La migración venezolana no se detendrá en un futuro inmediato debido a que las causas que la generan, como la crisis económica y la inestabilidad política interna, están lejos de mejorar, valoran expertos consultados por la Voz de América.
De acuerdo con las cifras que maneja el organismo multilateral, 5,6 millones de venezolanos han viajado fuera de su país para fijar residencia en otro. Ese número corresponde al 18% de la población de Venezuela.
La investigación de la OEA precisa que la mayoría de esos venezolanos se encuentran en Colombia (1.743.000 migrantes y refugiados), Perú (1.050.000), Estados Unidos (465.000), Chile (457.000) y Ecuador (431.000).
“Globalmente, solo Siria, que ha estado en guerra por más de 10 años, tiene más migrantes y refugiados que Venezuela. El número de migrantes y refugiados de Venezuela es más grande que la población de 100 países o territorios, incluidos Costa Rica, Irlanda y Noruega”, apunta el documento revelado por la OEA.
El informe estima que la cifra de venezolanos migrantes y refugiados podría escalar a siete millones este año o en el primer trimestre de 2022.
La socióloga con estudios en ciencias políticas y migración venezolana Claudia Vargas Ribas coincide en que la tasa de emigrados continuará al alza debido a que los complejos problemas internos en su país no se han resuelto.
La migración ya sería aún mayor si no hubiese tantas restricciones de movilización por culpa de la pandemia del COVID-19, dice. Venezuela fue uno de los países de la región que impuso más temprano, en marzo de 2020, una prohibición casi total de vuelos extranjeros por el nuevo coronavirus. Desde noviembre pasado, apenas se permite la entrada por vía aérea de viajeros desde México, República Dominicana, Bolivia, Rusia, Panamá y Turquía.
“Esa tasa se va a seguir manteniendo y no es mayor por las barreras del COVID-19. Las migraciones siguen, quizás a un menor grado, quizás sea menos evidente o se registra menos, debido a que los factores que la generan continúan y se agravan en Venezuela”, comentó la especialista a la VOA.
Vargas Ribas, incluso, observa que el cálculo migratorio de venezolanos puede ser aún mayor en la actualidad por lo que denomina “estadísticas sombras”, que se registran cuando una persona se moviliza gracias a su doble nacionalidad o en pasos irregulares, conocidas en su nación como “trochas” en la frontera.
La pobreza como catalizador
Según la OEA, los venezolanos abandonan su país sin enfrentar una guerra convencional o un desastre natural, sino por cinco razones primordiales: una emergencia humanitaria compleja, violaciones de derechos humanos, violencia generalizada, el colapso de servicios públicos y el desplome económico.
Luis Crespo, economista y docente de la Universidad Central de Venezuela, subraya que el país suramericano acumula siete años de “destrucción de sus capacidades productivas” y advierte que la hiperinflación desde 2017 ha “pulverizado los salarios”, lo que activa súbitamente los planes de migración.
El país petrolero suma 83,5% de caída de su producto interno bruto desde 2014 y, según el opositor Observatorio Venezolano de Finanzas, registró 2.616 por ciento de alza de precios entre junio de 2020 y el mismo mes de 2021.
El salario mínimo actual es de 1,73 dólares (siete millones de bolívares). “Supera el umbral de la pobreza. Los trabajadores venezolanos han visto la destrucción de sus condiciones de vida, de sus activos y de su capacidad de ahorro. Las familias venezolanas han transitado por años muy duros de precariedad. Venezuela se ha convertido en una sociedad que limita las oportunidades de desarrollo para las generaciones futuras”, dice Crespo.
Un punto de inflexión, acota, ocurrió en 2018. Ese año, la inflación fue de 130.000%, según el Banco Central afín al gobierno de Maduro.
Catapulta política
Pablo Andrés Quintero, politólogo venezolano, no duda que el disparador principal de la migración es de talante económico, si bien advierte que el conflicto político ha servido y puede seguir ejerciendo de catapulta.
“Muchas personas salieron también producto del cansancio emocional y psicológico que genera el conflicto político entre oposición y el chavismo, lo que los psicólogos llaman desesperanza aprendida. Eso permeó en la mente del venezolano y detonó la migración”, sostiene en conversación con la VOA.
Opina que “el fracaso de las ofertas políticas de la oposición” pudiera reimpulsar la marcha definitiva de venezolanos. Juan Guaidó, líder político a quien 50 gobiernos reconocen como presidente interino, no controla de facto el poder y ha apostado en meses recientes por un “acuerdo de salvación nacional” que pasa por una negociación formal y con mediación internacional con el oficialismo.
“La oposición promete y no cumple, por lo tanto, se produce la desafección política producto de la falta de resultados tangibles por parte de la oposición para solucionar los problemas básicos” de la población, apunta Quintero.
Acota, sin embargo, que nota un proceso más reflexivo en el venezolano hoy día, cuando está en marcha un proceso de dolarización de facto en el país y a sabiendas de que las economías mundiales -y las oportunidades laborales- están estancadas en el resto del mundo debido a la pandemia del COVID-19.
Vargas Ribas, por su parte, insiste en la “vulnerabilidad” multifactorial a la que están expuestos los migrantes y refugiados venezolanos. Advierte sobre el riesgo de trata de personas en las rutas migratorias y de la ausencia de planes formales de los países receptores para otorgarles un debido estatus de protección.
“La emigración continúa con una alta exposición a redes criminales de trata sexual, de explotación laboral. Están expuestos también a los demás peligros: altas temperaturas en las montañas; caminan grandes cantidades de kilómetros sin el calzado correcto, sin adecuada alimentación, probablemente con una salud deteriorada, porque hay una vulnerabilidad de origen”, destaca.
La migración irregular, insiste, se ha convertido en “una espada de Damocles” para los países con pocos o nulos protocolos para su adecuada inclusión.
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