No estaba en Italia. Tampoco en el Caribe. No andaba en un centro oculto bajo protección de la inteligencia de algún país. Hugo Armando Carvajal, conocido como ‘El Pollo’ fue detenido este jueves después de un año y diez meses oculto en una vivienda de la calle Torrelaguna, en Madrid, donde permanecía «totalmente enclaustrado, sin salir al exterior ni asomarse a la ventana, y siempre protegido por personas de confianza».
Por Gabriela Ponte | ABC.es
Así lo definió la Policía Nacional cuando tras un operativo del Grupo II de Fugitivos de la UDYCO Central, en colaboración con la DEA, lo había trasladado ya a comisaría. El breve comunicado acompañaba un vídeo, la imagen de un hombre de 61 años con ropa de andar por casa, la cara frente a la estantería y las manos a la espalda que cuesta ajustar al enorme poder y sobre todo, la cantidad de información que se presumen a este otrora militar de la máxima confianza de Hugo Chávez. Estados Unidos ofrecía diez millones de dólares por su paradero.
Carvajal recaló en España desde Venezuela y, según siempre han defendido fuentes de su entorno, al pie de la escalerilla del avión le estaba esperando ya un agente de la inteligencia española. Si actuaba por amistad personal o con aval oficial, nunca estuvo claro. Lo que sí se han esforzado en defender los suyos es que tenía intención de colaborar a cambio de cobijo. De hecho, en 2019 pidió asilo -le fue negado-, pues había declarado su apoyo a Juan Guaidó y era consciente de que no sería bienvenido si decidía regresar a Venezuela. Formaba, no obstante, parte de un plan preconcebido, tanto su exmujer como su familia actual ya se habían afincado en Madrid cuando dio el paso de cruzar el charco. Pero la acogida no fue como él esperaba.
Estados Unidos cursó orden de extradición a España por delitos de narcoterrorismo y Carvajal fue detenido por orden de la Audiencia Nacional para un proceso durante el que hubo de permanecer en prisión provisional por riesgo de fuga. Se trataba, al fin y al cabo, del máximo exponente de la inteligencia venezolana, había llegado hasta España bajo otra identidad y tenía red de apoyo en distintos países del mundo. Hasta el comisario José Manuel Villarejo se le acercó en prisión y de hecho, durante un breve lapso de tiempo incluso compartieron abogado. Aquello no llegó a buen puerto.
Filtración y fuga
En una primera resolución, la Sección Tercera de la Sala de lo Penal rechazó su entrega y calificó su situación en términos de persecución política, dejándole en libertad. Pero la Fiscalía Antidroga recurrió y el Pleno acabó revocando la resolución en noviembre de 2019. Habría entrega.
La cuestión es que Carvajal se enteró por la prensa un sábado y antes de que aquel fallo le fuese notificado. Publicó incluso un mensaje en redes sociales en el que decía que sus abogados no tenían noticia del tema. Para cuando llegó la notificación ese lunes, se había esfumado. Cobraba forma la leyenda mientras sus abogados, con los que sólo hablaba por escrito, recurrían al Supremo. Aún no se ha resuelto.
Distintas fuentes consultadas por ABC a lo largo de este año y diez meses oculto le situaban en lugares diversos. Unos señalaban que estaba bajo protección de un jerarca chavista afincado en Italia. Otros le ubicaban en alguno de los inmuebles que familiares y personas de su confianza habían ido adquiriendo en la zona norte de Madrid. Algunos al otro lado del charco decían que estaba negociando su entrega. Ese rumor sonaba con fuerza en las últimas semanas. Ya poco importa.
Mientras, su familia ha estado monitorizada este tiempo y hasta hace unos meses, guardaban todos silencio. La dinámica cambió el pasado 24 de mayo, cuando Carvajal publicó un comunicado en el que denunciaba que tanto la Audiencia Nacional como el Estado habían cometido «graves irregularidades» en su contra. Las mismas que desde su entorno familiar se decían dispuestos a destapar porque se consideran todos víctimas del deseo de EEUU de conseguir información. Su diplomacia, como respuesta, reavivó aquel día la recompensa.
La semana pasada se asomó de nuevo a Twitter, esta vez, para criticar a Álvaro Uribe con otra nota que no tuvo la repercusión de la primera. Ahora, con su detención, se disipa buena parte de la leyenda en torno a su fuga y desaparición. Estaba ahí, sin salir de Madrid, a un paseo de la Avenida de América. Enclaustrado, escoltado por su gente y sin mirar por la ventana.