La II Cumbre Global sobre Desinformación abordó los frentes para combatir este fenómeno en Latinoamérica, donde han tomado fuerza las informaciones falsas o tergiversadas en los contextos electorales, una realidad que “pone en riesgo la democracia”.
El fenómeno de desinformación se ha filtrado en todas las capas sociales del continente americano. Los procesos electorales muestran cómo las noticias falsas o información incorrecta, mezclada con información real, corren sin control por redes sociales y plataformas online, lo que dificulta un enfrentamiento exitoso contra la manipulación.
La lucha, coincidieron varios expertos que participaron en la II Cumbre Global sobre Desinformación realizada este jueves, es muy desigual si se compara el raudal de información tergiversada y en algunos casos, muy elaborada para hacerla pasar como real, con los contados esfuerzos en Latinoamérica para confrontarla.
Al estrado virtual llegaron desde diferentes puntos del continente americano ponencias de expertos que encabezan esfuerzos de medios de comunicación, proyectos de cooperación y en algunos casos, avanzadas tecnológicas que tratan de hacer frente al problema global.
“Estamos perdiendo esta batalla”, alertó Cristina Tardáguila, del Internacional Center for Journalists en Washington DC, quien presentó un ambicioso proyecto de tres años de trabajo, que incluye componentes clave para comenzar a trabajar desde la base educativa en diferentes países de la región, con diversas metodologías atractivas para debilitar “el monstruo” que está tras bambalinas en este fenómeno.
“El contexto es que hay quienes están ahí empujando esa desinformación especialmente sobre los sistemas electorales. Lo hemos visto en Estados Unidos, Brasil, Costa Rica, Colombia, los sistemas democráticos están bajo ataque grave”, dijo la experta, con más de una década de experiencia trabajando sobre esta problemática.
Hay por ahora algunas decenas de proyectos de trabajo para verificación de noticias y contenidos engañosos en Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Argentina, México, Nicaragua, Venezuela; pero al terminar cada jornada, estos equipos, en su mayoría de periodistas que se han enfocado en combatir la desinformación; “cargan una mochila pesada”, dijo la especialista.
Porque cada periodista que trabaja en esos proyectos sabe que al terminar la jornada y apagar la computadora, apenas ha tocado un ápice del “montón de mentiras que hay fluyendo en Internet”, apuntó Tardáguila.
Ricardo Trotti, de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), acotó que esta tendencia de desinformación descontrolada ha apuntalado -para bien- algunos conceptos como “la importancia de la verdad”, y recurre a la autocrítica al señalar que la mentira “ha estado siempre en los medios o estos han caído en la propagación de mentiras”, no solo en régimenes autoritarios, sino también en sociedades democráticas.
Sin embargo, en el contexto actual el fenómeno de la desinformación se ha desbordado, por lo que Trotti ve importante que ante esto se esté generando un mayor compromiso con la verdad desde las mesas editoriales de medios de comunicación del continente americano, que en muchos casos han promovido alianzas con otros para verificar contenidos, o proyectos de “verificación propios”.
El momento es vital porque “estamos tratando de ganar la confianza perdida en nuestras audiencias. La ayuda de los sistemas de verificación nos está dando acceso a esa verdad”, dijo Trotti, hablando en el evento a nombre de la SIP.
Y Renán Estenssoro, de la Fundación para el Periodismo, en Bolivia, puntualizó que la tendencia de desinformación va in crescendo porque ya no solo se trata de los bulos que hace unos años fluían en redes sociales y cadenas de mensajes, y que eran fácilmente identificables como falsos, sino que atrás de estos hay motores que “trabajan en productos bien elaborados” para confundir a la población e incluso embaucar a medios tradicionales.
Al fondo del raudal de desinformación, Estenssoro ve “excesivas dosis de intolerancia que han contaminado incluso a medios de comunicación”.
Durante los ejes temáticos desarrollados en esta II cumbre organizada por la SIP, la Fundación para el Periodismo de Bolivia, y el Proyecto Desconfía, de Argentina, apoyados también por la Universidad Internacional de Florida, se puso hincapié en el trabajo de los periodistas en contextos de presión.
Si los procesos electorales y la pandemia han generan el mayor volumen de información falsa o distorsionada, el equipo de trabajo de Polígrafo, el centro de verificación dentro del rotativo El Mercurio, en Chile, puede dar lecciones al continente.
La editora Cecilia Derpich explicó como de 2019 a 2022 los chilenos han pasado por un continuo proceso de sobresaltos que comenzó con los estallidos sociales y que llevó a desembocar en procesos electorales continuos, cada año al punto del intento de cambiar la Constitución de Chile.
Cada proceso electoral, reafirmó, ha estado cargado de trabajo ante las avalanchas de desinformación, y su equipo apenas ha dado abasto para reubicar fotografías manipuladas, encontrar el origen de opiniones distorsionadas y hasta zambullirse en documentos para intentar dar explicaciones concretas sobre manipulaciones.
“Si hablamos de proceso de alta tensión y carga desinformativa, Chile es un ejemplo”, dijo Derpich, quien explicó que este proceso de trabajo ha llevado a “consolidar” estándares en la sala de redacción y ha fomentado la confianza de los lectores, al presentar con suficiente contenido formativo datos para desarticular informaciones incorrectas.
Estos tres años también han servido a los chilenos para desarrollar metodologías y separar en cajas distintas las noticias falsas que las calculan en un 44 % y el resto son productos con información no verídica o distorsionada.
Los retos no son menores porque hay un “alto flujo de desinformación en redes sociales y el rastreo de la desinformación lleva tiempo, también falta información pública”, para contrarrestarla, explicó la directora de Polígrafo; esto a pesar que Chile tiene un ecosistema de libertad abierta para periodistas.
Por su parte Natalia Leal, directora ejecutiva de la Agencia LUPA en Brasil comentó que sí se pudiera hablar de un éxito moderado en el combate a la desinformación es porque su equipo ha tenido que hacer muchos ajustes en el camino.
El proceso electoral que culminó con la elección de Luiz Inácio Lula, el 30 de octubre, presentó una oportunidad para desarrollar estrategias sólidas y lo mejor fomentar alianzas con medios para verificar “y rebatir” con la misma fuerza por los canales donde fluye la desinformación.
El proyecto ha logrado consolidar cifras robustas de seguidores y consumidores de contenidos en las redes sociales: 197 millones de seguidores en Facebook, 440.000 en Instagran, 216 millones en Twitter, más el efecto multiplicador desde los usuarios que comparten las verificaciones.
Pero el costo físico y emocional del equipo para hacer frente a la desinformación ha sido alto, al grado de tener que desarrollar a la vez “clínicas” con expertos en salud laboral y de recursos humanos por la ansiedad que genera estar en esa línea de batalla.
Natalia Leal dice que la “salud mental del equipo, la cobertura con análisis e impacto” se volvió una prioridad y derivó en un “apoyo incluso buscando inquietudes personales” para redefinir las labores “tuvimos charlas individuales con especialistas”, apuntó.
Ejemplos similares se aprecian en otros países de la región, que al valorar el camino recorrido, ven positiva la oportunidad que ofrece a los medios de comunicación de recuperar la confianza en las audiencias y en la ciudadanía en general para estar bien informada, pero no pierden la perspectiva que el camino es largo y desigual.