Desgarradoras fotografías que muestran a brasileños indigentes buscando comida entre las carcasas de animales muertos causaron escándalo en Brasil, dejando al descubierto los efectos de la subida de los precios de alimentos para los más vulnerables.
Por Infobae
Las imágenes, tomadas en Río la semana pasada por el galardonado fotoperiodista Domingos Peixoto, muestran a un grupo de personas hurgando en busca de sobras en la parte trasera de un camión que transportaba los despojos y huesos desechados a una fábrica de alimentos para mascotas y jabón.
Las imágenes aparecieron en los diarios O Globo y Extra, que incluso las publicó en su portada bajo el título “Brasil 2021: el dolor del hambre”.
“Algunos días… quiero llorar”, le dijo el conductor del camión a Extra.
“Antes la gente venía y pedía un trozo de hueso para sus perros. En estos días mendigan huesos para comer“, agregó Santos, quien distribuye las sobras a los necesitados de Río luego de recolectarlas en los supermercados.
Las imágenes, que se volvieron virales en las rede sociales, se publicaron en momentos en que la creciente inflación general hizo que miles de personas se ven forzadas a ajustar su dieta para afrontar los gastos.
Los precios al consumidor se dispararon 9,68% en 12 meses hasta agosto. Pero los alimentos acumularon todavía más, casi 14% en ese periodo, según datos oficiales.
Las carnes rojas más que triplicaron la inflación general, con incrementos del 30,7%.
Eso explica que la carne vacuna haya sido uno de los principales productos relegados en la lista de compra, aunque el país tiene más ganado que cualquier otro y es el principal exportador mundial.
“La inflación de los alimentos presiona los presupuestos de las familias desde 2020, especialmente las de menores ingresos”, dijo Joelson Sampaio, profesor de la Escuela de Economía paulista de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
Según estimaciones de la FGV de abril, 27,7 millones de brasileños (12,98% de la población) está por debajo del umbral de pobreza, ubicado en 261 reales mensuales (49 USD). En 2019, la cifra era de 23,1 millones de pobres (10,97%).
Carnes rojas, un lujo
Según una reciente encuesta del instituto Datafolha, 85% de los brasileños redujo el consumo de algún alimento este año y un 67% disminuyó el de las carnes rojas. Además, un 46% bajó la ingesta de lácteos, y alrededor del 35% la de arroz y frijoles, centrales en la cocina nacional.
“La primera actitud de los consumidores es sustituir, la segunda es reducir y la última es descartar”, dijo Sampaio.
Una encuesta de la Red PENSSAN de fines de 2020 reveló que 116,8 millones de brasileños sufrían algún tipo de inseguridad alimentaria y 19 millones pasaban hambre, en este país de 213 millones de habitantes.
La inflación y el desempleo, ubicado en 14,1%, no mejoraron la situación. Glaucia Pastore, profesora de la facultad de Ingeniería de los Alimentos de la Universidad de Campinas, destaca que, por efecto de ambos, “los alimentos que consume gran parte de la población no alcanzan los preceptos nutricionales o la cantidad adecuados”.
Comer para subsistir, dice, tiene consecuencias: “Las personas tienen más posibilidades de padecer enfermedades virales o crónicas no transmisibles, como diabetes, cardiopatías u otras”.
“Bolsocaro”
La oposición atribuye la inflación a las políticas de Jair Bolsonaro, y lo sintetizan con un juego de palabras repetido en afiches callejeros y protestas: “Bolsocaro”.
Decenas de miles de brasileños protestaron este sábado en las principales ciudades del país para pedir la destitución del presidente, en una convocatoria de partidos y movimientos de izquierda que también rechazó el aumento de la inflación y el desempleo.
El gobierno, en cambio, la achaca a los incrementos de los precios internacionales.
Carlos Cogo, director de la consultora de agronegocios Cogo, explica que “la mayoría de los alimentos básicos que presionan la inflación son las ‘commodities’, comercializadas en dólares en el mercado internacional y en alza desde que comenzó la pandemia”.
A nivel local, destaca la depreciación del real: el dólar cotizaba a unos 4,2 reales en febrero de 2020, contra 5,3 actualmente.
Así, ambos factores resultaron “en un incremento más fuerte que la media internacional”, resume.
Pero hay más, como la subida de los combustibles -41,3% en el año hasta agosto-, que impactó en los fletes, y la sequía histórica que vive Brasil.
Esta afectó cultivos, como el maíz, vital en la cría de animales, e incrementó los precios de la energía eléctrica, cuyo costo se esparce en la cadena productiva, dice el analista.
Las presiones sobre los alimentos, predice, se mantendrán al menos hasta 2022-2023, lo que podría abocar a más brasileños a sufrir hambre.