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En una noche que quedará grabada en la memoria de Marrakech, Marruecos, un potente terremoto de magnitud 7 sacudió la región, dejando tras de sí una estela de devastación y tristeza. Muchas son las víctimas y daños que provocó la ferocidad de la naturaleza, pero la resiliencia de sus residentes es más fuerte que cualquier tragedia.
Dinora Barreto, docente jubilada de Carúpano, y José Machado, un músico originario de La Guaira, compartieron con La Patilla su relato sobre el temblor que sacudió la antigua ciudad imperial. En medio de la incertidumbre y el desconcierto, Dinora se refugió en la solidaridad de sus vecinos, mientras que José se aferró a una columna en un segundo piso. Aunque ambos salieron ilesos, sus historias revelan el impacto de un evento que sacudió no solo edificios, sino también corazones.
Por: Luis Eduardo Martínez | lapatilla.com
Dinora Barreto nos contó en una breve comunicación con voz serena pero cargada de emoción cómo el temblor la sorprendió en su hogar en el barrio de Gueliz, un urbanismo moderno donde conviven muchos extranjeros. “Durante el terremoto me puse muy nerviosa porque fue muy intenso, duró más de 15 segundos”, dijo.
La seguridad de Dinora al cuidar de su nieta fue palpable mientras salían del edificio a oscuras, provistos con una linterna y abrigo improvisado. Afortunadamente, la rápida evacuación no encontró obstáculos en las amplias escaleras del edificio.
“En las afueras estaban todos los vecinos, no tuvimos percances al salir porque las escaleras eran amplias, tampoco ocurrieron daños ni víctimas. No hubo necesidad de servicios de emergencia porque los mismos vecinos nos ayudamos y fuimos a un sitio abierto donde mucha gente instaló carpas”.
Dinora mencionó que estuvieron congregados allí hasta el amanecer, pero regresaron a su apartamento por no contar con ropa ni accesorios dada la premura de la huida horas antes.
“La gente ahora está tranquila, más calmada. Los servicios públicos están bien hasta ahora. Actualmente nos estamos preparando con bolsos, comida, medicinas y mantenernos alertas en caso de otro percance”, expresó.
A pesar de que ha vivido experiencias similares antes por ser nativa de una localidad con amplio historial sísmico, como lo es Carúpano, Dinora señaló que la experiencia de esta noche fue inédita para ella que jamás pensó que iría a vivir.
“No había experimentado ese tipo de cosas (…) parecía como si tuvieras algo metido en una botella y lo sacudes y suena muy fuerte, fue así, bastante fuerte. Fue solo un susto, por un momento, pero luego Dios me dio fortaleza y me enderecé. La gente muy amable aquí afuera, los vecinos se portaron muy bien, hubo mucho compañerismo, mucha ayuda, nos buscaron agua, todos los carros salieron, nos buscaron agua y fue muy gratificante la experiencia que vivimos con los vecinos”.
Añadió que según testimonios de personas cercanas, es la primera vez que ocurre un movimiento telúrico de tal magnitud. “Era cosa rara que ocurriera eso. La gente está alarmada porque no se esperaba esta situación, porque como nunca se ha presentado, dicen que es algo poco común”.
La melodía del caos
Por su parte, José Machado, un talentoso saxofonista del litoral venezolano, estaba en medio de una presentación en el Hotel Royal Mansour, en La Medina, cuando el terremoto hizo que las notas musicales se transformaran en vibraciones de miedo.
“Fue realmente preocupante. Me encontraba tocando en un segundo piso con unas 60 personas cuando sucedió el terremoto y me coloqué debajo de una columna”, compartió.
Afortunadamente, la precaución prevaleció sobre el pánico, y el susto fue el único resultado de ese tenso momento. A pesar del sobresalto, José elogió la respuesta de los servicios en Marruecos y expresó su intención de continuar con su labor como músico.
No obstante, el terremoto dejó una huella devastadora en algunas áreas. Según las autoridades marroquíes, el saldo hasta el momento de redactar esta nota asciende a 1.037 muertos y más de 1.200 heridos.
Pero, en medio de la devastación y el dolor en Marruecos, la historia de Dinora y José también destaca la resiliencia y la humanidad que pueden surgir en momentos de penumbra. Su relato es un recordatorio de la importancia de estar unidos y preparados en tiempos de crisis, y cómo el apoyo mutuo puede ser la luz que guía a través de la oscuridad.