Cuando Erickvaldo Márquez fue detenido acusado erróneamente de asesinar a un funcionario de la gobernación de Mérida, en los Andes venezolanos, pensó que su tiempo en prisión duraría apenas unas semanas, pues no había pruebas ni testigos en su contra.
Sin embargo, estuvo tras las rejas 3 años y medio; pero no se dejó vencer por la rabia. Por el contrario, hizo de su celda un aula.
“No contaba con internet, con computadora, laptop. Nada. Mi mamá fue un pilar fundamental, en ese momento, porque ella era la que iba a la universidad, buscaba los trabajos y, en los días de visita, nos ubicábamos en el piso, porque no había mesa, nada. Era tanto el hacinamiento, en ese momento, que me tocó sentar en las colchonetas para poder hacer los trabajos», contó Márquez, de 28 años a la Voz de América.
Me preguntaban, que para qué motivo era eso. Yo les decía: hermano, esta es mi única herramienta para poder conseguir mi libertad»
Le faltaban apenas dos semestres para graduarse de Licenciado en Educación Física cuando fue encarcelado, en septiembre de 2017. Unos meses antes, había participado en protestas antigubernamentales en las cercanías de su alma mater, la Universidad de Los Andes.
Al principio, los otros reclusos lo veían con extrañeza. No entendían porqué tomaba apuntes a lápiz en un cuaderno cuadriculado.
«Ellos tenían curiosidad. Me preguntaban, que para qué motivo era eso. Yo les decía: hermano, esta es mi única herramienta para poder conseguir mi libertad», relata en conversación por videollamada.
Pero luego, esos mismos presos fueron su inspiración para desarrollar su tesis de grado: un programa de actividades recreativas para privados de libertad.
«Con trenzas y telas hacíamos cuerdas de saltar, agarraba potes de plástico y los rellenamos con tierra. Hacíamos diferentes tipos de pesas. Nosotros no contábamos con ningún tipo de actividades que nos hicieran pasar nuestro tiempo de ocio. Yo buscaba siempre la forma de que mantuviera nuestra mente distraída y que esa estadía en ese lugar fuera lo más placentera para todos. Todo ese material que hicimos quedó en la cárcel y hoy mis compañeros lo siguen usando», explica con una sonrisa.
La fecha de exponer su trabajo de grado llegó el 24 marzo de este año.
«En el momento en que me estoy preparando para salir a presentar mi tesis, las dos suelas de mis zapatos se me cayeron, completitas. Me quedé sin suela de zapato. Me quedé prácticamente descalzo y solo con la parte de arriba. Dije: ¡estas son más y más pruebas que Dios me está colocando!», rememora con nostalgia.
Al entrar al salón del retén que se habilitó para presentar su trabajo, Erickvaldo iba esposado. El oficial que lo trasladaba le pidió disculpas, pero «no podía hacer nada». Sin embargo, las autoridades del recinto le autorizaron a dirigirse a sus docentes con las manos libres.
La tesis de Erickvaldo fue aprobada con la mayor calificación y, tres meses después, obtuvo la libertad, tras ser absuelto de todos los cargos. Sin embargo, el tiempo en prisión le robó la oportunidad de ver el nacimiento de su hija, a quien vio apenas dos veces mientras estuvo encarcelado. Hoy espera completar el servicio comunitario que exige su carrera para recibir su título.
De acuerdo con la organización Foro Penal, y hasta este lunes 19 de julio, en el país hay 276 presos políticos, de los cuales 147 son civiles y 129 militares. Las cifras son certificadas por la secretaría de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
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