Gustavo Petro. Foto: Revista Semana (Intervenida por Runrunes)
Colombia puede caer en manos de ese saqueador de la democracia que es Gustavo Petro. A cubanos, rusos e iraníes se les hace agua la boca.
La falsedad en Colombia tuvo rostro de transgresión y bandidaje. Oficio guerrillero, narcotraficante, aprovechados de planes siniestros no del todo revelados a campesinos y trabajadores engañados, por alimentadores de perifollos que ocultan los peores pensamientos.
La democracia, como sistema humano, tiene procesos altos y bajos, grandezas y pequeñeces. Colombia es una nación de empeños honestos e inequívoca república democrática, de sectores sociales divididos pero con tesón y talento la mayoría tiene oportunidad. De formación gozan los colombianos, país universidad que describió Simón Bolívar.
Muchos colombianos del siglo XX se mudaron cuando valía la pena una Venezuela de poca población y mucha riqueza. Crearon familias responsables, trabajadoras, que algunas regresaban y las más se quedaban. Sin imaginar siquiera que llegaría el día en el cual los venezolanos serían arruinados por el comunismo castrista y depredador, generando una migración al revés, de aquí para allá.
Colombia, andina, llanera, caribeña, fue dejada sola en el sueño colombiano del Libertador. Se dedicó a sí misma siempre con democracia y dictadura militar como excepción con Rojas Pinilla. Produjo ciudadanos de faena, compromiso y lucha por la vida. Grandes líderes civiles escribieron su historia. Dirigentes esforzándose en política, militares y policías profesionalizándose en la perenne batalla contra la subversión y el delito que arreció tras el necio asesinato de quien hacía delirar las masas con sus promesas: Jorge Eliécer Gaitán, el político más influyente de los años 40 y una de las figuras más importantes de la historia colombiana.
Después llegó el fortalecimiento de las guerrillas que hoy, tras ochenta años, continúan aterrorizando. No solo como protesta enfurecida, sino como infamante negocio de narcóticos con la ocupación de extensos terrenos venezolanos que la complicidad les abre desde la frontera hasta las minas guayanesas.
En esa Colombia han surgido líderes sociales, empresariales y políticos de diversa calidad humana. Laureano Gómez Castro, Hombre Tempestad, Tribuno del Siglo XX, apodado por sus rivales liberales como el Monstruo y el Basilisco. La familia Santos incluyendo al perjuro de epílogo. César Gaviria Trujillo expresidente y ex secretario general de la OEA. El prochavista Ernesto Samper. El líder del Partido Conservador y expresidente Andrés Pastrana Arango. El duro defensor de la Colombia libre y antiguerrillera, Álvaro Uribe, considerado por la prensa internacional y local como el político más prestigioso de lo que lleva transcurrido el siglo XXI. Y el destacado latinoamericano Alberto Lleras Camargo, y entre muchos otros el actual Iván Duque para solo citar unos pocos.
Pero allá, como acá, el populismo cunde, los pueblos se hacen miopes. Y lo que pase en Colombia nos impacta e interesa en Venezuela porque somos vecinos hermanados en largas tradiciones.
Ahora, mientras el castromadurismo hace esfuerzos para disimular el desastre, corrupción y miseria heredados del chavismo e incrementados; se asoma en voz, perversión y actuación un exguerrillero embaucador, charlatán y demagogo, pero de frases motivantes: Gustavo Petro. Con apoyo y financiamiento del Foro de Sao Paulo y el Grupo Puebla, plantea a los colombianos una adaptación del chavismo como solución.
Los pueblos se equivocan con más frecuencia que la admitida por los comentaristas, que suelen caer en la vieja truculencia de que los pueblos son infalibles. Ahora las multitudes colombianas se están equivocando con el comunista castrista, aferrados como Piedad Córdoba, de cuyos medios de vida nunca se ha sabido su procedencia. Siguen promesas rimbombantes que con nombre y apellido diferentes orientan el rumbo de Colombia a las ruines manos chavistas.
Futuro incierto que debería angustiarnos, porque si en Venezuela se derrumba -y se derrumbará- el chavismo, que retoñe en Colombia es síntoma de que no están aprendiendo, ni comparando de forma adecuada.
Venezuela es ya una fruta exprimida por el castrismo con la ayuda de países antidemocráticos y embusteros como Cuba derritiéndose en las incompetencias de Díaz-Canel; Rusia alardeando de gran potencia bajo el puño férreo de Vladimir Putin; Irán que ha hecho del islamismo una tiranía fanática, belicosa y calculadora; y China que aprendió a mantener el comunismo como poder y el emprendimiento empresarial como arma de expansión mundial. De la Venezuela rica, alegre, afable, tropical y poco formada solo queda la ruina. Ahora el país apetecible es Colombia en manos de ese depredador saqueador de la democracia que es Gustavo Petro. A cubanos, rusos e iraníes se les hace agua la boca.
Lo sentimos por los colombianos. Y también por nosotros.
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