Hace un año Andrés perdió sus cholas (chanclas), un calzado que en Venezuela suele usarse sin medias para estar dentro de la casa. El joven, que vive con su mamá, Carla Cabrera, su abuelo y otro hermano de 17 años, ha crecido en una familia de escasos recursos que, en los últimos años, ha padecido con más violencia el impacto de las duras sanciones de EE.UU. y la Unión Europea.
Por: Actualidad RT
Por eso, cuando Andrés perdió las cholas, supo que no podría tener unas nuevas porque su familia no tenía suficiente para comprárselas. Su madre, además, sufre una anemia severa desde hace años y no puede trabajar.
Ante esa adversidad, el joven se las ingenió para crear sus propias cholas. Buscó tutoriales por internet, aprovechó la experiencia de un vecino y de su abuelo carpintero, con quien desde pequeño aprendió a utilizar materiales y herramientas en su taller, un lugar que quedó destruido tras un incendio y que ahora quieren recuperar.
Andrés tomó un caucho abandonado, cogió unos pedazos y comenzó a darles forma, consiguió unas telas para ponerlas como trenzas, utilizó el clavo de un zapato de tacón para hacer la costura al calzado, el hilo sobrante lo quemó con un yesquero, y listo, ya tenía cholas nuevas.
Como le gustó lo que había hecho, Andrés —que estudia tercer año de bachillerato— le propuso a su mamá que fabricaran cholas y las vendieran para contar con un ingreso que podrían generar desde casa. La única dificultad era conseguir los cauchos, pero empezaron a pedirlos por donaciones o a buscar en ‘chiveras’, donde se adquieren neumáticos usados a bajo costo.
El primer diseño de Andrés no era tan bonito, comenta su mamá a RT, pero su empeño y determinación lo llevaron a mejorar cada vez más en la realización de las cholas, que ahora llevan su insignia “Calzados Andrés López”.
Exitoso emprendimiento
La mamá de Andrés acompañó la iniciativa de su hijo y le brindó todo su apoyo. Abrió una cuenta en Instagram para promocionar las cholas y ofrecerlas en venta. Así, de a poco, han ido creciendo los pedidos de cholas y su negocio de a poco ha tomado forma al recibir solicitudes de compra desde distintas ciudades de Venezuela.
El emprendimiento de Andrés y de su familia destaca también porque ha servido para estrechar su relación con la comunidad y para dar donaciones a las personas más necesitadas. Cada par de cholas que Andrés realiza tiene un valor de 6 dólares.
Hay niños, sobre todo, de familias pobres que no tienen calzados, y Andrés, cuando tiene la oportunidad, les regala un par de cholas. También hace trueques al ofrecer un par de chanclas a cambio de algo que necesite para su negocio o su casa.
Su labor ha sido referenciada en distintos medios locales e internacionales y algunas empresas le han brindado apoyo con donaciones de materiales para la elaboración de sus calzados, un logo para su empresa y hasta uniformes y tapabocas. De hecho, en alguna oportunidad, una persona le hizo un pedido superior a 30 pares de cholas para que fueran donadas durante el Día del Niño.
Su madre no oculta su orgullo porque su hijo está haciendo algo que le gusta mientras estudia desde casa, sigue con sus prácticas de béisbol y comparte con sus amigos. “Él todavía es un niño”, insiste Cabrera.
“Me siento orgulloso y agradecido con todas las personas que me han apoyado. Ahora todo el que pasa por mi casa, cuando veo por debajo de las rejas, llevan puestas mis cholas. Yo espero tener mi empresa, ser un empresario y cumplir mi sueño, que es ser profesional en el béisbol”, comenta él.
“¡Quiero ser pelotero!”
Andrés, con apenas 15 años, quiere labrarse su propio camino y no deja de soñar con ser pelotero para vestir el uniforme de los Tiburones de La Guaira, en Venezuela, y de los Astros de Houston, en las Grandes Ligas de EE.UU.
De momento, juega en el campo corto o ‘shorstop’, una posición fundamental en el béisbol que requiere gran agilidad y rapidez con las piernas, unas ‘buenas manos’ para recoger con facilidad los batazos de los oponentes y un potente brazo para poner ‘out’ a los adversarios.
Este joven pelotero, que sigue como su ídolo al jardinero central de los Bravos de Atlanta, el venezolano Ronald Acuña Jr., nació en Ciudad Bolívar, estado Bolívar, al oriente de Venezuela, país que es reconocido como ‘la cuna’ de los mejores campocortos de la historia. Entre ellos aparecen nombres como Alfonso ‘Chico’ Carrasquel, Luis Aparicio, miembro del Salón de la Fama del Béisbol de las Grandes Ligas, Omar Vizquel, David Concepción, Oswaldo Guillén, entre muchos otros.
Como parador en corto, Andrés sabe que debe ser un líder para su equipo, tanto en el terreno como en el dugout —el área del campo de béisbol donde está la banca de un club—, pues al jugador de esta posición se le suele dar la capitanía del equipo. Esa capacidad de liderazgo ya le ha dado resultados positivos en sus planes de vida junto a su familia.
“Yo le digo a los jóvenes que cumplan su sueño, que todo se puede lograr, que nada es imposible y a los padres, que apoyen mucho a sus hijos”, señala Andrés, que aún dice estar asombrado porque no pensó que su historia llegaría a tantas personas.