China quema más combustibles fósiles que cualquier otra nación, lo que la convierte en la principal fuente mundial de los gases de efecto invernadero que calientan la Tierra. Y su apetito voraz por la electricidad no hace sino crecer.
Por infobae.com
DONGGUAN, China — En el extremo norte de una enorme ciudad industrial china, los sopletes de soldadura destellan mientras los trabajadores culminan la construcción de una planta energética a gas para remplazar una que quemaba carbón y que solía cubrir al vecindario aledaño con un manto de hollín.
Es una de las diversas plantas a gas enormes que se están construyendo para bombear más electricidad en esta ciudad industrial cada vez más grande de unos 10 millones de habitantes, donde la creciente demanda de energía ha conducido a racionamientos y apagones que ahora se están propagando por el este de China y perjudican las cadenas internacionales de suministro.
Este archipiélago de plantas eléctricas subraya una realidad preocupante en la lucha global para frenar el cambio climático. China quema más combustibles fósiles que cualquier otra nación, lo que la convierte en la principal fuente mundial de los gases de efecto invernadero que calientan la Tierra. Y su apetito voraz por la electricidad no hace sino crecer.
El presidente chino Xi Jinping ha prometido que su país comenzará a reducir el dióxido de carbono y otros gases generados por la quema de carbón, gas y petróleo para 2030 y luego dejará de arrojarlos a la atmósfera por completo para 2060. Sin embargo, los climatólogos advierten que las naciones deben frenar de tajo y de inmediato el uso de combustibles fósiles para evitar las consecuencias más catastróficas del cambio climático.
A pocas semanas de una cumbre climática crítica de las Naciones Unidas en Glasgow, Escocia, la atención está fija en China y en si realizará mayores esfuerzos para reducir las emisiones. La semana pasada, la principal agencia energética del mundo dijo que China “tiene los medios y la capacidad” para reducir su contaminación. Sus acciones podrían ser trascendentales para el clima del planeta, que ya se encuentra en un momento crucial.
“Queremos ver ambición por parte de China”, declaró Alok Sharma, miembro del Parlamento del Reino Unido, quien supervisa las negociaciones internacionales sobre el clima. “China es responsable de casi una cuarta parte de todas las emisiones globales en la actualidad. Será una parte fundamental en el proceso de garantizar que tengamos éxito”.
China ha dado algunos pasos importantes este año para comenzar a limitar su uso del carbón, el combustible fósil más contaminante de todos. En abril, Xi prometió que China “controlaría de forma estricta los proyectos de generación de energía a base de carbón”. También afirmó que el país alcanzaría el consumo máximo de carbón para 2025 y que en los siguientes cinco años lo reduciría.
Tras la promesa de Xi, los gobiernos locales ralentizaron las aprobaciones de nuevos proyectos de energía a carbón dentro de China, luego de un gran incremento en 2020. Algunas provincias, como la costera Shandong, ordenaron durante el verano el cierre de algunas de sus plantas de carbón más antiguas y menos eficientes.
En septiembre, Xi anunció en las Naciones Unidas que China dejaría de financiar nuevas centrales eléctricas a carbón en otros países. Varios expertos estadounidenses dijeron que ese fue un paso importante pero no suficiente.
“Lo principal es que China se comprometa a hacer un recorte importante de sus emisiones en este momento, en esta década, como lo han hecho Estados Unidos, la Unión Europea y otros”, escribió en Twitter Todd Stern, el representante para asuntos climáticos del expresidente Barack Obama.
John Kerry, el representante internacional para asuntos climáticos del presidente Joe Biden, señaló el mes pasado durante una visita a la ciudad de Tianjín que China todavía planea construir 247 gigavatios de energía adicional a carbón. Eso es casi seis veces la capacidad total de energía a carbón de Alemania. El plan de China “en realidad anularía la capacidad del resto del mundo” de frenar el calentamiento global a un nivel relativamente seguro, afirmó.
“¿Puede el planeta permitirse que China, que ya es el emisor número uno, siga incrementando esas emisiones durante los próximos 10 años? No”, dijo Kerry en una entrevista.
En las últimas tres décadas, el crecimiento de China en el uso de energía ha sido explosivo. Cada año, China quema más carbón que el resto del mundo combinado y casi tanto petróleo como Estados Unidos.
Sin embargo, también está realizando grandes inversiones en energía limpia. China es líder mundial en energía hidroeléctrica, solar y eólica. Si bien se ha quedado casi sin ríos para represar y generar energía hidroeléctrica, ha construido energía solar y eólica más rápido que cualquier otro país en los últimos años.
Aun así, no es suficiente.
“Las adiciones de capacidad de energía renovable aún no satisfacen el crecimiento de la demanda” de electricidad, dijo David Fishman, analista energético de Lantau Group, una consultora de Hong Kong.
Estados Unidos y Europa han podido reducir las emisiones más fácilmente porque sus economías han tenido un crecimiento lento. El uso de energía en Estados Unidos se mantuvo casi al mismo nivel durante la década anterior a la pandemia y el año pasado cayó de forma drástica. El uso de energía en Europa ya venía disminuyendo de forma gradual incluso antes de la pandemia.
Estados Unidos en particular ha podido reducir las emisiones a través de un cambio gradual de la energía a carbón a una mayor dependencia del gas natural, el cual emite aproximadamente la mitad del dióxido de carbono cuando se quema, y también gracias al aumento de su energía renovable.
Pero China necesita encontrar la manera de producir aún más energía y, al mismo tiempo, reducir las emisiones. Es una tarea difícil.
Estados Unidos y otros países están presionando a China para que acceda a ayudar a limitar el calentamiento global de este siglo a no más de 1,5 grados Celsius en comparación con las temperaturas previas a la Revolución Industrial. Según los científicos, ese es el límite antes de que el planeta sufra daños irreversibles. Gracias al bombeo continuo de emisiones de carbono a la atmósfera por parte de los países, la Tierra ya se ha calentado cerca de 1,1 grados Celsius.
China es uno de los pocos países que aún no ha acordado contribuir a la meta de los 1,5 grados Celsius.
La opinión de China de que el cambio climático es principalmente una responsabilidad de Estados Unidos complica la situación. Estados Unidos ha liberado más dióxido de carbono producido por el hombre en el último siglo que cualquier otro país, aunque China es el mayor emisor actual por un amplio margen y está alcanzando con rapidez el primer lugar en emisiones acumuladas.
China también resiente la presión del gobierno de Biden para que intensifique su ambición climática. Eso se debe a que, en 2017, el expresidente Donald Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, el pacto entre naciones para combatir el cambio climático. Esa decisión, en esencia, detuvo el progreso climático de Estados Unidos por cuatro años.
“China no cree que Estados Unidos esté en condiciones de decirle qué hacer”, dijo Joanna Lewis, experta en política climática china en la Universidad de Georgetown.
Por otra parte, el gobierno de Biden está molesto con China por su amenaza de suspender la cooperación en cuanto al cambio climático si Estados Unidos continúa presionando a Pekín en materia de derechos humanos y otros asuntos.
El notable crecimiento de China en el consumo de energía está impulsado por su sector industrial. Tiene una quinta parte de la población mundial, pero produce un tercio de los productos de fábrica del mundo. La dependencia global hacia China para obtener equipos de ejercicio, aires acondicionados y otros productos se ha disparado a medida que las economías se han reactivado 19 meses después del comienzo de la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, el mayor impulsor de las emisiones de China es su apetito por el acero y el cemento, ingredientes claves para edificios residenciales, líneas de trenes bala y de metro, y otros grandes proyectos de construcción. La producción de estos dos materiales representa cerca de una cuarta parte de las emisiones de carbono de China.
Una escasez del suministro eléctrico ha cerrado de forma temporal miles de fábricas en las últimas dos semanas. Se han apagado los ascensores en los edificios de poca altura del sureste de China. Algunas estaciones municipales de bombeo de agua se han visto obligadas a detener sus operaciones en el noreste de China. Los apagones, que también afectan a los hogares, facilitan aún más la justificación de una mayor inversión en plantas eléctricas alimentadas por combustibles fósiles.
A medida que China ha tenido que lidiar con la escasez de energía, la inversión en minas de carbón —que para 2016 prácticamente se había detenido por completo— ha comenzado a renacer.
La construcción de centrales eléctricas a carbón seguirá siendo permitida hasta 2025. Pero muchos en el sector energético de China esperan que a partir de ese punto se prohíban nuevas plantas de carbón. Las compañías eléctricas chinas ahora se preguntan si deberían acelerar la construcción de más plantas de energía a carbón antes de la fecha límite. La energía a carbón aún puede ser rentable en algunas zonas de la costa de China donde la nubosidad y la poca corriente de aire hacen que la energía solar y eólica sean menos viables.
La energía renovable en el interior de China a veces genera más electricidad de la que los consumidores cercanos pueden utilizar, pero en otras ocasiones produce muy poca. Hace apenas cinco años, tres regiones del interior que generan abundante energía solar y eólica —Mongolia Interior, Sinkiang y Gansu, todas con baja densidad de población— desperdiciaban hasta dos quintas partes de esa energía.
Para abordar este problema, China ha construido tendidos eléctricos de voltaje ultra alto que conectan el interior del país con centros cercanos a la costa. Pero la conectividad aún tiene mucho camino por recorrer. “La nueva demanda se puede satisfacer con creces con fuentes de energía más limpias” si se amplían las redes de transmisión, afirmó Lewis.
Pekín también está tratando de utilizar la fuerza del mercado para expandir las energías renovables. El gobierno chino ha ordenado a las compañías eléctricas que les cobren hasta cinco veces más a los clientes industriales y comerciales cuando la energía sea escasa y se genere principalmente con carbón, que cuando sea la energía renovable la que alimente la red.
A pesar de los objetivos de Pekín, los gobiernos de las provincias tienen otras ideas.
“Hay un tira y afloja en este momento”, dijo Kelly Sims Gallagher, profesora de la Escuela Fletcher de la Universidad Tufts, que estudia las políticas climáticas de China. “El gobierno central está intentando limitar la producción de carbón y los gobiernos locales están haciendo lo contrario. Quieren reactivar plantas o construir nuevas para que sus economías locales se recuperen tras la pandemia”.