En Venezuela, los ancianos son la población más golpeada por la crisis económica. Con pensiones que no superan los cuatro dólares al mes, cientos de ellos han tenido que reducir sus porciones de alimentos o dormir con hambre, según consta en un informe de la organización no gubernamental Convite.
Por Adriana Núñez Rabascall / vozdeamerica.com
Sentado en un banco de un parque público, Dimas Escalona, de 79 años, recuerda los tiempos en que trabajaba en la administración pública de Venezuela.
“Cuando yo estaba trabajando nunca pensé que iba a llegar a esta situación tan difícil que estamos viviendo la mayoría de los pensionados, jubilados”, relata Escalona, coronel retirado de la Guardia Nacional y, quien por años laboró en el Ministerio de la Defensa.
Para entonces, soñaba con una vejez tranquila, pero hoy, se ve obligado a reducir sus porciones de comida, como lo hace un 80% de los ancianos en Venezuela, según un informe presentado por la ONG Convite, en abril de este año.
“Se está comiendo menos para que alcance. A veces se hace un esfuerzo, se compra carne, pero en muy baja cantidad”, explica Escalona.
Estas privaciones han complicado su salud. “Yo que soy diabético, a veces en las noches, cuando no como bien, amanezco con mareo”, dice Escalona y agrega que ha perdido 22 kilos.
“Bastante. Pesaba antes 80 kilos y estoy ahorita en 62 kilos”, cuenta.
La hiperinflación que cumplirá cuatro años en noviembre y las pensiones que no superan los cuatro dólares por mes, han provocado que entre 43 y 63 de los adultos mayores consultados por la ONG Convite, extrañen comer pescado, carne y pollo o darse gustos como comer golosinas.
“Hay cosas que tengo tiempo que no como, por ejemplo, yo quisiera comerme un cochino frito, un hígado encebollado, pero las circunstancias lo hacen imposible”, lamenta José Rodríguez de 80 años, quien vive de su pensión como extrabajador de una empresa textil.
“Tres de cada cinco adultos mayores que nosotros entrevistamos, en un universo de 1.500 adultos mayores en buena parte del país, nos decía que se acostaba regularmente con hambre y, uno de cada 10, se acostaba todas las noches con hambre”, alerta Luis Francisco Cabeza, director de la ONG Convite, dedicada a la atención de ancianos desde hace 14 años.
Mary Duarte ha sido testigo del deterioro físico de sus vecinos de la tercera edad. Colabora en un comedor público que brinda almuerzos dos días por semana a 90 ancianos de la zona de clase media donde vive en Caracas.
“Hemos visto mucha deficiencia en cuanto a peso y talla de nuestros abuelos de la comunidad. Algunos en estado crítico de desnutrición. Es asombrosa la manera que han perdido de masa muscular y podemos hablar un promedio por abuelo de 10 y 20 kilos”, detalla Duarte, veterinaria de profesión.
En el lugar, hay lista de espera para otros ancianos que ruegan por un plato de comida, pero que por ahora, no pueden garantizar, pues el comedor funciona con donaciones que hacen los residentes y comerciantes del vecindario.
La alimentación de casi la mitad de los adultos mayores depende de las subsidiadas cajas CLAP, cuyo contenido es bajo en proteínas y, además, alcanza para solo 15 días, de acuerdo con datos de Convite.
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