Aunque esa pequeña flama que es la esperanza esté el fondo del pozo, sigue viva y brillará con magnificencia
El entrenamiento castrista no permite riesgos, lo estratégico es la revolución. Su permanencia está en las exhibiciones y presencias públicas en Venezuela, no en un México encubridor, siempre tambaleante entre el poder del vecino que lo ilusiona con supremacía regional. Como si el liderazgo fuera cuestión de tamaño y no de principios, además de su afecto por tiranos que hacen en sus países lo que algún jefe mexicano quisiera hacer en el suyo pero ni de vaina se atreve.
Si el régimen va a tierra azteca o envía comisionados a tratar con una oposición empequeñecida por fracasos, limitada, infiltrada, con los mismos actores e iguales errores, es porque tiene el asunto arreglado como las veces anteriores. Tiempo perdido, simulación y para colmo embusteros. No faltarán las exquisiteces endógenas, quesadillas, tacos al pastor, enchiladas, mole y refinada tequila, pero no tienen nada que ofrecer. Discutirán fruslerías, favores que politiqueros querrán recibir trocitos de poder para alardear con que algo consiguieron. Bolsas claps no de alimentos de precaria calidad sino de delicatessen para el deleite del paladar. Gasolina para candidatos en campaña electoral y caramelos de apariencia pero sin gusto.
El usurpador –que logrará reconocimiento y permanencia hasta 2024– sabe que tiene en sus manos un partido disciplinado aunque deba compartirlo; lo cual no significa sea el mejor, sino el que más cacarea con el mito Chávez. Y aunque rumie divisiones, solo los que están nadando en la opulencia como Rico MacPato cumplen órdenes, encargándose de que las organizaciones en las cuales han dividido voluntades y expectativas, cumplan instrucciones. Que lo hagan bien o a regañadientes, es otra cosa.
Con empeño de poder y conciencia de que sin él se derrumba, el usurpador temporal manda a México y pone condiciones.
Conoce a los dirigentes y partidos, que platican excesivos y logran poco; están desgastados, no representan a nadie y solo les queda hurgar en la basura de insignificancias del régimen que, aliado con autocracias regionales, le ofrece como premio de consolación y apaciguamiento por las tradiciones abandonadas.
Con asesoría cubana el oficialismo no ha caído en la estulta brutalidad del nicaragüense que se conjura a sí mismo para reelegirse por voluntad propia y omisión generalizada, vale decir, encarcelada. El madurismo, astuto y pícaro, consciente de que la oposición mayoritaria codiciosa de cargos e ingresos que siendo minoría fracasada por sí misma no logrará, ejerce pulso de te doy este poquito para que te sosiegues y aquietes, dejando despejado el camino de lo que realmente vale, legitimación y presidenciales en 2024.
Pero la moral y el principio que esta oposición secuestrada y abreviada está sacrificando en el altar castrista, además de la confianza y fe ciudadana, es el respeto de la comunidad internacional y la Corte Penal Internacional. Aceptando regalos, que dejan sin justificación el apoyo que las potencias democráticas venían dando a quien una vez pidió a Venezuela respaldo. Embajadores o representantes quedarán cesantes. ¿Qué decir en la Organización de Estados Americanos OEA? ¿Qué explicación en Washington, Canadá, Alemania, Francia, Colombia, por nombrar algunos? ¿Cuáles argumentos de dignidad y democracia podrá esgrimir en el mundo la cancillería interina?
¿Cuánto más se admitirá la trastada? Es obligación ciudadana, ética y moral enfrentarla, de lo contrario, no saldremos de la ignominia y sus asociados. Si la claudicación se impone, ¿cómo saldrán las FARC, ELN, Hezbolá, mafias del narcotráfico y otros detalles delictivos, como el abuso y corrupción, si quienes estarán ocupando cargos, luego de la farsa electoral, serán ellos mismos?
Ir a votar el 21N es dimitir sin condiciones, entregarse humillados, resignarse a la ruindad, hacerle el juego fácil al oficialismo y su régimen oprobioso, vejatorio de los derechos humanos. Mancharse el dedo con tinta indeleble ese domingo vergonzoso es oscurecer la dignidad, el deseo ciudadano de democracia y libertad.
Afortunadamente, no todos los dirigentes opositores son cómplices de la calaña. Quedan unos pocos que, así como ahora tendrán que volver a empezar enarbolando con más razón banderas de la decencia, seriedad, y decoro; más la ardua tarea de fortalecer la confianza ciudadana que lleva veintidós años esperando un cambio de gobierno y sistema.
Necesitamos un nuevo camino que restituya la ruta hacia la educación de excelencia, la prosperidad bien habida y el honor de las buenas costumbres. Una esperanza que sigue allí, golpeada, debilitada, pero firme. En la Venezuela que subsista el 22N, la dignidad y vigor por los cuales lucharon nuestros libertadores se habrá sofocado. Pero esa pequeña flama que es la esperanza en el fondo del pozo, sigue viva y brillará con magnificencia.
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