Atravesar la franja de selva tropical de 97 kilómetros que une a Sudamérica con Centroamérica es una travesía llena de peligros.
Por vozdeamerica.com
El venezolano Steven Núñez se alista para tomar una lancha en Necoclí, un pueblo fronterizo de Colombia, que lo dejará ante la travesía que supone el paso por el Tapón del Darien: aciaga para unos y de éxito para otros que como él persiguen el sueño americano.
Lleva más de tres meses planeando este viaje y ansía poder reunirse con parte de su familia que vive en Miami, Florida. En Necoclí ha pasado tres días y su economía se ha resentido. “Los precios están exageradamente caros, tanto el pasaje como la comida. Todo lo que uno puede conseguir acá es caro”, afirma.
Dice incluso que para los haitianos es mucho peor, les están pidiendo mucho más dinero por todo. “Hoy nos enteramos que el pasaje vale 50.000 pesos (equivalentes a unos 12,80 dólares), a nosotros nos quitaron 80.000 (unos 20,48 dólares) y a los haitianos les están quitando 150.000 pesos (unos 38,41 dólares)”, sostiene Núñez.
¿Sabe a lo que se expone en este intento por cruzar el Darién?
“La verdad que todo lo que se escucha es algo muy duro pero para mí el que no arriesga no gana”, dijo Núñez.
Fernando Núñez también es venezolano y quiere llegar a Estados Unidos junto a su amigo Steven.
“Voy en busca del sueño americano con mi amigo Steve”, dijo y chocó su mano sonriendo en una señal a su compañero. Hemos escuchado cosas muy duras del Tapón del Darién pero nuestro guía es Dios”, dijo.
También se solidarizó con los migrantes haitianos, que según opina, están llevando la peor parte.
“A los haitianos los están humillando, los están vejando y ante los ojos de Dios todos somos iguales, todos tenemos el mismo derecho y todos vamos por una misma causa”, dijo. Para probarlo, explicó que fue testigo que mientras los almuerzos cuestan unos 7.000 pesos (1.79 dólares), a un haitiano se lo vendieron en 20.000 pesos (5,12 dólares). “Es una exageración, una falta de respeto, una inmoralidad”, afirmó.
Fredy Navas, otro venezolano, ha decidido por ahora quedarse en Necoclí. Desde hace siete meses tiene un negocio y se ha ido quedando en el pequeño pueblo, después de salir hace unos dos años de su país natal por la crisis.
“Se maneja mucho el dólar (estadounidense), en vez de la moneda local”, explica, debido a que los que llegan en su mayoría venden sus casas y otras propiedades para buscar una vida mejor fuera de sus países.
¿Se queda en Necoclí? “No he conseguido dinero como para seguir hacia otro lado”, dice.
¿Cruzaría el Tapón del Darién? “No, no, si yo me fuera no lo haría cruzando. Tengo ganas de ir hacia otro país pero esa situación que ellos pasan (los migrantes) es demasiado fuerte”, agrega sobre los peligros potenciales. “Ellos saben que van pero no saben si van a llegar”.
Explicó que para más seguridad, se unen grupos de cubanos, venezolanos, haitianos a la hora de cruzar el Tapón del Darién para llegar a Panamá.
Muchos pagan a “coyotes” para que los guíen en la selva. Algunos se ven forzados por narcotraficantes a cargar paquetes de coca de 25 kilogramos en sus mochilas a cambio de la trayectoria, dijo el director de la policía colombiana, general Jorge Luis Vargas, cuando visitó el área en junio.
“Están asaltando y violando”, dijo Alan Queen, un migrante cubano varado en Capurganá después de dos intentos fallidos de atravesar la selva. “Estamos atrapados porque la única salida es la selva, que está llena de peligros”.
Los que se arriesgan “sufren robos, y, si viajan con mujeres, que son la mayoría, violaciones”, explicó Raúl López, coordinador de Médicos sin Fronteras, en una entrevista telefónica. “No solo es la violencia normal, es la violencia sexual… y no solo está pasando a los adultos, sino también a los menores.”