Con un electrocardiograma (ECG) se puede predecir qué pacientes hospitalizados por SARS-Cov-2 tienen mayor riesgo de sufrir cuadros graves y fatales. Esto es lo que surgió de un estudio del Hospital Mount Sinai, en Nueva York, Estados Unidos, publicado en el American Journal of Cardiology realizado en 140 pacientes hospitalizados por coronavirus.
Por infobae.com
¿Qué es un electrocardiograma? Es un procedimiento que mide la actividad eléctrica del corazón, en un gráfico se registran los movimientos cardíacos. Se utiliza para diagnosticar enfermedades cardiovasculares y arritmias, o ritmo cardíaco anormal. Se colocan unos pequeños parches llamados electrodos en los brazos, las piernas y el pecho, y se conectan mediante cables a una máquina que convierte las señales eléctricas del corazón en líneas onduladas.
El estudio muestra que la disminución de las formas de onda en estas pruebas puede utilizarse para ayudar a identificar mejor a los pacientes de alto riesgo y proporcionarles una monitorización y un tratamiento más agresivos. “Nuestro estudio muestra que un estrechamiento de las formas de onda del electrocardiograma puede ser una herramienta importante para los médicos, permitiéndoles anticipar los cambios clínicos e intervenir más rápidamente durante su estancia en el centro de salud. El ECG podría ser útil para usar en hospitales antes de que las condiciones de los pacientes empeoren “, explicó el coordinador de trabajo Joshua Lampert , miembro de electrofisiología cardíaca del Hospital Mount Sinai.
Para los investigadores, dado que los casos de COVID-19 y las hospitalizaciones vuelven a aumentar en algunos estados de EE.UU. y en algunos países de Europa, “los electrocardiogramas pueden ser útiles para que los centros de salud los usen cuando atienden a estos pacientes antes de que su condición empeore dramáticamente“, dijo Lampert y agregó: “Esto es particularmente útil en sistemas abrumados, ya que no hay que esperar el resultado del análisis de sangre, el examen cardíaco puede ser realizada por la mayoría del personal de atención sanitaria. Además, el electrocardiograma se puede realizar en simultáneo a otros cuidados que se le estén brindando al paciente internado”.
Los investigadores hicieron un análisis retrospectivo de los electrocardiogramas de 140 pacientes hospitalizados con COVID-19 entre el 7 de marzo y el 12 de abril de 2020, y los compararon con 281 electrocardiogramas de pacientes con gripe A o gripe B confirmada por el laboratorio y admitidos en el Hospital Mount Sinai de Nueva York entre el 2 de enero de 2017 y el 5 de enero de 2020.
Los investigadores observaron tres puntos de tiempo de electrocardiograma para cada paciente: una exploración de referencia realizada dentro de un año antes de la hospitalización por COVID-19 o por influenza (y disponible en los registros de Mount Sinai), una exploración tomada en la admisión al hospital y ECG de seguimiento realizados durante hospitalización.
Durante el estudio, evaluaron manualmente la altura de la onda QRS, una medida de la actividad eléctrica de los ventrículos, las cámaras principales del corazón, los cambios en esta actividad eléctrica podrían ser una señal de que los ventrículos están fallando. Los investigadores analizaron los electrocardiogramas de seguimiento tras el ingreso en el hospital y analizaron los cambios en las formas de onda según un conjunto de criterios que denominaron amplitud LoQRS para identificar una contracción de la señal eléctrica en el electrocardiograma. La LoQRS se definió por una amplitud del QRS inferior a 5 mm medida en los brazos y las piernas o inferior a 10 mm cuando se medía en la pared torácica, así como por una reducción relativa de la altura de la forma de onda en cualquiera de las dos ubicaciones en al menos un 50 por ciento.
Cincuenta y dos pacientes con COVID-19 en el estudio no sobrevivieron, y el análisis muestra que el 74% de esos pacientes tenían LoQRS. Las formas de onda QRS, la medida de actividad eléctrica de los ventrículos, se hicieron más pequeñas aproximadamente a los 5,3 días de su ingreso en el hospital y murieron aproximadamente dos días después de que se encontró el primer ECG anormal.
Entre los pacientes con griple, en los exámenes cardíacos de 281 se identificó LoQRS en el 11% de ellos, 17 pacientes con gripe murieron, y LoQRS estaba presente en el 39% de estos casos. Los pacientes con gripe cumplieron los criterios de LoQRS una media de 55 días después de su ingreso en el hospital. Estos resultados muestran que los pacientes con gripe siguieron cursaron una enfermedad menos virulenta en comparación con los pacientes con COVID-19.
Por todo esto, los investigadores concluyeron que “cuando se trata de atender a pacientes con COVID-19, nuestros hallazgos sugieren que puede es beneficioso no sólo que los médicos revisen un electrocardiograma cuando el paciente llega por primera vez al hospital, sino también electrocardiogramas de seguimiento durante su estancia en el hospital para evaluar la presencia de LoQRS, particularmente si el paciente no ha hecho un progreso clínico profundo”, señaló Lampert.
“Si la LoQRS está presente, el equipo puede considerar la posibilidad de intensificar el tratamiento médico o trasladar al paciente a un entorno altamente monitorizado, como una unidad de cuidados intensivos, en alerta por un inminente deterioro de su salud”, concluyeron los investigadores.