No es apropiado ahora anticipar tal ponderación con respecto a la sucesión (…). Esto depende demasiado de los hechos y circunstancias del caso específico, que, como también se puede ver con respecto al derecho de familia, puede cambiar con el tiempo”, concluyó Rutte.
La propia Amalia nunca ha hablado públicamente de su sexualidad, pero el motivo de las preguntas parlamentarias a Rutte se originó tras la publicación el pasado mes del libro “Amalia, el deber te llama”, del abogado Peter Rehwinkel, en el que analizó esta hipótesis y concluyó que, en base a las normas actuales, si Amalia quisiera casarse con una mujer, debe renunciar al trono.
En 2001, el entonces secretario de Estado de Justicia, Job Cohen, razonó que la monarquía es una institución hereditaria y debido a que dos mujeres o dos hombres no pueden tener hijos biológicos de su propio matrimonio, se perdería ese carácter hereditario de la realeza, pero nunca se planteó el escenario de la homosexualidad desde entonces, por lo que esa declaración seguía siendo válida.
EFE