Un pequeño restaurante de Caracas cambia todos los días los desprestigiados bolívares por dólares, esperando conseguir una buena tasa en el mercado negro para no perder, en medio de un nuevo período de inestabilidad cambiaria en Venezuela.
El bolívar se desvalorizó 71,3% en lo que va del año, según datos del Banco Central. La moneda venezolana experimentó una “estabilidad” entre octubre de 2021 y agosto de este año, cuando comenzó a tambalearse de nuevo.
A partir de ese momento, el gobierno desempolvó términos como “dólar criminal” y “especulativo” para describir el mercado paralelo. Hoy el tipo de cambio oficial está en 16 bolívares por dólar (desde 4,58 el 3 de enero) y el dólar negro en 17,47 bolívares.
Al tipo de cambio lo “manejan cuatro mafias desde Miami para dañarle las navidades, la paz y la tranquilidad al pueblo de Venezuela”, fustigó el presidente Nicolás Maduro la semana pasada.
Expertos coinciden no obstante en que son otros los factores que influyen en esta situación, desde el aumento en el gasto público en agosto, cuando se produjo el primer cimbronazo; los aguinaldos del sector público en diciembre, y la guerra en Ucrania, que ha complicado el cobro en Asia de la sancionada renta petrolera venezolana en divisas.
Pero el fondo del asunto es que “la gente no quiere tener bolívares”, explica a la AFP el economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica.
“Los bolívares cambian de mano de forma muy rápida porque nadie los quiere, y eso termina generando que cualquier excedente de bolívares que haya en el sistema haga presión en el tipo de cambio”, explicó.
Eso es lo que ocurre en el restaurante donde trabaja Yeisi Colombo como mesera. Piden a los clientes no pagar con tarjeta porque el dinero lo recibirían al día siguiente en la tarde “ya todo devaluado”. “Antes de que cambie la tasa hay que ‘fabricar’ los dólares”, explica.
Hablar del tipo de cambio se ha vuelto algo cotidiano entre los venezolanos: la gente dejó de pensar en bolívares y convierte todo a dólares. En un elevador, por ejemplo, un grupo de empleadas de limpieza calculan cuánto va a caer su ingreso cuando cobren su quincena: el sueldo mínimo, que en marzo cuando se ajustó 1.700% equivalía 28 dólares, hoy no llega a 8 dólares por causa de la devaluación del bolívar.
Venezuela perdió 80% de su PIB entre 2014 y 2020 en una crisis sin precedentes, que empieza a mostrar tímidos signos de recuperación, con el fin de un largo ciclo de hiperinflación y un crecimiento proyectado para 2022 de dos dígitos, según el gobierno.
La estabilidad del precio del dólar era otra forma de dibujar el fin de la crisis, después de que el bolívar se depreciara 76% en 2021 y más de 95% cada año entre 2018 y 2020.
“Ese intento del Banco Central de fijar, de anclar la tasa de cambio, desde hace ya hace dos años, ha colapsado”, explica el economista y profesor universitario Leonardo Vera.
“Se ha buscado un tipo de cambio demasiado bajo” en un país que tiene “inflación de 200% interanual, sin reservas internacionales, y con el motor de su economía -el petróleo- dañado”, argumenta.
Oliveros señala que en los últimos dos meses “el gobierno ha disminuido la cantidad de dólares en efectivo que vende” o inyecta en el mercado para mantener estable la cotización del billete verde, en parte porque “se le está complicando cobrar la factura petrolera en Asia a través de Rusia”, que va a cumplir un año desde que invadió Ucrania.
Para los pequeños comercios, la situación es un desafío cotidiano. El gobierno ha tratado de “bolivarizar” la economía con un impuesto a las transacciones en dólares, pero la pérdida de valor del bolívar lleva a pequeños emprendimientos como el de Colombo a buscar afanosamente el billete estadounidense, para lo cual deben recurrir al mercado paralelo ya que no pueden cambiar en los bancos.
El pago de una deuda pendiente del Estado con maestros en agosto dio un fuerte golpe al bolívar, que en apenas 48 horas, entre el 23 y el 25 de ese mes, se depreció casi 20%.
“El gobierno recurrió como siempre al Banco Central de Venezuela para emitir bolívares y hacer ese pago”, señala Henkel García, director de la firma Albusdata. “Sería el preámbulo para noviembre y diciembre”, cuando se pagan los aguinaldos… que quedaron disueltos.
Con este panorama, Elia González, una peluquera de 52 años, no sabe si podrá comprar el tradicional estreno de ropa de diciembre para su hijo. “Tendrá que ponerse lo que tiene de atrás (ndlr: de antes) y si no le queda hay que hacer un sacrificio”. AFP