24 enero, 2020
Por
Carolina Isava
A propósito de la conmemoración de los 62 años del 23 de enero de 1958, cuya ocurrencia sigue siendo concebida como el albor de la democracia, caben algunas reflexiones, no sobre las circunstancias que enmarcaron aquél hecho, ya profusamente narradas y estrujadas por la historiografía nacional, sino sobre el poder aleccionador que debería seguir ejerciendo. Primero, es importante enfatizar que la naturaleza de la historia, sobre todo la tan accidentada nuestra, permite que cada suceso sea interpretado con interesado matiz, a fin de que quien escribe ofrezca a sus lectores una glosa muy propia de él, con el marcado influjo de su ideología y de su forma de enjuiciar las etapas de nuestro desarrollo, sin embargo, esa libertad del escritor -que nadie puede negarle a la hora de formar sus propios juicios- no puede incapacitarle de reconocer el exceso cuando antepone su propia opinión a la verdad irrefutable del hecho cumplido.…